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Atril público

Carta al Consejero de Bienestar de Melilla

Señor consejero: No quisiera ponerme pedante, pero no tengo más remedio que acudir a una frase mil veces repetida: "Le style c’ est l’ homme même", sentencia es de Georges-Louis Leclerc, conde de Buffon. "El estilo es el hombre" y usted, lamentablemente, no ha hecho gala de ese estilo y menos aún siendo el consejero de Bienestar Social de Melilla. Usted, don Daniel Ventura, trataba de defenderse o argumentar sobre la muerte de dos menores tutelados en centros de acogida de su ciudad diciendo cosas excesivas contra los propios fallecidos, sus familiares y los partidos de la oposición.
Usted, señor consejero, ha dicho y escrito, por ejemplo: "No voy a recibir a los padres del fallecido porque para que vengan a llevarse un cadáver, que hubieran venido antes a por su hijo". Se refería al primer menor muerto, cuyos padres, al parecer, vivían en Melilla estando su hijo en un centro de acogida. Comprendo su cabreo en la tensa situación en la que vive su ciudad. Pero, señor consejero, ni aun pudiendo tener parte de razón, se justifica semejante declaración. Ignoro si es verdad o no que la familia vivía en la misma ciudad, pero también ignoro los motivos por los que decidieron dejar a su hijo en el centro. Me temo que si no lo hubieran hecho, el chaval hubiera vivido peor y la familia –no lo sé– hubiera tenido graves problemas jurídicos. Me da igual. Sea como fuere, usted nunca debió decir lo que dijo.

Sobre el otro menor fallecido, que había perdido un pie mientras intentaba llegar a un ferry escondido en un camión, ha aventurado toda una teoría que es injusta y a la que no tiene derecho: "Este chico hablaba de que venía a España a estudiar y trabajar y ni estudió ni trabajó nunca, era un niño de la calle. Este niño, desgraciadamente como otros muchos niños que hay en la calle, tenía problemas de drogadicción". "Si hubiera llegado a la Península cuando perdió el pie, hubiera seguido consumiendo, porque salir del consumo es muy difícil. No puede vendernos la idea de que ha llegado a España para trabajar cuando vivía en la escollera y consumía inhalantes a diario". Ni usted ni yo podemos prever cuál hubiera sido su futuro y él tampoco puede ‘vendernos’ ya nada. Está muerto.

Estoy seguro de que es usted un ser humano de buenos sentimientos al que le ha tocado lidiar el toro más tremendo de la emigración: avalanchas, los centros, las mafias… pero nada de esto puede justificar sus palabras, su falta de empatía ante el cadáver de dos niños que querían huir de la miseria. Le ha fallado el estilo, señor consejero, y quiero pensar que lo dicho por el conde de Buffon no se pueda aplicar en este caso.

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