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El rincón de Aranda

Carta Desde La Purisima LIX

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Para muchos niños melillenses de hace décadas, las calles adyacentes al Cementerio, como Castellón, Duque, Sagasta, Castelar, Padre Lerchundy, Barceló, Explorador Badía, el Monte de María Cristina, y Ataque Seco; todo lo que es el barrio del Carmen, eran el teatro habitual de sus hazañas y correrías. Entonces las calles de Melilla eran inofensivas de coches y de gente.

Ahora cada vez que me siento a escribir este humilde epistolario, sobre nuestros Héroes, pienso en mis padres, y familiares, que también descansan en esos gloriosos patios, con sus recuerdos trenzando, y agarrotando mi corazón, prevaleciendo aquélla luz que alumbró mi niñez en esas calles. La “Carta” de hoy la escribe un Teniente voluntario, nacido en Francia, y nos dice:
“Queridos melillenses: Me llamo Roberto Pin y Latour, 1º Tte. de Artillería de Montaña. Nací el 29.03.1881, en Marsella (Francia). Mi padre, José Pin y Soler, era catalán; y mi madre, francesa, Enriqueta Latour y Yhende. Fui 2º Artillero voluntario, y alumno de la Academia de Artillería. Debido a unas fiebres, causadas por las heridas sufridas en el Barranco del Lobo, a las tres y media de la tarde del 30.09.1909, fallecí en mi casa de Melilla. Desde el 5.01.1930, estoy enterrado en el Cementerio Católico del Sudoeste de Barcelona; aunque a mi me hubiese gustado que me dejaran aquí, en La Purísima, junto a mis compañeros; los que caímos en esos inhóspitos y crueles barrancos. Pero mi alma, llena de nostalgia, me hace viajar para estar junto a ellos; y vean que por azar, hoy les estoy escribiendo sentado en una tumba, cercana al “Ángel de bronce”, donde descansa la señora Juana Martínez López; la que fuera Cantinera de Batel, cuando la retirada de nuestro Ejército, en julio de 1921. Sin entrar en detalles, me dice que ella también sufrió cautiverio, viendo la crueldad propia de aquél enemigo. A esta señora se le llenan los ojos de lágrimas al recordar aquéllos hechos tan luctuosos; y para darnos ánimos me dice que observe a otro visitante, que muy elegantemente vestido, sube la escalinata al monumento, como un personaje sacado de otra época; personaje que ella siempre ve pasear por la galería de generales junto a la Capilla. Esta mujer, acostumbrada a ver, y a tratar, a tantos jefazos, me dice que ese personaje no es otro que D. Carlos Ramírez de Arellano, Alcaide de las Fuerzas de Melilla, muerto en combate cerca del Fuerte de la Albarrada, el día 18.07.1646; y sepultado en la Capilla de Nuestra Señora de la Victoria, que es de donde viene a visitar, casi a diario a todos los que están aquí enterrados. Siempre se viste con una capa, de color marfil impoluto, y con todos sus títulos; como el de Sargento Mayor de Orán; el de Caballero del Hábito de Santiago, donde se puede observar la Cruz Latina de Gules, simulando una espada con forma de Flor de Lis, en la empuñadura, y en sus brazos. Me dice la señora Juana que las tres flores de lis representan el “Honor sin Mancha”, que son los rasgos propios del Apóstol. Pero lo más triste, y emocionante, es cuando me dice que fue ella la que atendió al Tte. Coronel, D. Fernando Primo de Rivera, cuando el 5.08.1921 sin anestesia alguna, le amputaron el brazo izquierdo, antes de que éste falleciera de gangrena, en Monte Arruit. Tengo que decirles que también vemos a D. Francisco López Moreno, el que fuera Alcaide de Alhucemas. Cuando dejó en esa Plaza “50 mosqueteros, buena gente de bigote, de espada y daga”, lo hizo para incorporarse también, como Alcaide, a la de Melilla. Este Alcaide cayó muerto, de un balazo en la cabeza, en el combate de los fuertes, San Pedro de la Albarrada, y Santo Tomás de la Cantera, el 5.10.1687. Deben disculpar si les dejo, no sin antes desearles que sean felices, y si alguna vez nos visitan, ruego recen una oración por todos los que estamos enterrados en estos patios. Un abrazo con cariño”.

Ustedes, queridos lectores, saben que un libro, al comenzar su lectura, siempre dice: “Conóceme, tengo mucho que darte”. Y yo les digo: que si ese no les aporta nada, no deben preocuparse, porque siempre habrá otro que sí les dará lo que desean. Ante eso espero que nuestros Héroes, que han mecido, durante más de cinco siglos, con su honor impoluto, el laurel y la gloria, en la limpia cuna de nuestra Patria, les aporte algo que les llegue a sus corazones.

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