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Carta del Editor

De la película El Niño y el modelo económico melillense

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“Si no se quiere seguir padeciendo el hecho de que para muchos melillenses la única salida sea la droga, el contrabando, el enchufe o la caridad pública, el cambio de modelo económico de nuestra ciudad es inevitable, y la tarea fundamental del nuevo gobierno que salga de las urnas tras las elecciones locales del ya próximo mes de mayo de 2015”. Vi el martes, en Madrid, la película "El Niño", dirigida por Daniel Monzón, un buen director cuya máxima aspiración es hacer buen cine (no hundir al gobierno de turno, ni reivindicar más ayudas públicas, ni terminar con el sistema capitalista opresor y sustituirlo por el comunismo liberador, ni insultar a los "poderosos" por el simple hecho de serlo o, a juicio del habitual pésimo director de cine español, parecérselo), con Jesús Cuesta como uno de los protagonistas, "el de los ojos azules", llamativamente salido de un casting entre 3.000 chicos de La Línea y una auténtica revelación como actor natural. Una película española digamos que normal, con acción, bien cuidada, entretenida, con buen guión, con la evidente, y lograda, aspiración de gustar a los espectadores, algo que ha conseguido, como lo demuestra las taquillas que, pocos días después de su estreno, está alcanzando y las más que favorables críticas de los que han, o hemos, visto la película, además de las de los críticos especializados. El director sí que puede presumir, con toda justicia, de que podemos, los españoles, hacer buen cine, sin caer en la tentación del otro Podemos, el partido político de Pablo Iglesias, la tentación de prometer y prometer lo que todo el mundo sabe, ellos incluidos, que no se puede cumplir, que no se va a lograr hacer jamás. Pero las promesas, por falsas que sean, suenan bien y el votante español, hastiado de corrupción, ha dado sobradas muestras de que no va castigar, ni lo ha hecho históricamente, a los partidos y a los políticos que no cumplen lo que prometen, lo que debería ser su compromiso firme con los ciudadanos (que no súbditos, que es como habitualmente somos tratados por las diversas administraciones públicas).

El interés adicional de la película "El Niño", para melillenses y ceutíes en particular, es que insiste en narrar una de las actividades económicas que, aunque silenciadas, tienen más peso en la vida de las dos ciudades: el paso de drogas procedentes de Marruecos con destino al continente europeo. Y el papel, relevantemente nefasto, que tiene Gibraltar en esta actividad delictiva que mueve tanto dinero.

Que en Melilla es evidente el peso de esta actividad contrabandística delictiva del paso de drogas -como lo es el peso de las mafias dedicadas al también, para los contrabandistas, muy lucrativo contrabando de personas- es una realidad visible. Basta con querer ver los aspectos externos de riquezas de inexplicable procedencia -y no mirar para otro lado, como hacen algunos funcionarios- para constatar la veracidad de tal afirmación. Pero no querer ver, o no querer hablar, no soluciona un problema, sino que, por el contrario, sólo contribuye a agravarlo, aumentando la impunidad de los poderosos jefes mafiosos, que no son precisamente los "niños" dedicados a cruzar el Estrecho una y otra vez con sus potentes lanchas y sus notorios riesgos.

Ganar mucho dinero con poco esfuerzo y a corto plazo es una tentación muy fuerte para muchos seres humanos. Y, aunque los riesgos sean evidentes, muchas personas, muchos melillenses entre ellas, piensan que no hay riesgo mayor que el de no poder trabajar y tener que vivir condenados a la marginación y la pobreza extrema o pendientes de inciertas ayudas públicas, siempre escasas, siempre sospechosas de manipulación, siempre rozando la indignidad o el no merecimiento (cuando no cayendo claramente en ellos, indignidad e inmerecimiento).

La solución, lo hemos dicho una y otra vez en el Foro Melilla, lo he escrito con frecuencia en mis Cartas del Editor, es afrontar de una vez el desarrollo económico de Melilla, que no se puede -ni aquí ni en ningún sitio, digan lo que digan socialistas, comunistas o Podemos varios- basar en la actividad pública, sino en la iniciativa privada con ayuda -no con la intervención lenta, pesada, permanente, atosigante y empobrecedora habituales de la administración pública local- de una administración que tiene unos ingresos lo suficientemente cuantiosos y unas posibilidades claras de aumentarlos como para ser suficientes para afrontar un verdadero cambio en el modelo y la situación económica melillense, empleando bien los recursos públicos y apoyándose en las iniciativas privadas locales y foráneas.

Si no se quiere seguir padeciendo el hecho de que para muchos melillenses la única salida sea la droga, el contrabando, el enchufe o la caridad pública, el cambio de modelo económico de nuestra ciudad es inevitable, y la tarea fundamental del nuevo gobierno que salga de las urnas tras las elecciones locales del ya próximo mes de mayo de 2015 es afrontar, adelgazando los gastos públicos evitables -que son muchos, muchísimos- y aumentando las inversiones productivas orientadas al sector privado sin que la administración pública sea un freno paralizante, dicho cambio económico. Y aunque ese cambio de modelo pueda significar la pérdida del voto de enchufados y colocados varios, estoy convencido de que, en cambio, también significará la obtención de los votos de los muy numerosos melillenses que, hoy desesperanzados y entregados a actividades ilícitas, a los incalificables planes de empleo públicos o al simple peloteo, recobrarán la esperanza de obtener un trabajo digno y, como dice la Biblia, poder ganarse el pan con el aún más digno sudor de su frente.

Posdata. Me he alegrado mucho de que a una persona tan valiosa y tan buena como Carlos Castañeda le haya concedido la Ciudad Autónoma el premio de Melillense del Año 2014. Carlos es un buen amigo, al que conozco desde hace ya muchos años y, aunque le veo poco, al que aprecio desde hace mucho tiempo. Es, además, un gran melillense y, en su caso, las bellas palabras que pronunció al recibir el merecido premio ("Melilla, siempre Melilla en mi maltrecho corazón y en mi alma") no sólo son bellas sino que estoy seguro de que es algo que siente, como lo demuestra su ya dilatada experiencia vital y social en nuestra ciudad. Enhorabuena, Carlos, y que sepas que el premio "Melillense del Año", aunque te lo haya otorgado, repito que con todo merecimiento, la Ciudad Autónoma e impuesto su presidente, realmente te lo ha dado el diario MELILLA HOY, que tiene registrado el nombre de "Melillense del Año", aunque la Ciudad Autónoma lo utilice, sin pedirnos permiso, por cierto.

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