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Derogando el sanchismo

La derogación del “sanchismo” es el objetivo que se ha impuesto el Partido Popular como meta a alcanzar por los españoles en el inminente proceso electoral que se encuentra en fase inicial, con todas las formaciones políticas elaborando candidaturas, decidiendo si se presentan o no o, incluso, anunciando su nacimiento como si ofrecieran, una vez más, a los españoles, nuevas propuestas nunca antes experimentadas.
El enunciado de ese objetivo político, propuesto por el Partido Popular, ha sido descalificado, a priori, como casi todo aquello que procede de los partidos de la oposición, sea esto lo que sea, por parte de quienes defienden el proyecto del Presidente Sánchez. Él mismo, dos días después de anunciar la disolución de las cámaras y la convocatoria de las elecciones, se refirió al enunciado de ese objetivo, formulando toda clase de descalificaciones sobre el mismo, vinculándolo a estrategias persecutorias del adversario político, al estilo, según sus propias palabras, de “trumpistas” y “bolsonaristas”. Afirmó durante su comparecencia que no se sabía muy bien qué quería decir la “derogación del sanchismo” y que, según su percepción, sólo pretendía hacerle objeto de una persecución política de carácter personal.
En mi opinión, la mayoría de los españoles interpretan de una manera bastante clara qué es lo que se pretende expresar con la “derogación del sanchismo”, porque han vivido un período de cinco años, que la mayor parte de ellos prefiere superar, como parecieron acreditar los resultados de las pasadas elecciones locales y autonómicas en la que los candidatos respaldados por el Presidente Sánchez, algunos de ellos con cierto (o bastante) respaldo popular en sus localidades o autonomías, se vieron lastrados por el efecto negativo que la actuación política del actual Presidente del Gobierno, parece haber producido en buena parte de la ciudadanía, incluso en mucha de ella que, no hace mucho, le apoyaba.
Existe un hastío bastante generalizado en relación con el exceso de tensión con el que se ha producido la acción política durante esta legislatura. Los ciudadanos parecen estar cansados de un estilo de ejercer la política basado en la confrontación permanente y en la falta de consideración hacia lo que pudieran ser percepciones alternativas de nuestra realidad por parte de muchos españoles. Se ha visto, con no poca frecuencia, como, por razones de mera supervivencia política, se han adoptado decisiones por parte de plataformas minoritarias que, si bien tienen derecho a ser atendidas, no lo tienen tanto a imponer sus criterios a la mayoría social de nuestra nación, que ha visto, casi inerme, como el ejecutivo adoptaba decisiones de espalda a todo aquél que, no estando de acuerdo con el gobierno, tenía, como mínimo, el derecho a ser escuchado y en no pocas ocasiones, incluso, a ser atendido.
Durante la semana en curso, sin ir más lejos, el Ministro de la Presidencia, Félix Bolaños, utilizando la rueda de prensa del Consejo de Ministros para hacer oposición a la oposición y propaganda electoral, como han hecho muchos de sus compañeros de gobierno, lamentablemente, a lo largo de esta aciaga legislatura, ha tildado el objetivo de “derogar el sanchismo” de exclusivamente destructivo, como si no pretendiese más que “acabar con derechos” alcanzados por los españoles. Así, de un plumazo, niega a la oposición el derecho a proponer a los españoles una revisión del qué y el cómo de todo lo que hemos vivido y padecido en esta legislatura.
Esto es lo que ha traído el “sanchismo” a nuestras vidas; la descalificación permanente de cualquier oposición por parte de los representantes de un sector, no menor, de la ciudadanía española, que pretenden hacer valer los derechos de todos aquellos que no comparten los puntos de vista del gobierno y de sus socios, que, con visiones minoritarias de nuestra realidad nacional, incluso con visiones en ocasiones antagónicas a la propia existencia de nuestra nación, se han impuesto, por conveniencias electoralistas de unos y de otros, a las mayorías sociales, que ellos reducen, perversamente, a sus representantes. en las Cortes Generales. En otras palabras, un ejercicio sectario de la política con efectos perversos para nuestra convivencia colectiva.
Casi a renglón seguido, un día después, el Tribunal Supremo vino a poner de manifiesto lo equivocado y perverso de este proceso en el que, tristemente, nos hemos instalado, al pronunciarse sobre los efectos nocivos de la aplicación de la llamada ley del “sólo sí es sí”. Defendida, contra viento y marea y contra todo criterio racional, por parte de los partidos del gobierno y los que, externamente, le han apoyado, ha tenido que ser revisada, por rendición ante lo evidente, dando la razón (sin reconocerlo) a la lógica y a la oposición. Lo mismo es de aplicación ante la derogación del delito de sedición, la reforma del de malversación, la ley de memoria democrática o la llamada “ley trans” y tantas otras, sin que los efectos perniciosos de la aplicación de todas estas leyes hayan tenido aún tiempo de manifestarse de manera evidente ante nosotros, pero que lo harán más pronto que tarde.
Y es que de esto va “derogar el sanchismo”, de no dar la espalda al cuerpo social, al completo, para el que se legisla, de escuchar al conjunto de la ciudadanía, la que comparte tus criterios y la que defiende otros, de no descalificar al discrepante, tratando de condenarle a desistir de presentar sus opciones alternativas por calificarlas como opuestas a los intereses nacionales porque se oponen, legítimamente, a las consideradas convenientes por el gobierno. De recuperar, en suma, un estilo dialogante y transversal de afrontar la realidad de nuestra nación y la ejecución de la acción política. Creo que en ello se encuentran también muchos votantes socialistas y muchos que hasta hace no mucho incluso apoyaban al Presidente Sánchez.
Es por ello por lo que el principal partido de la oposición, el Partido Popular, comparece ante la ciudadanía española, de cara a las próximas elecciones, proponiendo la recuperación de la normalidad democrática de nuestra nación, convencido de que ello sólo se podrá conseguir “derogando el sanchismo”.

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Fernando Gutíerrez Díaz de Otazu
Fernando Gutíerrez Díaz de Otazu

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