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Ventana al mundo

Crisis y Solidaridad (II): Ideas fuerza para construir la Unión Europea El Desarrollo Sostenible, eje central de los debates

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En una perspectiva global, nuestro pequeño gran planeta ha visto desarrollar aceleradamente a lo largo del siglo pasado una extraordinaria actividad humana, junto a la rápida multiplicación de sus pobladores y seguida por la inmensa producción y consumo de un progreso material muy desigualmente repartido.

El factor sin duda más importante de la actividad humana que ha afectado a la biosfera es el consumo astronómico de las sociedades más afluyentes, llegando a ser el actual factor diferencial promedio del consumo per capita de 100 a 1 (y de hasta 200 a 1) en los países ricos frente a los pobres. A su vez, relacionando el consumo global en el mundo con el crecimiento de la población, se puede concluir que, en los últimos cien años, el impacto humano sobre la biosfera se ha multiplicado unas 50 veces. Ese ritmo desorbitado, que sigue aumentando, es la clave de los problemas que ahora afrontamos por culpa del desinterés colectivo sobre los efectos de nuestras emisiones y residuos sobre la biosfera así como sobre las limitaciones de materias primas y energía disponible frente a nuestra explotación inmisericorde. Tal es el precio que estamos empezando a pagar junto a un tímido despertar de la conciencia ecológica en el mundo y tras no pocas alertas desde las del físico Arrhenius hasta nuestros días, y tras décadas de "predicar en el desierto". Bienvenidos sean, pues, incluso los recientes "profetas" demagogos, algunos de ellos antiguos desertores cuando tenían el poder para actuar! (p.ejem. Al Gore).

Lo que ahora está en juego es el cambio climático, es decir la integridad ecológica pero también la justicia social, el bienestar y, por ende, la paz. El impacto humano a lo largo de estas últimas décadas ha pasado a ser 75 veces mayor de lo que fue a principios del siglo pasado. Y ello no es de extrañar, ya que hoy en día se produce en una semana lo que se producía a principios del siglo XX a lo largo de un año. Esta tendencia corre fácil riesgo de multiplicarse hasta por tres a lo largo de este recién estrenado siglo.

De todas esas amenazas, la actualmente más grave sigue siendo el efecto invernadero y consiguiente cambio climático. Ello se debe, sobre todo, a la emisión durante décadas de más de 3.500 megatoneladas métricas anuales de C02, con un aumento del 9% de las emisiones durante estos diez últimos años. Para colmo, los EEUU, causante hoy por hoy de la cuarta parte de las emisiones globales, ha aumentado las emisiones de C02 en un 20% durante la pasada década. Por otra parte y de acuerdo con las tendencias actuales, probablemente sea la naciente nueva superpotencia, es decir la República Popular China, junto con la India y Brasil, las que pasen a ocupar a no tardar el dudoso honor de ser emisores líderes en el mundo.

La consecuencia inmediata de esas emisiones es que se está produciendo un calentamiento global del planeta y que se está modificando considerablemente el gradiente de temperatura en los océanos. Ya en 1998, el informe del Panel Intergubernamental de las NNUU sobre el Cambio Climático señalaba que durante el siglo XX la temperatura media había subido 0.6 grados y el nivel del mar hasta unos 20 cms. En menos de 50 años más, el resultado previsible es un incremento promedio de por lo menos entre 3 y 5 grados, junto con el cambio profundo de corrientes oceánicas con efectos desastrosos, así como el aumento del nivel de sus aguas debido a la fusión de los casquetes polares que amenazan con inundar numerosísimos asentamientos urbanos costeros. Las consecuencias son también particularmente graves para la agricultura mundial y, consiguientemente, para la futura seguridad alimentaria internacional, con cerca de una cuarta parte de la población total hambrienta y millones de víctimas mortales cada año. En consecuencia, no sólo la Naturaleza está amenazada. La propia Humanidad está amenazada!
Todo ello no es solo un desafío material a nuestras aspiraciones sino sobre todo un desafío cultural a nuestra ignorancia y un desafío moral a nuestros egoísmos para tratar de reparar el daño ya hecho entre todos. Ante este gran cúmulo de problemas no basta con acciones locales, por plausibles que sean, si no son parte de un programa global concertado de cooperación internacional e intra-nacional en cada Estado-nación, que oriente y obligue a encajar la suma de las acciones locales positivas en una visión o plan de conjunto. Ello debiera conllevar la introducción de modelos diferenciados de desarrollo, en armonía con la tradición cultural del respectivo entorno, al mismo tiempo que se promueva un cambio cultural favorable a la protección del medio ambiente ante un mundo en cambio. Hay que partir del conocimiento y de la concientización generalizada sobre estos asuntos, tendencia que afortunadamente empieza a notarse hoy en día entre los jóvenes en mayor medida de lo que antes era acostumbrado.

Por lo tanto, el tema del desarrollo sostenible es central para cualquier debate sobre el devenir del hombre. El género humano debe aceptar que los recursos disponibles y la carga que puede soportar el ecosistema tienen un límite, y que debemos tener en cuenta las necesidades de las generaciones venideras, las cuales serán cada vez más numerosas. A pesar del crecimiento de población extremadamente bajo que presentan muchos países industrializados, el crecimiento mundial total es en estos momentos exponencial. Desde unos quinientos millones de habitantes en el año 1700 y mil ochocientos en 1900, hemos pasado a cuatro mil en 1950, a más de seis mil en 2000 y probablemente alcanzaremos unos nueve mil a lo largo del siglo en curso.

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