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La cáscara y el fruto

Salât at-Tarawih en la zawiya de sidi Muhammadi

Zawiya de Sidi Muhammadi de Cerro Palma Santa.

Decía Shams ud-Din Mohamad Hafez (1320-1389) uno de los grandes del tasawwuf en uno de sus poemas referido al mes sagrado de Ramadán: “Ahora es tiempo de saber que todas tus acciones son sagradas / ¿Por qué no considerar una tregua definitiva contigo mismo y con Allah?…

Todos los años, por estas fechas del mes sagrado de Ramadán, las mezquitas melillenses se engalanan y acondicionan para celebrar el tradicional Salât at-Tarawih. Como es sabido en Ramadán la ‘ibada (adoración) no termina con la caída del sol sino que cambia su forma pasando del saum (ayuno), que acompaña en la vida del día, al Salât que alumbra a la noche y la aviva, y esto se consigue mediante Salât at-Tarawih”. En este orden de cosas las mezquitas procuran tener, ocasionalmente, al imam con la mejor voz posible, el mejor reclamo para atraer el mayor número de asiduos. Bien es sabido que la lectura salmodiada del Sagrado Corán, es una de las artes más preciadas y admiradas entre los propios musulmanes. Un arte en el que no sólo la memorización impecable del sagrado Corán es imprescindible, sino también la tenencia de una voz portentosa y convenientemente educada que haga justicia a los versos coránicos que se irán desgranando cada uno de los días del mes de Ramadán.

Pues bien, este año, a nuestro leal entender, es probable que la mejor voz de Salât at-Tarawih la estén disfrutando aquellos que tienen a bien hacer este salat en la zawiya de sidi Muhammadi Ben Hach Tahar, ubicada en el Cerro de Palma Santa. Desde la quietud embelesante sidi Erryhany Muhammad, oriundo de la ciudad santa de Fez, la ciudad que más awliya (santos) ha dado al mundo, consuma Salât at-Tarawih con una maestría impecable, brillante, magistral… Con la modalidad o recitación denominada qira’ha (lectura) magribiya, ejecuta una lectura pausada, profundamente emotiva y sosegada, traslada al oyente a las laderas espirituales y paradisíacas, siquiera fugazmente, que tanto anhela el alma desventurada.

Sin duda, tal cual fundamentan las sagradas escrituras del Islam, nada es casual o fortuito, todo responde a unos designios preestablecidos y concordantes. Sidi Erryhany Muhammad pertenece a una familia de fuqará (sufíes), maestros del adab (magnificiencia en el trato humano) y la humildad inherente, de ahí su desbordante espiritualidad que contagia todo lo que lo circunda. Decía sidi Yalal ad-Din Rumi en su Masnavi “Cuando una lámpara se ha encendido con la llama de una vela, todo el mundo que ve la lámpara está viendo ciertamente la vela. Contempla la luz de Allah de la lámpara de los santos o bien contempla la de la vela de los que les precedieron”. De ahí a que nuestro Sháij Sidi Ahmad al-'Alawi nos advirtiera que “No hay ni un átomo en la existencia, que no lleve uno de los nombres del Maabud (Adorado)”. Ciertamente un ángel vuelve a posarse en la zawiya de sidi Muhammadi. Alhamdulillah.

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