“A aquél Soldado, con su precioso honor, su ánimo valiente, y solamente armado de su honesta obligación, una lágrima se le deslizaba por la mejilla, camuflada con los latidos de su dolorido corazón, al ver a sus compañeros masacrados por los moros, el fatídico día de su llegada a Monte Arruit”. Eso lo recitaba, solemnemente, como una letanía, un señor octogenario, de barba blanca y bien cuidada, hace ya muchos años. La “Carta” de hoy la escribe uno de aquéllos soldados que se refería aquél noble anciano, y dice así:
“Queridos melillenses: Me llamo Manuel Arias Paz, soy Teniente del Cuerpo de Ingenieros. Nací el 17.07.1899, y pertenezco a la Compañía de Telégrafos en Annual. Debo decir que el momento más doloroso, en mi corta carrera militar, fue cuando el General Silvestre nos obligó al cabo Las Heras y a mí, destruir la radio “Telefunken”, que había en la posición. Orden que con gran pesar, cumplimos al instante, de tan solo de tres hachazos. Cuando íbamos los dos, montados en una motocicleta por Izumar, camino de Drius, para alcanzar Arruit, allí solo llegó el cabo Las Heras; a mí me dieron por desaparecido, y aquí estoy, junto a los demás que caímos entre Izumar y Arruit. Por respeto a nuestras familias, no deseo relatar los horrendos y crueles sufrimientos, que nos infligieron los moros, que padecimos en aquéllos peñascos; solamente deben saber que solo en Arruit fueron 2.996 cadáveres los que recogieron de los distintos cementerios cercanos, entre los que yo me encontraba. En la cuesta de entrada de Arruit, vi morir a dos médicos: los hermanos Modesto y Víctor García Martínez, ayudando en lo que podían, a nuestros soldados. También contemplé la heroica muerte de mi Capitán, D. Félix Arenas Gaspar, que con una mano inutilizada por una gran quemadura, y la otra con un fusil, disparaba sin cesar; lo que en un momento de la lucha, los moros, admirados por su valentía, se detuvieron, hasta que uno de ellos, se atrevió, y encañonándolo con un fusil a la cabeza, le descerrajó un tiro, matándolo al instante. Los Tenientes Calderón y Sánchez, entre varios oficiales más, al entrar a Arruit a gritos pedían, al General Navarro, la Laureada para Arenas. Poco después, aquí en La Purísima, nos enteramos que el 18.11.1924, cuando contaba solo treinta años, le fue concedida, a título póstumo, la Cruz Laureada de San Fernando, de 2ª Clase, por la defensa de Tistutin y la retirada de Arruit entre los día 23 y 29 de julio de 1921. A todos los que pertenecemos al Cuerpo de Ingenieros, nos invadió una inmensa alegría, que a nuestro Capitán se le concediera la mayor condecoración de nuestro Ejército. Con esa alegría debo despedirme de ustedes, no sin antes rogarles que jamás nos olviden. Reciban un fuerte abrazo.”
Benito Pérez Galdós, decía de los militares: “Felices alumnos de Marte, con cuanta candidez se contonean pisoteando airosamente los adoquines. Pueden morir por una gran causa nacional o vencer por un fútil árbitro particular. Su obra es grande, sublime, inmortal o pequeña, rastrera o infructuosa, según se pongan al servicio de los pueblos o a las órdenes de un hombre, según apoyen la libertad o patrocinen una ambición. Comen el sustento que una mano les alarga, vístense los trajes que les dan, empuñan el arma que se les entrega y corren en pos de la gloria, de la derrota o de la muerte.”
Esta “Carta” se la dedico, con todo mi afecto, al Comandante de Ingenieros D. Jesús Rodríguez, Jefe de la Biblioteca Militar de Melilla, y compañero de Armas del Laureado Capitán D. Félix Arenas Gaspar, por su amable aportación de datos que me proporciona siempre que se los solicito; y que desde estas humildes líneas lo saludo, y le quedo muy agradecido. Para terminar, desde hace siete años, no me cansaré de recordar a las autoridades competentes, que la Purísima sea denominado: “Cementerio Nacional de Héroes de España”. Igualmente que el nombre de mi profesor de música, D. Julio Moreno figure en una calle de la ciudad.
