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De Norte a Norte

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En lo que va de mes se ha recrudecido la presión migratoria pero las entradas han experimentado un gran descenso. Tan sólo seis, según los datos oficiales, han logrado acceder a la ciudad en lo que va de mes, a pesar de que los intentos se han cifrado también en media docena, lo que demuestra que la valla es cada vez más impermeable. Finalmente la decisión del Tribunal Constitucional al acordar por unanimidad admitir a trámite los dos recursos del Gobierno presidido por Mariano Rajoy contra la ley de consultas catalana y el decreto de convocatoria de consulta popular que decantó legalmente la suspensión automática de ambas disposiciones durante un plazo máximo de cinco meses, hizo mella en los planes del presidente de la Generalitat, Artur Mas. Y ayer mientras a primera hora se anunciaba que el líder, ahora cuestionado, del independentismo catalán había renunciado a la consulta, tras su comparecencia de las diez de la mañana, el resto de los españoles nos enterábamos de una nueva entrega del serio y preocupante culebrón. Su plan B, sacar las urnas el próximo 9-N en locales de la Generalitat. Eso sí, reconociendo que la consulta no es vinculante y dejando claro que la consulta definitiva sería a través de las elecciones plebiscitarias donde los partidos acudan con una lista y programa conjuntos. Una consulta, por tanto, que ya ha sido calificada en algunos foros como un “simulacro”. Y es que son cada día más numerosos los que opinan que debería ya dejar de marear la perdiz porque estos nuevos intentos de mantener su plan de consultas, posiblemente irrealizables, contribuyen al aumento de la frustración popular que se le está volviendo en su contra, como lo demuestra la rotura del consenso que inicialmente existió entre los partidarios integrantes del movimiento independentista catalán.

En definitiva, ya es hora de que Mas abandone sus intentos de situar a Cataluña fuera de la legalidad democrática y del ordenamiento constitucional, y de que respete la legalidad, como, de hecho, no puede, ni debe ser de otra manera.

La, sin ningún género de dudas, noticia estrella del día, dio ayer también paso a la que está haciendo correr ríos de tinta en las últimas semanas. Aquellos que han estado mostrando su preocupación ante una expansión del brote de ébola en el país desde que se conociera la noticia de que la auxiliar de Enfermería Teresa Romero, estaba infectada, ayer tuvieron un cierto respiro al saber que la profesional de la Sanidad, está empezando a crear sus propios anticuerpos, una circunstancia absolutamente determinante para rebajar su carga viral. En estos momentos, superados los primeros quince días desde que afloraron los primeros síntomas de la enfermedad, que constituyen el período más crítico, cada jornada e incluso cada hora que pasa, juega a su favor. Sin ánimo de lanzar las campanas al vuelo, y unido a que los quince ingresados en el madrileño Hospital Carlos III continúan sin presentar síntomas de desarrollo del temido virus, conforman datos que inducen a pensar que la epidemia de ébola en España, al parecer, comienza a estar controlada. Aunque lo peor sería bajar la guardia.

Y donde a pesar de no bajar la guardia, es imposible erradicar la situación, es en los ya más que famosos saltos por la valla fronteriza, protagonizados por los inmigrantes ilegales mayoritariamente subsaharianos. Ayer un grupo próximo a un centenar protagonizó un nuevo intento de introducción en la ciudad a través de la valla entre Melilla y Marruecos. “Al menos cinco”, según la Delegación del Gobierno y diez en opinión de una ONG, consiguieron entrar en la ciudad, debido al rechazo por parte de las fuerzas marroquíes y al gran dispositivo de seguridad desplegado por la Guardia Civil.

La presión migratoria en Melilla está experimentando altibajos. Arremetió con fuerza los primeros meses del año y a lo largo del estío, para disminuir de forma ostensible el pasado septiembre como consecuencia de las últimas medidas adoptadas en el perímetro y a la intensa y eficaz colaboración entre los responsables de la seguridad ambos lados, es decir, entre españoles y marroquíes. En lo que va de mes se ha recrudecido la presión pero las entradas han experimentado un gran descenso. Tan sólo seis, según los datos oficiales, han logrado acceder a la ciudad en lo que va de mes, a pesar de que los intentos se han cifrado también en media docena, lo que demuestra que la valla es cada vez más impermeable, pero de la misma forma que no se le pueden poner puertas al campo, tampoco se va a lograr que los inmigrantes dejen de intentar poner fin a la miseria en la que viven junto a sus familias en sus países de origen, por muchas vallas y obstáculos que se encuentren en su camino.

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