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Tizzi-Assa y el Teniente Coronel Valenzuela (VII)

El texto narra el homenaje fúnebre a los soldados fallecidos en combate en Melilla. Se destaca el funeral en el cementerio, la capilla ardiente, la presencia de autoridades y el traslado de los cuerpos al puerto.
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… Los que conducían el cadáver, aguerridos soldados de la Legión, profundamente impresionados, dejaron correr las lágrimas.

Cumpliendo órdenes del Comandante General de Melilla, al paso del fúnebre convoy, por las posiciones de Cheif, Bufarcut, Dar Drius, Batel, Monte Arruit, Zeluán y Nador, las fuerzas en ellas destacadas rindieron honores al cadáver.

EN EL CEMENTERIO DE MELILLA

El jueves 7 de junio, a las dieciséis horas y treinta minutos, llegó al cementerio de la Purísima Concepción el furgón que conducía el cadáver del heroico jefe.

Cuatro soldados del Tercio trasladaron la camilla a uno de los depósitos, con objeto de proceder al embalsamiento del cadáver. Dicha operación la llevaron a cabo los capitanes médicos Benzo y Santa Cruz.

A poco de llegar el cadáver, hizo acto de presencia en dicho lugar el hermano del finado, capitán de Artillería Joaquín Valenzuela, desarrollándose dolorosas escenas…

En una de las dependencias del cementerio se instaló la capilla ardiente. Techos y paredes fueron cubiertos con la Bandera Nacional. Al fondo, se destacaba el emblema de la Legión.

En el centro, se colocó el severo túmulo, cubierto con paños negros, donde fue depositado el féretro, que era de caoba.

Pendían de las paredes hermosas coronas, enviadas por las distintas banderas del Tercio, tanto de la zona occidental como de la oriental. También del Inmemorial del Rey, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla Nº 2, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas Nº 5 y Cámaras de Comercio y Agricultura.

El Alto Comisario, acompañado del General Castro Girona, coronel Ignacio de Despujol, comandante Asensio y capitán José Pérez de Guzmán, estuvieron por la tarde en el cementerio, dando el pésame al capitán Joaquín Valenzuela y a los familiares del alférez Fermín Alarcón de Lastra.

Después de presenciar el sepelio de cinco soldados de distintos cuerpos, S.E. abandonó el sagrado recinto.

Al conocerse la noticia de la llegada del cadáver del jefe del Tercio, se presentaron en el cementerio el comandante de la IV Bandera, Felipe Figueras Figueras (1), y los alféreces José Casado Bustos  y Manuel Díaz Criado, heridos todos ellos los días 16, 28 y 4 anteriores.

El viernes 8 de Junio a las diez de la mañana, se verificaba el sepelio de los alféreces del Tercio, Sanz Perea y Sendra, presididos por el coronel del Regimiento de Melilla, jefe de la columna de choque del día 5, Gómez Morato, y el comandante del Tercio Enrique Lucas Mercader, que llegó procedente de la posición de Benítez.

Los féretros que guardaban los restos de los citados oficiales fueron envueltos en la bandera nacional.

En la noche de dicho viernes el Comandante General de Melilla, acompañado de su ayudante, el comandante Lances, estuvo en el cementerio velando el cadáver del teniente coronel Valenzuela.

A la capilla ardiente acudieron durante la noche y el día numerosas personas de todas las clases sociales

(1) El comandante Felipe Figueras, era natural de Estella (Navarra). Hijo de Melchor y de Ángela, de 47 años de edad. Cayó herido, el 16 de mayo, al ordenar la colocación de un puesto en Peña Tahuarda, para proteger un convoy a Tizzi Assa. Sufrió una herida por arma de fuego en el pecho con orificios de entrada en la parte anterior a nivel del tercer espacio intercostal derecho y salida al mismo nivel a la izquierda de la columna vertebral. Pronóstico grave. Después de curado de primera intención, ingresó en la enfermería de Dar Drius. El día 20 fue evacuado a Melilla ingresando en el Hospital Docker. Dado de alta el 10 de junio a petición propia, para continuar su tratamiento en su domicilio de Estella.

El bizarro jefe, al caer gravemente herido, recibió un expresivo telegrama del Alto Comisario, interesándose por su salud.

A este despacho contestó el comandante Felipe Figueras con el siguiente: “Las heridas de la Patria no duelen. No merezco, por lo tanto, las pruebas de afecto con que me honra su S.E. ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva el Ejército! ¡Viva la Legión!.

El comandante Figueras se despidió de la Cuarta Bandera que mandaba, en los siguientes términos:

“Despedida a mi bandera. Porque ahora ya puedo llamarla así; y a vosotros, legionarios de la Cuarta Bandera, mis hijos.

Ya sospechaba que me queríais; pero en el momento que tuve la suerte de derramar mi sangre por España, ví en vosotros tan claras pruebas de afecto, que la satisfacción que esto me produjo, unida a la de haber contribuido al tinte rojo de nuestra Bandera, borraron bien pronto el dolor físico de la herida. Y no creed que en esto hay paradoja.

No caí en una ocasión que pueda llamarse gloriosa; pero sí en mi puesto, muy modesto, pero en el que siempre me hallaréis. Cerca de los que de vosotros estabais más expuestos al plomo enemigo.

No sé el tiempo que estaré alejado de vosotros. Si mi deseo pudiera suplir las fuerzas que la herida me resta, no me iría de vuestro lado; y estad seguros de que no tardaré en volver a mandaros; ni un día más de los que sean indispensables a mi restablecimiento.

En mi ausencia, seguid siempre a vuestros oficiales; obedecedlos sin vacilar, que ellos os conducirán siempre, siempre, a la victoria.

Legionarios de la Cuarta Bandera: ¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva el Ejército! ¡Viva la Legión!.- Vuestro comandante, Felipe Figueras.- Enfermería de Dar Drius 19 de mayo 1923”.

En abril de 1925 se le concedió por real Decreto la cruz de 1ª Clase del Mérito Militar.

TRASLADO DE LOS CADÁVERES AL PUERTO

Desde antes de las cuatro de la tarde del sábado día 9, el cementerio de la Purísima Concepción comenzó a verse concurridísimo, como asimismo las calles que conducen a éste.

El público melillense, sin que fueran necesarias excitaciones, quiso rendir un nuevo homenaje a sus héroes, asistiendo espontáneamente a la que había de ser solemne ceremonia de trasladar hasta el muelle los cadáveres embalsamados de los heroicos Valenzuela y alférez Fermín Alarcón.

Poco antes de la hora citada llegaron a la necrópolis nutridas comisiones civiles, militares y de la Armada.

También se hallaban presentes el comandante del Tercio, Sr. Figueras, alféreces de la misma Unidad Srs. Casado, Díaz Criado, Tenorio y Esteban, que se hallaban heridos.

Asimismo, también estaban el comandante Frías y alféreces Bayo y Royo Vilanova del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2, que resultaron heridos en el combate del día 5 de junio.

Poco después de las cuatro de la tarde llegaron el Alto Comisario de España en Marruecos, Sr. Silvela, Comandante General Sr. Martínez Anido, y generales Echagüe y Castro Girona, a los que acompañaban los coroneles de Estado Mayor Ignacio de Despujol y Cándido Pardo, el comandante del crucero «Reina Regente», García Velázquez, el inspector de los servicios de Marina del Protectorado Fernández Almeida, los coroneles Cisneros, Ardazún, Bienzobas y Coll, ayudantes y demás personas del séquito de SS.EE.

También estaban el comandante jefe accidental del Tercio Enrique Lucas Mercader  y comisiones de jefes y oficiales de todos los Cuerpos.

Los hermanos del teniente coronel Valenzuela, el conde de Sobradiel, y el padre del alférez Fermín Alarcón de la Lastra, Luis Alarcón Manescan, que había llegado de Sevilla acompañado de sus otros hijos Fernando, teniente de Regulares de Tetuán, Luis, capitán de Artillería, Manuel, capitán de Infantería y Carlos, recibieron expresivas demostraciones de pésame de las numerosísimas personas que sin cesar invadían el sagrado recinto.

El comandante Enrique Lucas Mercader y capitanes Urzáiz, Carlos Silva y Ortiz de Zárate, procedieron a la organización de la fúnebre comitiva.

A las cuatro y media el capellán del cementerio, Padre Ontiveros, rezó un responso ante los cadáveres de Valenzuela y Alarcón. Seguidamente se procedió al traslado de los féretros a los armones  de Artillería que habían de conducirlos al muelle.

El traslado lo efectuaron a hombros los oficiales del Tercio  que allí se encontraban, organizándose en la puerta del cementerio  el séquito. Allí, como al principio decimos, se hallaba estacionado un inmenso gentío, del que formaban parte todas las capas sociales.

Poco antes de las cinco de la tarde quedó organizado el cortejo.

Abría la marcha el clero castrense, integrado por los capellanes: de Ingenieros, Luis León; de la Brigada Disciplinaria, Jesús Martínez; del Tercio, Julián Muñoz; Hermanos de la Doctrina Cristiana, y todos los capellanes castrenses que se encontraban en Melilla.

Seguían los armones de Artillería, llevando los cadáveres del alférez Alarcón y teniente coronel Valenzuela.

Ambos féretros iban envueltos con la bandera nacional.

En tres automóviles, adornados con banderas nacionales, se veían infinidad de coronas entre las que, además de las dedicadas al alférez Alarcón por su padre y hermanos, de la Legión y Segunda Bandera, destacaban las siguientes:

Del Excmo. Sr. Conde de Sobradiel, del Excmo. Sr. Marqués de Polavieja, del regimiento de Infantería de Melilla nº 59, del regimiento de Artillería, de Caballería, del Servicio de Aviación, del coronel jefe de la columna de Tafersit, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Melilla nº 2, del Grupo de Fuerzas Regulares Indígenas de Alhucemas nº 5, de la Cámara de Comercio y de la Cámara Agrícola de Melilla, de la Comandancia de Ingenieros de Melilla, del Inmemorial del Rey, de la Comandancia de Intendencia y del Jardín Valenciano.

Las cintas del féretro del teniente coronel Valenzuela eran llevadas por los capitanes del Tercio, Ortiz de Zárate y Manuel Tuero; comandante de Aviación, Rueda; capitán de Artillería, Valcázar; capitán de Ingenieros, López Lara; capitán de Caballería, González; auditor de segunda, Sr. Socasan; capitán de corbeta, Barreto; capitán médico del Tercio, Torrecillas; capitanes de la misma unidad, Carlos Silva, Urzáiz, Cazueco y Asenjo; y tenientes, también del Tercio, Espejo y Gallego.

Llevaban las cintas del féretro del alférez Fermín Alarcón, los alféreces del Tercio, hermanos Eyaralar; tenientes de la misma unidad, Alfonso de los Reyes e Imaz; capitán médico del Tercio, José Rocando y teniente de navío, Rodríguez.

Daba guardia a los féretros una sección del Tercio.

Seguía la presidencia del duelo, formada; por el Alto Comisario, Sr. Silvela; Comandante General de Melilla, Martínez Anido; generales Echagüe y Castro Girona; comandante del «Reina Regente», García Velázquez; hermanos del teniente coronel Valenzuela, Joaquín y Enrique; el padre del teniente Alarcón y su otro hijo, el capitán de Artillería, Luis Alarcón; comandante accidental del Tercio, Enrique Lucas Mercader; y el interventor de Marina de la Alta Comisaría, Fernández Almeida.

A continuación marchaban millares de personas, pudiendo decirse que Melilla entera estaba representada en la fúnebre comitiva, no recordándose manifestación de duelo tan grandiosa.

Del elemento civil, se hallaban representados la Junta de Arbitrios, Junta de Fomento, Cámaras de Comercio, Agrícola y de la Propiedad, Asociación de Propietarios, Correos, Telégrafos, Intervención del Puerto Franco, jueces de Instrucción y Municipal, Comunidad Israelita, representaciones de la Prensa Local, y en fin, de todas las entidades oficiales y particulares.

Entre las comisiones militares formaban la de los barcos de guerra «Bonifaz», «Reina Regente» y guardacostas «Arcila» y » Lucus».

E1 comercio cerró sus puertas al paso de la luctuosa comitiva, uniéndose al sentir general.

En todas las calles, y especialmente en la de Alfonso XIII (actual Avenida de D. Juan Carlos I) y Plaza de España, se agolpaba enorme gentío, costando gran trabajo abrirse paso.

En último término marchaba un piquete del Tercio, al mando del teniente Virgilio García, y los cuatro oficiales de dicha unidad, que se hallaban heridos, nombrados anteriormente, y unos cincuenta legionarios, que también estaban heridos.

Durante el paso de la fúnebre comitiva, la banda del Regimiento de San Fernando que dirigía el músico mayor, Sr. Dorado, interpretó adecuadas composiciones.

Al pasar frente a la iglesia del Sagrado Corazón y capilla Castrense y al llegar al muelle, se entonaron solemnes responsos por el clero antes citado.

En este último lugar, todas las fuerzas que se hallaban allí formadas rindieron honores al cadáver del heroico teniente coronel Rafael Valenzuela, presentando armas e interpretando las bandas de música la Marcha Real, siendo el momento de intensa y patriótica emoción.

Se hallaban formados el Batallón de Melilla al mando del teniente coronel Hernández Pérez, una compañía de Ingenieros mandada por el capitán Reixa, una batería de la Comandancia de Artillería al mando del capitán Pérez Fernández, una compañía de Intendencia al mando del capitán Selles, y un escuadrón de Farnesio mandado por el capitán Samaniego.

El gentío que invadía los muelles y los torreones de la parte alta de la ciudad antigua, poseído de indescriptible emoción, no cesaba de vitorear a España, al Ejército, al Rey y a la Legión.

IMPOSICION DE LA MEDALLA MILITAR

Las fuerzas formaron el cuadro, presentando armas, mientras las bandas de música proseguían interpretando la Marcha Real.

El coronel jefe de Estado Mayor de la Comandancia General de Melilla, Cándido Pardo, procedió a dar lectura a la orden de la plaza del Comandante General, que lo era interinamente el día 7 el general Echagüe, concediendo la Medalla Militar al heroico teniente coronel jefe del Tercio, Rafael Valenzuela.

Seguidamente el Comandante General Sr. Martínez Anido, pronunció las siguientes breves y vibrantes palabras:

«Soldados:

Delante del cadáver del heroico teniente coronel Valenzuela, que murió cubriendo su nombre de gloria en defensa del honor de España, debemos todos jurar, como buenos españoles, dar la vida por la Patria, si llegara el momento.

Ante el cadáver del glorioso Valenzuela, gritemos:

¡Viva España! ¡Viva el Ejército! ¡Viva el Rey! ¡Viva la Legión!”

El gentío y las fuerzas que se hallaban formadas en tan solemne momento, contestaron clamorosamente los entusiastas y patrióticos vítores.

Terminó el ilustre Comandante General, diciendo que, aunque era su deber colocar la Medalla Militar sobre el féretro del heroico teniente coronel Valenzuela, declinaba dicho honor en el general Echagüe, que fue quien dirigió los gloriosos combates donde sucumbió el valeroso jefe del Tercio.

El general Echagüe se aproximó al lugar donde se hallaba el féretro, y procedió a colocar sobre éste las insignias de la honrosa condecoración.

A1 hacerlo, el general segundo jefe dijo: «En nombre de la Nación, impongo al teniente coronel Valenzuela la Medalla Militar»

Terminó diciendo: «E1 mayor honor, y la más grande satisfacción de mi vida, ha sido la de imponer la Medalla Militar al teniente coronel Valenzuela. ¡Viva el Ejército! ¡Viva España! ¡Viva la Legión!..

(Continuará)

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José Antonio Cano

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