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Desde el río hasta el mar, Israel y Palestina. Lloro por España

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En el contexto de las relaciones entre Israel y Palestina, la frase “desde el río hasta el mar” tiene muy diferentes interpretaciones, dependiendo de quien la utilice. La frase, en árabe «min al-nahr ila al-bahr», se remonta a los albores del movimiento nacionalista palestino a principios de la década de 1960, aproximadamente un cuarto de siglo antes de que existiera Hamas. Ganó popularidad dentro de la Organización para la Liberación de Palestina (OLP) como un llamado a regresar a las fronteras bajo control británico de Palestina, donde judíos y árabes habían vivido antes de la creación de Israel como estado judío, en 1948.

La frase es ahora generalmente utilizada como slogan por Hamás y sus simpatizantes. En este contexto, su significado es obvio: quieren un estado palestino desde el río Jordán, en el este, hasta el mar Mediterráneo, al oeste. De ello se deduce, sin ningún tipo de duda, que los que así la pronuncian niegan la existencia del estado de Israel, niegan también el derecho de los judíos a residir en su ‘tierra prometida’ y desean expulsar a los judíos, una vez más, del lugar que habitan, por cualquier medio, incluyendo la muerte violenta, como así han demostrado una y otra vez Hamás y sus simpatizantes.

Los ‘buenistas’, que con frecuencia lo son para causas que no merecen su ‘bondad’, utilizan la frase como «un llamado aspiracional a la libertad, los derechos humanos y la coexistencia pacífica, no a la muerte, la destrucción o el odio». Sería magnífico que eso fuera realidad, pero no podemos olvidar que Hamás tiene, como objetivo principal, la destrucción del estado de Israel. O cuando Arabia Saudita sigue sin reconocerlo e Irán, entre otros países, quiere destruirlo. Parece entonces que el buenismo deja de serlo, para pasar a ser inocencia infantil, ignorancia, estulticia o falsedad. Todos los seres humanos de bien lamentamos los muertos y heridos, el sufrimiento que cualquier guerra causa, pero no por ello olvidamos que, una vez más, los iniciadores de la violencia son los que ahora lloran y gritan por las consecuencias que sus actos han ocasionado.

Muchos ‘defensores a ultranza’ de Naciones Unidas, parecen voluntariamente olvidar que fue esa organización la que creó el estado de Israel, así como también abrió la puerta a que, simultáneamente, se creara el estado Palestino. Ya hemos escrito que fue voluntad de los palestinos, y entonces de la práctica totalidad de los países árabes, que eso no ocurriera. Eligieron en cambio una guerra en la que el naciente estado de Israel, atacado desde todos los rumbos y en franca inferioridad de medios, sobrevivió a duras penas.

Ese es el momento histórico que ha dado lugar a todos los conflictos pasados y presentes y, lamentablemente, a los potenciales futuros. Invito a mis lectores a que se hagan con el libro “Oh, Jerusalem”, escrito por Dominique Lapierre y Larry Collins, que refleja las circunstancias en las que nació la actual Israel. Si el pueblo Palestino hubiera creado entonces su estado, dentro de los límites marcados por Naciones Unidas, con toda probabilidad Israel se hubiera mantenido posteriormente también dentro de sus límites. Todas las ganancias territoriales posteriores de Israel fueron consecuencia directa de que no se enfrentaba a un estado mundialmente reconocido, sino a grupos terroristas y a países vecinos que buscaban su aniquilamiento y la expulsión de su territorio.

También los buenistas parecen, o quieren, olvidar, que el pueblo palestino está claramente dividido, no solo físicamente sino también políticamente, en dos facciones con frecuencia enfrentadas entre sí, la Autoridad Nacional Palestina (ANP) en Cisjordania y Hamás en Gaza. En cuanto a su situación política con respecto a Israel, la ANP lo reconoció hace 30 años, mientras que Hamás sigue atacándolo violentamente. No existe un pueblo palestino, existen palestinos bajo diferentes líderes políticos y con diferentes formas de tratar con su entorno.

 

Lloro por España

La situación política a que nos ha llevado el mentiroso, desvergonzado, Sánchez hace que los que de verdad amamos a España tengamos el corazón encogido, temiéndonos que la unidad de España, el respeto a las leyes y a la democracia, la igualdad de los españoles ante la ley haya sido entregada por el, a mi parecer y al de muchos, indeseable Sánchez, en manos de los enemigos interiores de España.

Los perros y los gatos de mi fábula del pasado domingo han ladrado y maullado, pero ni han sido todos ni lo han hecho con la suficiente fuerza como para que temblaran los muros del sanchismo. Su avaricia de poder, su prepotencia, están muy por encima de las educadas protestas de una parte del pueblo español, muy significativa, pero no suficiente.

Los sanchistas pancistas gritan porque algunos violentos hayan realizado acciones contra sedes del parido socialista pero callan, agradecidos de antemano por futuras dádivas, ante el desastre nacional que significa la cesión de parte de la soberanía nacional en manos de indeseables.

En Melilla, los representantes del partido pancista se han rasgado las vestiduras por una pintada en la puerta de su sede y han logrado que la asamblea condene ´tan terrible hecho’. Me indigno entonces con los representantes no sanchistas en la asamblea, que no han sabido callar a los que osaron hacer perder el tiempo a los representantes de la ciudadanía con tan ínfima afrenta, sin exigir a los que la hacían que condenaran las gravísimas afrentas que a buena parte, la mayoría, del pueblo español, ha impulsado el jefe de su grupo, organización a la que no sé cómo llamar ¿banda, secta, rebaño? Obviamente ya no puede ser llamada partido político, ya que es una autocracia con tendencias dictatoriales. De nuevo los buenos ceden asustados al chantaje de los malos.

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Gonzalo Fernández

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