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El rincón de Aranda

Sobre los comentarios del aniversario del estatuto de Melilla

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Leyendo los comentarios que seis políticos locales hacen, recordando la aprobación del Estatuto de la Ciudad, la verdad es que sus palabras me han parecido muy “blancas”, como muy bizcochosas, y almibaradas, pero claro en eso cada uno es como es, y ya está.

Comenzando por el Presidente Imbroda, dice que recuerda la “apetencia política” que había desde hacía años, cuando se quedó descolgada, junto a nuestra hermana Ceuta, en los años 70, de Andalucía, en las preautonómicas de esa región. Para El Barkani, “como para muchos melillenses, fue un gran día que marcó un importante paso de cara al progreso de la ciudad”.

A Antonio Gutiérrez, le pareció un “momento agridulce”, porque dejó preparado todo el Estatuto de Autonomía, y se le sumaba su “decisión de dejar la política”. ¿Y por qué no lo dejó usted, hombre de Dios?; con lo bien que podría estar ahora en su bien ganada jubilación de la honrosa profesión del dios Asclepio; claro que como dijo el Padre Astete: “Eso no me lo pregunte a mí que soy ignorante. Doctores tiene la Santa Madre Iglesia que os sabrán responder”. Bueno pues que se lo pregunte otro, a mi me da apuro.

Mari Carmen Dueñas, dice que entonces “era una melillense en la distancia”, porque vivía en Sevilla, trabajando como abogada: “Unieron voluntades pensando, por encima de todo, en la ciudad”. Y yo creo que ahora también debieran unir voluntades, y no despotricar constantemente los unos de los otros, ya que el “…y tú más”, apesta a alcantarilla abierta en pleno estío.

Gloria Rojas, agarrando con fuerza la escoba de rama de sorgo, recuerda que sus padres hablaban del tema en su casa; y a continuación, barriendo para la “Casa del Pueblo”, dice: “…Fue un cambio cualitativo muy grande para una ciudad pequeña como es Melilla, que se alcanzó con un gobierno socialista. Anda ¡eh!. Y ahora que venga Pedro Sánchez y lo diga mejor.

Y Aberchán dice que vivió aquéllos momentos como un ciudadano de a pié, recordando la “Marcha Azul”, movimiento que reivindicaba el Estatuto. Pero claro faltaba, “obviamente una incrustación (incrustación: acción y efecto de cubrirse una roca, un animal, o un vegetal, con una costra de sustancia mineral abandonada por el agua que la contiene en disolución), importante en la otra cara de esta ciudad, que ha sido marginada durante tanto tiempo y hoy está en disponibilidad de exigir, (exigir: pedir una cosa quien tiene derecho a que se la den, y él creo que carece de ella), y reivindicar su inclusión, que es la cultura amazigh”. Y ahora yo, como un españolito normalito, y con todo el derecho que me da la Carta Magna, le digo por enésima vez, que esa cultura es extranjera, marroquí, y que se lea el art. 5º- H, del Estatuto de Autonomía de Melilla en el que se puede leer: “La promoción y estímulo de los valores de comprensión, respeto y aprecio de la pluralidad cultural y lingüística de la población melillense”. Y también, para adornar la cosa históricamente, le recuerdo que cuando nuestro Carlos III, le formuló una reclamación territorial a Sidi Mohamed (el que puso sitió a Melilla 1774-1775), éste le contestó: "…. Hacer más lo prohíbe la ley, sujetémonos a lo que desde la antigüedad teníamos". Fíjense, si entonces Sidi Mohamed, ya reconocía la españolidad de los territorios que España poseía en África, también en la actualidad el Estado Español, igualmente reconoce, por medio del Estatuto de Melilla, la pluralidad cultural y lingüística de la población oriunda del Rif, Marruecos, en nuestra ciudad.

Por parte de estos señores, se que es un anguñó (anhelo), pero por mucho que la alachingüeren (alarguen), la echastra (ley), y el armorojí (Estado) se lo impiden. Así que mi menda, estaría tocando el Arí (arpa), a la parín (sombra), esperando que una andorí (golondrina) se convierta en currucú (cuervo). Como habrán podido leer, esto último es para poner una nota de humor, por si algún gitano melillense lo lee, esperando arrancarle una sonrisa,…. ¡qué menos!; ya que también, ellos se merecen la “promoción y el estímulo de los valores y comprensión”, por parte de todos nosotros; porque el idioma caló, también conocido como zincaló o romaní ibérico, es una lengua variante del romaní, subgrupo ibérico/occidental; idioma que se originó por la sustitución lingüística de la lengua original gitana, el romaní, por las lenguas romances de su entorno, fundamentalmente, el castellano; y a pesar de ser tan española como el bable, el gallego o el catalán, las medidas para su protección son más bien escasas.

Que tengan un buen día.

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