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El candil

Un paleto en Madrid

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No sé si usted sabe que soy nacido en Madrid, pues bien, sí lo soy. Lo que no pensaba yo, es que con la ancianidad, fuera paleto en mi tierra. ¡Y que paleto!… Que lucime de guía ante ella y quedé trasquilado. Más aún, ciego, eran todos los "gatos" para mi, pardos; y más que desorientado la armé, no una sino tres o cuatro veces. Y ella, mientras tanto, ríase por lo bajinis con su boquita pequeña, preciosa, con rictus de cachondeo, digamos de sorna… El primer sobresalto, nos lo dio, cómo no, el aeropuerto de Melilla con su, en este momento, por causas técnicas (de viento) no se dan las tarjetas hasta la llegada del avión… Se me pusieron de corbata, las amígdalas y las tarjetas de embarque; estuvimos inquietos una hora. Todo pagado, pero a expensas de una corriente de capricho. Por fin entramos, llegamos a Madrid, hacemos la prueba del metro a Nuevos Ministerios, cogemos un taxi al hotel, y la taxista nos deja en la puerta. Yo galante, saco las maletas "rollingstone" del maletero para que, la mujer, por aquello del machismo español de antes, no haga esfuerzo; y al hotel.

Una vez instalados, fuimos a ver la familia que, es en realidad a lo que íbamos, por eso de la edad, del cateterismo y el estent ya que, nunca se sabe por donde va a salir la historia. De hecho, mi joven tía Mercedes, está hecha una niña. Piel blanca, tersa, sin manchas; su pelo de peluquería un blanco tornasol. Sin potingues en la cara (como todas las mujeres de mi casa), ella sigue siendo guapa y no la hace falta para llamar la atención por atractiva ¡como todas las mujeres de mi casa y familia! Y eso son los genes, sanos, saludables, mente sana, corpori sano y sobre todo, con una voluntad de hierro; y es que todas ellas, son así, femeninas pero con dos… manos, para trabajar y superarlo todo. Los hombres somos más kerengues (en pichinglis, tontos, enclenques, débiles) y así nos luce el pelo. En fin, unas mujeres sólidas, válidas, guapas naturales; yo las envidio y de hecho me apoyo en ellas. Que le voy hacer, kerengue que uno es.

Pues bien, fui a misa con mi tía Mercedes a los Antonianos; ella a mi paso o más bien, yo al suyo que, su agilidad era inusitada y su rapidez de atleta, cosa que yo ya anciano no lo soy; y hasta nos arrodillamos, como mandan los cánones de la Santa Madre Iglesia, ante el Señor. Cosa que ahora, sobretodo los más jóvenes, se lo saltan a la torera. En fin, que su juventud de 92 años, es de lo más sorprendente. Besos tía.

Entre el ir y venir, dentro ya del cotilleo de escaparates, yo al lado de o mejor dicho dirigido por "yosuhombre", mi amor eterno y memoria supletoria de mi cerebro, fuimos de aquí para allá, autobús y metro (por la crisis), algún taxi en momentos por exceso en mi resuello, pues Madrid ya no es aquel Madrid de menores años, Madrid sigue teniendo una vía horizontal como es el paseo que, desde la Puerta de Toledo hasta más allá de Nuevos Ministerios, el resto es un sube y baja continuo, al cual ya no estoy acostumbrado…

Y es entonces cuando comienza mi odisea mental que, para ir en el bus 21, voy decidido y cojo el más cómodo, en la puerta del hotel, y cual no será mi sorpresa que, en vez de llegar a la calle Narváez, hace fin de parada en Rosales. Estupefacto quedo, tal cara puse que, el chofer, nos dijo, han cogido el contrario; así que vuelta al bus. Y dispuesto iba yo a pagar, cuando nos dice, pasen que les aviso de la parada; y así hizo, y no nos cobró. Tal debió verme cara de paleto. De regreso al hotel, volvimos a coger el bus ya anochecido, esta vez acompañados por mi prima Merce; tuve gran cuidado de atender lo que me dijo en cuanto a la parada para bajarnos, y no equivocarme otra vez. Ella, mi prima, dando por sentado ¡que no soy tonto!, me dice, bajaros en la parada siguiente a San Bernardo, ok, digo yo muy americanizado. Atento a la voz y a la pantalla de información que tiene el bus, iniciamos el trayecto; yo, entre conversación y mirada, atendía la información… Dice mi muñeca, yo su hombre. Alberto Aguilera, la próxima parada. ¡No! Contesto, hay que pasar antes San Bernardo y ahí indica Ruiz Jiménez. Calla ella muy sumisa, con cara de duda; al cabo de un ratín, para el bus. Sentados, nos dice el conductor, fin de trayecto… Yo con cara, no ya de paleto, sino de gili y a la vez de tonto, pregunto, dónde estamos, contestación de mi sumisa ¡pues otra vez en Rosales!. El conductor, vista mi cara y el cachondeo de mi sumisa, él con una sonrisa de ceja a ceja, nos dice, verán ustedes, es que San Bernardo se llama Ruiz Jiménez, suban que les dejo frente al hotel; voy a pagar, y me dice, pasen pasen. Yo haciendo mil reverencias ¡gracias! ¡muchas gracias!. Llegamos a la parada, bajamos, y machista yo y superficial dominante, tiro para la izquierda, hacia abajo por la inclinación de la calle; mi sumisa murmura bajito, me parece que te estas equivocando… Seguimos andando, llegamos a la plaza de no sé qué, y yo más desorientado aún, pregunto en una tienda de computadoras, dónde está el hotel NH… Suban ustedes a la izquierda por donde han venido y al lado de una gasolinera muy iluminada, al lado está el hotel. Al salir de la tienda, me dice "yosuhombre" ya no tan sumisa, he preguntado a la señorita que estaba en la puerta y me ha dicho que este es el portal uno y el hotel está en el dieciocho ¡donde yo te había dicho!. Yo callé; volvemos y al llegar a la puerta del hotel, me dice ¡y ahí delante de la puerta, a dos metros está la señal del bus, donde nos bajamos!… ¡Y ese NH luminoso que hay encima del hotel, no es un cartel luminoso de propaganda, es la señalización para que se vea a distancia!… ¡Jo! Al otro día, las carcajadas de mis primas Tere y Merce, se oían en Paris. Mientras mi joven prima segunda Anui, ponía cara de circunstancias ¡lógico!; mi sumisa se esponjó. He de decir en mi descargo que, de noche son para mi, todos los gatos pardos. Y encima desorientado quedo por mis entre cortadas fijaciones oculares. Pero no queda todo ahí, no, que al ir para el aeropuerto, yo en régimen teutón de cabeza cuadrada, saco billete para la terminal T4, y acostumbrado a decir del Aeropuerto de Barajas, vuelvo a dirigir el "trafico" en el metro tren; pero he ahí que leo, aeropuerto T4, en el anunciador del tren y para colmo oigo nada más que Barajas, tiro de los rollingestong, salimos por los vericuetos del suburbano y… ¡Atiza!, si hay árboles y casas; no habíamos salido y ya estábamos bajando hacia los andenes; pregunto a uno de la seguridad, y me lleva a la oficina de información, la cual nos autoriza a volver al anden con el mismo ticket. ¡Menos mal! Que me veía pagando otros billetes. Y gracias a Dios que, tengo la costumbre de ir sobrado de tiempo, que si no…

Aclaremos que, el pueblo de Barajas queda entre la T1, T2, T3 y la T4.

Cuando llegamos a la T4, otro follón; dice el cartel anunciador que los de Melilla, las tarjetas por autocheking… Nos pide el código, me dedico a meter todos los códigos que encontraba, eso sí, ¡todos! menos el que debía, la confirmación. Y es la causa de que, como no me graduen la vista dejando de ver en mí a un chico joven, pues va a ser que no veré bien. Pasados ya, los trámites del aduanero estreep tees, después de larga caminata, decide impuesta sumisa, comer ¡ahí!, no dije esta boca es mía, no fuera a ser que me dejaran sin probar bocado. Yo muy árabe, la dejé hacer en lo que ella era muy muy experta, y comimos pero que muy bien. He de decir y digo que, todos los que nos atendieron en todo momento, fueron ¡fantásticos!, y muy amables. Y ahora viene lo del sexo… Débil y fuerte, que ella hizo lo que yo y más. Desmonta maletas, reparte ropa, pon cena… Yo, sólo abrí la cama ¡cómo no!. Al día siguiente, no me levanté, estaba hecho trizas; ella, la sumisa, para allá, para acá, que si esto, que si lo otro… Hay que tener en cuenta que andar Madrid es duro, pero anduvimoslo; éso sí, de la mano.

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