Ante asaltos como el de ayer cabe preguntarse si antes de abrir procedimientos judiciales como el de las devoluciones en caliente no se tienen en cuenta consecuencias como las que ya se están produciendo al dar alas a los inmigrantes y las mafias que los manipulan para actuar con mayor crudeza en la valla Nada sucede por casualidad. Que ayer se viviera uno de los intentos de entrada masiva más violentos en nuestra valla fronteriza, con decenas de inmigrantes envalentonados hasta el punto de agredir con arma blanca a un agente marroquí, es una clara consecuencia del enorme daño que ha provocado a la salvaguarda de nuestras fronteras las imputaciones a los máximos responsables de la Guardia Civil de Melilla. Un sector del Cuerpo ya advertía de que esto podría ocurrir porque al poner en el punto de mira judicial a los guardias civiles y no a las mafias que trafican con los dramas ajenos no ha hecho sino dar más fuerza a aquellos inmigrantes que violentan las fronteras y a quienes sacan beneficio de este mezquino negocio.
Ayer se pudo ver en Villa Pilar muy temprano, cuando aún no había amanecido y 300 inmigrantes bajaron del Gurugú para saltar la valla después de toda una noche jugando al despiste. Muchos de los subsaharianos que participaron en el salto llevaban elementos de todo tipo, aparentemente para ayudarse en la ardua tarea de sortear la malla antitrepa, pero que al mismo tiempo podían ser utilizados como arma contra los agentes que se interpusieran en su camino. Ese fue el caso de un marroquí, pero también podía haber pasado a cualquier guardia civil, como de hecho casi sucedió cuando un GRS se vio amenazado por un subsahariano que subido a la valla le mostró una navaja de afeitar.
Nadie duda de que los inmigrantes están movidos por la desesperación de alcanzar un mundo mejor, un anhelo con el que cualquiera puede sentir empatía porque todos tenemos derecho a vivir en condiciones dignas. Un deseo que en estos tiempos se ve obstaculizado por el frío que empieza a hacer en las noches de otoño y el hecho de encontrarse con una frontera cada vez más infranqueable, lo que alimenta esa desesperación de la que antes hablábamos.
Los inmigrantes ayer la pagaron con los agentes, que no hacen sino cumplir el deber de proteger las fronteras, más aún en unos tiempos en los que las enfermedades y el terrorismo obligan a ser mucho más escrupulosos en los accesos al país. No se puede consentir que alguien entre violentando una frontera como en Melilla, por desgracia, estamos ya acostumbrados a ver. Por eso ante asaltos como el de ayer cabe preguntarse si antes de abrir procedimientos judiciales como el de las devoluciones en caliente no se tienen en cuenta consecuencias como las que ya se están produciendo al dar alas a los inmigrantes y las mafias que los manipulan para actuar con mayor crudeza en la valla. Ayer hubo más de una decena de heridos y la presión migratoria se ha intensificado tras un mes muy tranquilo. Si se mantiene esta situación, cualquier día podrían repetirse tragedias como las de Ceuta, que desgraciadamente también se han dado aquí en Melilla aunque con un menor número de víctimas.
