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Tizzi-Assa y el Teniente Coronel Valenzuela (V)

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… EL AVANCE

Los harqueños habían cambiado, desde hacía ya tiempo, su sistema de ataque a los convoyes. Fue en un principio la partida suelta, el pequeño grupo de hombres agazapados tras algún accidente natural, que espera la llegada del convoy y le ataca confiando principalmente en la sorpresa. Sus golpes eran efectivos, pero de escaso alcance; interrumpían la marcha por unos momentos, mataban algunas acémilas o llegaban a apoderarse de algunas cargas, pero el grueso del convoy llegaba a su destino. La protección de los convoyes era buena, pero el enemigo era muy hábil en la ocultación y sabía desde siempre aprovechar al máximo la protección que podía ofrecerle una piedra. Estos hombres, parapetados, quietos tras de su muro, eran auténticos nidos de fuego que no se podían apagar más que por un enérgico procedimiento.

La táctica había variado; era conveniente sacrificar el efecto de sorpresa a una mayor efectividad de la acción, para ello ya no se trata de grupos de escaso número, ahora son contingentes importantes que se fortifican en puntos dominantes, paso obligado del convoy…

Saben que las fuerzas que lo protegen habrán de venir a ocupar estas alturas y para ello se verán forzadas a librar un auténtico combate.

Cualquier éxito en la resistencia que los harqueños van a ofrecer desde sus fortines será una posibilidad de dar al traste con los propósitos de abastecimiento que anima al convoy.

El citado día 5 de junio el avance para abastecer a todo el sector de Tizzi Assa se desarrolló de la siguiente forma: La operación la dirigió el Coronel del Regimiento de Caballería Alcántara Jefe de la zona de vanguardia Emilio Fernández Pérez, que tomó el mando de todas las fuerzas y se estableció  en la posición de Bu Hafora, distribuyendo las columnas que tomaron parte en los combates de esta manera:

La 1ª Columna, mandada por el coronel Alfredo Coronel Cubria, con las Idalas, un Tabor de Regulares y el Gum en vanguardia, subió sin tener seria resistencia a la loma situada al este de Peña Tahuarda, constituyendo así el flanco derecho de la extensa línea de combate.

La 2ª Columna, mandada por el coronel Agustín Gómez Morato, en cuya vanguardia iban las Banderas Primera, Segunda y Cuarta del Tercio al mando del teniente coronel Valenzuela, y los Regulares, dejó a la izquierda el campamento de Bu Hafora, atravesando el barranco de Hel-li, y siguió por el camino que antes hemos mencionado, hacia Peña Tahuarda, hasta donde llegó, con sólo algunos disparos lejanos. Tenía esta columna como objetivo dominar el barranco y poblado de Iguermiren y de otro barranco que se reunía en aquel punto.

La 3ª Columna, mandada por el coronel Francisco Ruiz del Portal, desplegó, siguiendo como directriz de su marcha el camino antiguo del convoy, ocupando la Loma Roja o Cuesta Colorada y el poblado de Bu-Hafora, entablando contacto con el enemigo.

Esta columna llevaba los carros de asalto de Artillería e Infantería y tenía por misión batir toda la parte llana para evitar que el enemigo cayera sobre el convoy, que marchaba detrás de la columna Gómez Morato.

La columna del coronel Ángel Morales Reinoso, que formaba la extrema izquierda, se subdividió en dos: una que subió por Sidi Talha y Sidi Haya y descendió por las alturas de Bu-Cherit hacia el puesto por donde pasa el camino que comunica la hoyada de Tafersit con Beni Bu Yahi, cubriendo el frente hasta el barranco de Fersit; y la otra media columna, al mando del teniente coronel Luís Vazquez del Valle, que avanzó por el llano entre este barranco y el de Bu Hafora, enlazando con la del coronel Ruiz del Portal.

Como era normal en las campañas de Marruecos, el enemigo esperaba el paso del convoy. Era lo único que le interesaba y, sobre todo, por el efecto moral que causaba a las tropas sitiadas.

Por este motivo las tropas avanzaron sin ningún contratiempo en la primera parte de las operaciones. El problema surge cuando el convoy, muy lento en sus movimientos y sin capacidad de defensa, comienza a desplazarse por caminos de «cabra», tanto por el interior de barrancos como por laderas al borde de precipicios.

SE GENERALIZA LA LUCHA Y LLEGADA DEL CONVOY A LAS POSICIONES

Las columnas han llegado a sus objetivos sin problemas de grandes acciones, solamente tiros aislados. El problema surge cuando hay que desalojar al enemigo de sus trincheras para que pase el convoy, la presa más codiciada por ellos.

Las tres Banderas del Tercio, la Primera, Segunda y Cuarta, que se habían concentrado el día 4 en Tafersit y que como hemos relatado anteriormente fueron revistadas por el Jefe del Tercio teniente coronel Rafael Valenzuela, operaban de la siguiente manera: La Primera y Segunda llegan sin problemas a sus objetivos, que en esta ocasión era la posición de Peña Tahuarda.

Una vez pasada esta y cuando se dirigían a Benítez y al pasar cerca del morabo de Sidi Hamed el Filah y viendo a los Regulares en una apurada situación, debido a la gran resistencia que el enemigo le ofrece en el barranco de Iguermiren, se adentran en éste para intentar desalojarlos, pero los harkeños se encontraban bien atrincherados.

El enemigo para defenderse de la aviación y evitar ser descubierto por sus observadores, se había refugiado en el fondo del barranco donde se había fortificado en trincheras, pozos de tirador y cuevas. Este barranco, además de su protección natural, estaba certeramente protegido desde una de las laderas ocupadas por fuerzas que lo batían en toda su extensión.

El coronel de la columna, Gómez Morato, que se encuentra en la posición de Benítez, o bien no ve la detención de los Regulares, o sólo ve la detención de las Banderas legionarias.

Tiene el cornetín de órdenes junto a él y le dice que toque ataque general. Los Regulares posiblemente no lo han oído o bien no pueden continuar ya que sus bajas son muy numerosas.

El teniente coronel Valenzuela da orden a su cornetín, quien tras la contraseña de «¡Legionarios a luchar, legionarios a morir!», toca paso de ataque para la Legión.

Las compañías de la Legión se adentran en el barranco, mientras otras unidades les apoyan con sus fuegos. Los harqueños huyen y son perseguidos por los hombres del Tercio. Entonces entra en acción el fuego eficacísimo de los puestos de la ladera. La maniobra estaba bien a la vista: dejar entrar toda la fuerza en el fondo del barranco para desencadenar el fuego.

Lo que allí ocurrió a partir de aquel momento, ni aun testigos presenciales de la gesta fueron capaces de describirlo.

Valenzuela arenga a las guerrillas. El combate se convierte en una serie de luchas donde el «cuerpo a cuerpo» se hace necesario. El fondo del barranco es un verdadero hormiguero. El teniente Federico de la Cruz Lacaci (obtuvo en el combate la preciada Cruz Laureada de San Fernando y posteriormente murió en el cautiverio de Alhucemas en 1925) con el alférez Eyaralar y unos pocos de hombres de la Cuarta compañía, pasa los barrancos de Iguermiren y continúa hasta Loma Rocosa, ayudado en su flanco izquierdo por los ataques a la bayoneta que da el capitán Casaux, al frente de la 14ª Compañía de Fusiles de la Segunda Bandera, en las Lomas de las Piedras (conocida posteriormente como posición de Loma Rocosa), cerca del “Pilón de Azúcar”. Instantes después de desalojar al enemigo de sus posiciones murió acribillado a balazos. Como es lógico suponer, con este ataque realizado por el fondo del barranco la pretensión era sacar a los rebeldes de las trincheras y pozos de tirador a punta de bayoneta.

Los centenares de muertos que se produjeron en el interior del barranco existente al pie de la Loma de las Piedras y que confluye con el de Iguermiren, provocó que en el futuro se bautizara como Barranco de La Muerte.

Las bajas son numerosas y sensibles: Teniente coronel Valenzuela, capitán Pedro Casaux, tenientes Justo Sanz Perea, Pablo Sendra Font, José Subirán Pinillos y González Cruz… En total más de 146 muertos y 309 heridos.

También en estos combates destacó y cayó herido el teniente Fernando Lizcano de la Rosa (posteriormente, por los hechos ocurridos en Sidi Mesaud el 10 de mayo de 1924, le fue concedida la Laureada de San Fernando).

Quien haya tenido oportunidad de admirar el bello cuadro de Bertuchi, cuyo título es «Muerte del teniente coronel Valenzuela», podrá darse perfectamente cuenta de la grandiosidad del épico momento.

El momento más culminante fue entre las diez y once de la mañana. Valenzuela que marchaba al frente de la Segunda Bandera y que levantando la gorra animaba a sus legionarios, recibió, cuando más enconado era el combate, un balazo en el vientre y otro en la frente, que le arrancaron instantáneamente la vida.

Un supremo esfuerzo del Tercio y Regulares, cuando ya están cercanos a la posición de Benítez, dejan libre el paso del convoy a esta posición.

Aproximadamente a las once de la mañana llegó el convoy a la posición de Benítez. El momento fue emocionante: los vivas a ESPAÑA eran ensordecedores y los jefes, oficiales y tropas que guarnecían la posición y los de la Columna, se abrazaron rebosantes de entusiasmo. Se había conseguido la parte principal del objetivo.

Desde Benítez continuó la marcha de las fuerzas y convoy para aprovisionar las posiciones de Viernes, Collado y las del sector de Tizzi Assa, después de desalojar a los enemigos de sus últimas trincheras.

Mientras se aprovisionaban las diversas posiciones y eran evacuados de ellas los heridos y enfermos, en todo el frente se combatía sin tregua ni descanso.

Cada grupo de legionarios se conecta a un Oficial, sea o no de su Unidad, y cargan contra el enemigo con un coraje arrollador.

Sería interminable relatar la serie de brillantes episodios, de actos de heroísmo y rasgos de valor de que dieron constantes pruebas todas las fracciones de las tropas.

Los muertos era preferible no retirarlos, porque la evacuación de las bajas siempre ocasionaba otras, por lo que no era rentable sacrificar a un vivo por retirar a un muerto.

Los aviadores, volando bajo; legionarios, regulares, indígenas, batallones de la guarnición y expedicionarios, zapadores, todos, dirigiendo certeramente el fuego y luchando al arma blanca en diversos sitios; los carros de asalto, los camiones blindados; la artillería de acompañamiento y los obuses, batiendo con gran precisión los lugares en que se encontraban los rifeños; la caballería que también tuvo necesidad de intervenir; todos, en fin, rivalizaron en sus especiales cometidos y con arreglo a las circunstancias de ocasión y momento.

También desde Dar Quebdani salieron tres columnas, que en unión de tropas de la Mehalla y la harka de Beni Said, mandada por el caid Amar-Hucheen, ocuparon el frente desde Ben Tieb hasta Afrau.

Después de cumplidos los diversos objetivos, comenzó el repliegue de todas las columnas, a excepción de la segunda, la del coronel Gómez Morato.

Como nadie ignora, es siempre este el momento en que el enemigo demuestra mayor acometividad, y una vez más así se comprobó, pues al darse cuenta de que comenzaba el movimiento retrógrado, acumuló cuantos combatientes habían permanecidos ocultos en las cercanías del campo de la lucha.

Nuestras tropas fueron agredidas en esta parte de la operación, que no obstante ser la más difícil, se realizó con todo orden, llegando las columnas en perfectas condiciones al campamento de Tafersit.

La columna del coronel Gómez Morato, que llevó la parte más dura del combate, quedó vivaqueando junto a la posición de Benítez con el fin de impedir nuevas agresiones a los convoyes que se realizarían en días sucesivos y también para retirar los muertos que quedaron sobre el terreno.

Queriendo rendir un último tributo a los que murieron en el combate del día 5, las nuevas posiciones fueron designadas con los nombres de Valenzuela, con las avanzadillas al Este y al Oeste, de Sendra, Casaux y Subirán.

SOCORRO AÉREO DE TIZZI ASSA

Los importantes éxitos de las tropas españolas se veían con frecuencia malogrados por decisiones políticas tomadas en Madrid, deteniendo a las tropas cuando estaban a punto de obtener éxitos decisivos, produciéndose situaciones muy peligrosas al quedar las fuerzas desperdigadas por los montes, en posiciones aisladas entre sí, con aguada difícil en muchas ocasiones, a las que era necesario suministrar regularmente, con largos convoyes que habían de superar una difícil orografía muy propicia al enemigo para oponerse al paso de aquellos, con el consiguiente desgaste de tropas para su protección. Con frecuencia quedaban las posiciones sitiadas por los moros, siendo necesario mantenerlas suministradas hasta tanto -a veces luego de duros y cruentos combates- las fuerzas abrieran paso al convoy.

Cuando se producían situaciones de éstas, era la Aviación la que se encargaba de mantener a la sitiada posición provista de lo necesario -municiones, víveres, medicamentos, hielo, pienso para el ganado y tantas cosas más- en arriesgados vuelos rasantes para precisar la caída de las cargas dentro del reducido perímetro de aquélla, maniobras en las que los aeroplanos recibían numerosos impactos de fusil y ametralladora de los sitiadores, se producían muertos y heridos a bordo, y eran derribados con más frecuencia de la deseada.

Esta necesidad de abastecer a las posiciones asediadas, fue importantísima, y exigió un esfuerzo titánico de los aviadores. Fueron a lo largo de la campaña especialmente duros los abastecimientos aéreos a Tizzi Assa y Tifaruin, logrando que se mantuvieran estas posiciones, pagando los aviadores un caro tributo. En ocasiones el esfuerzo hubo de ser sobrehumano, tanto en las tripulaciones como en los equipos de tierra, ya que el número de posiciones sitiadas era grande.

En los periodos en que el frente estaba tranquilo, y Abd el Krim aseguraba a los suyos que era porque él había parado a los españoles, era la Aviación la que en vuelos por el interior del territorio insumiso, atacando y disolviendo zocos, y destruyendo aduares y cosechas, mostraba a los indígenas que España estaba allí y no tardaría en hacer ver todo su poder…

 

(Continuará)

 

Bibliografía en el último capítulo

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José Antonio Cano

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