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Un cuarto de siglo de una de las mayores tragedias de Melilla

Un cuarto de siglo ya. Veinticinco años han pasado desde aquella aciaga mañana del 17 de noviembre de 1997. Esa jornada se vivió un día histórico para Melilla, al sufrir una de sus mayores tragedias: uno de los dos depósitos generales de Cabrerizas, cargado con 25 millones de litros de agua, se rompió y con este importante caudal se formó una riada que llegó hasta la Plaza de España, dejando por el camino once víctimas mortales y cuantiosos daños materiales.

El barrio de Averroes arrasado por el agua se demolió hace veintidós años y en su lugar se levantó una nueva urbanización con el mismo nombre. De la torrentera por la que discurrió el agua tras escapar de las paredes de hormigón del depósito no queda nada, puesto que su lugar lo ocupa una calzada amplia y asfaltada de varios carriles que conduce a los melillenses desde Cabrerizas hasta la barriada de Tiro Nacional (lugar al que fueron trasladados los damnificados casi en su totalidad), la nueva Averroes y, calle abajo, García Cabrelles. Pero sigue en pie el peor de los fantasmas, el macabro esqueleto del propio depósito que parece mantener abierta al infinito, a modo de boca tétrica y desdentada, el lugar por el que reventó la pared de hormigón y escapó la ola mortal.

Precisamente ese es el recuerdo que mantienen en sus cabezas los antiguos moradores del barrio de Averroes. El sonido de una detonación y seguidamente, un tremendo y ensordecedor ruido seguido de una ola oscura cayendo sobre sus cabezas. Los testigos relataban el pánico que se adueñó de todos ellos cuando vieron precipitarse sobre sus casas aquella masa de agua y barro. De nada sirvió que corrieran, porque la cortina de agua se llevó con furia cuanto pudo a su paso y continuó, embravecida por la pendiente que le facilitaba el tránsito, en dirección a García Cabrelles.

Arrancó muros, como el del Comedor San Francisco en el que una de las trabajadoras perdió la vida, entró en el Colegio Mediterráneo y arrolló a viandantes y vehículos como si de juguetes se tratara. Los alumnos de Educación de Adultos, en el Centro Mezquita, fueron testigos privilegiados desde el piso superior de cómo la ola de agua sucia y lodo de cuatro metros de altura iba perdiendo altura a medida que avanzaba por la estrecha calle y arrastraba cuanto encontraba a su paso. La riada, ya con menos fuerza, continuó su tétrico recorrido por la Avenida hasta morir en la Plaza de España, sembrando el pánico entre los transeúntes que se lanzaron a la carrera buscando refugio.

El desconcierto general fue mayúsculo. Nadie sabía qué había ocurrido, de dónde venía esa riada cuando el sol castigaba con fuerza esa jornada otoñal. Los teléfonos, tanto los fijos como aquellos aparatosos primeros móviles, estaban inoperativos. Nerviosismo, impotencia, preocupación y miedo fueron los sentimientos compartidos por todos los melillenses, ansiosos por tener noticias de sus familiares y saberlos a salvo. Entre tanto, en Averroes y en García Cabrelles se vivían los peores momentos. Personas desaparecidas, vehículos amontonados unos encima de otro y barro, mucho barro por todas partes.

El actual Gobierno de Melilla se ha propuesto demoler íntegramente los antiguos depósitos de agua de Averroes. Las preguntas que surgen son muchas, entre ellas qué se piensa hacer en ese terreno, qué coste tendrá, qué beneficio supondrá para una ciudad como Melilla, cuándo se realizará, por qué, para qué, … muchas cuestiones en el aire que deberían tener respuesta antes de proceder a su realización.

Mientras esto se produce, toca recordar a las once víctimas mortales y mostrar nuestro pesar a sus familiares y amigos, porque aunque hayan pasado 25 años, el recuerdo de lo ocurrido para aquellos que lo vivieron en primera persona, sigue intacto como el primer día.

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Redacción

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