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Historia Viva

Carta a Pepita Haro Serrano, ejemplo de amor fraternal

Pepita Haro el día de su primera comunión

Mi querida Niña:
Hace ya algunos años que entraste en mi vida, casi una década. Conocí tu historia por casualidad, realizando mi trabajo diario y desde entonces sentí la necesidad de contarla, que se supiera lo que pasó aquella calurosa tarde del verano de 1928.
Era martes, y seguramente tus padres decidieron salir con Marina y contigo a pasear, con las más pequeñas de sus hijos. Tu tenías doce años y ella cinco. Tal vez en casa quedaron Salvador, Lili y Jorge o por su edad estuvieran con amigos. Nada hacía presagiar lo que iba a ocurrir y sacudiría como un brusco terremoto la paz familiar.

La calle Actor Tallaví fue el escenario donde pasó todo. Imagino que fueron los segundos más largos de tu vida. Ver a Marina separarse de vosotros ansiosa por llegar cuanto antes a la playa y dar rienda suelta a su deseo de jugar en la arena. Intuir que la furgoneta que venía desde el barrio del Real en dirección a la plaza de España, iba a atropellarla. ¡No lo dudaste! Su vida estaba en peligro y sin mediar palabra corriste tras ella logrando alcanzarla. Después… gritos y desesperación al contemplar como el vehículo os había arrastrado durante algunos metros.

Soy madre y solo pensar en lo que debió sentir la tuya, hace que un terrible escalofrío recorra todo mi cuerpo.

Marina apenas si sufrió algún rasguño pero tu ¡mi querida Pepita! recibiste un gran golpe. Tal fue la magnitud que una vez te vieron los facultativos en la Casa de Socorro y dada la gravedad decidieron tu traslado al ya desaparecido hospital Docker.

Horas interminables luchando, aferrándote a una vida que se te escapaba como el agua entre los dedos.
¡Ay mi Niña! Hasta en los últimos momentos mostraste la grandeza de tu corazón restando importancia a tan noble acción. De madrugada, tus infantiles ojos se cerraron para siempre, llenando de lágrimas los de tus seres queridos.

Dos días después el entonces diario local El Telegrama del Rif, recogía en primera página, la noticia con el siguiente titular (el día anterior ya lo había referenciado, pero se desconocía el fatal desenlace):

“Muere por salvar a su hermanita. El heroísmo de una niña
En máquina el número de ayer, recibimos la triste noticia de haber fallecido en el hospital Pagés, la infortunada Pepita Haro, y fue imposible dedicarle el homenaje póstumo que su acto heroico merece.

A preguntas del atribulado padre, respondió en el lecho del dolor: “Corrí tras de Marina, para que la atropellara la camioneta”. Quiso salvarla de la muerte, y la muerte fue poco piadosa con esta abnegada niña.

Se dio cuenta del peligro que corría y lo afrontó sin titubeos ni vacilaciones, con la grandeza de alma y generosidad infinita. ¡Qué hermoso rasgo de amor fraternal!
Es un noble ejemplo digno de excelsa conmemoración. La lápida de la tumba, debe rememorar el supremo sacrificio de la que fue niña por sus años, pero mujer fuerte, audaz y valerosa por sus hechos.

La Junta Municipal quiso dar solemnidad al entierro y dispuso siguiese el itinerario reservado a los que alcanzaron en vida notoriedad por su ejemplar conducta…”
Y así fue, en la plaza de España te esperaban tus compañeras de colegio, de Nuestra Señora del Buen Consejo. Quienes habían compartido contigo horas de estudio y ratos de juegos, iban junto a ti en ese recorrido por la avenida de Alfonso XIII (hoy de Juan Carlos I).

Pasaron los años y tus padres y hermanos marcharon de Melilla, con el corazón roto. Tu quedaste para siempre con nosotros en el cementerio de la Purísima Concepción.

Como te decía al principio, aunque tú ya lo sabes, al tener conocimiento de todo lo que te había ocurrido quise que tu historia volviera a ser actualidad. Quería rendirte mi particular homenaje a través de las páginas de este mismo diario.

Con el tiempo, has sido también protagonista de alguno de los programas de radio de Onda Cero Melilla, en los que colaboro y en charlas destacando a “Mujeres importantes” de esta ciudad.

En estos días, mi querida Pepita, ambas hemos recibido una grata e inesperada sorpresa. Tus sobrinas Mª Carmen y Marina Hernández Haro, las hijas de Lili, viajaron a nuestra querida Melilla para ver tu tumba.

Durante unos minutos pudimos hablar por teléfono. Lágrimas de emoción al escuchar las voces de personas tan cercanas a ti. Deseaban conocerme, poner cara a quien había desempolvado la historia de su joven tía, quien siempre estuvo en el recuerdo de todos.

Circunstancias personales adversas no me han permitido estar con ellas. Seguro que nos habríamos fundido en un caluroso abrazo. Me contaron que habían ido a visitarte y que habían quedado con vuestros primos para comer y conocerlos. Yo apenas si podía hablar porque un fuerte nudo atenazaba mi garganta.

Les expliqué como supe de ti y de mi necesidad de contarlo. Nos hemos comprometido a mantener el contacto. Siento que esta emotiva conversación me ha unido aún más a ti.

Yo, mi querida Niña, como es habitual en mis recorridos por el cementerio, seguiré acudiendo a tu última morada, en cuya lápida se puede leer quien eres y lo que hiciste:

LA JUNTA MUNICIPAL A JOSEFINA HARO SERRANO POR SU HEROISMO Y
ABNEGACIÓN Y AMOR FRATERNAL 1928

Para finalizar estas líneas decirte que te reitero mi admiración por cuanto hiciste, por tu valentía y cariño desmedido. Te mando un beso al Cielo, donde ya compartes eternidad con tus padres y hermanos.

Con cariño a
Mª Carmen y Marina Hernández Haro

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