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Rachid M. Hammú: “La lentitud de la justicia es una de las cuestiones más desagradables de nuestra profesión”

Rachid Mohamed Hammú 1
(Autor: Rachid Mohamed Hammú (FOTO @lmgomezpozo))

Abogado, fiscal y juez: Rachid Mohamed Hammú comparte sus experiencias en diferentes roles.

 

El abogado melillense Rachid Mohamed Hammú ha cumplido este mes, concretamente el 16 de diciembre, 20 años como abogado. Dos décadas que le han permitido ejercer distintas labores en la justicia, primero como fiscal, posteriormente como juez y en su mayor parte letrado. Con ocasión de este aniversario, MELILLA HOY entrevista a este profesional abordando distintos aspectos, tanto a nivel personal como colectivo.

–La primera pregunta es obligada: ¿Por qué se decantó por el Derecho?

Difícil pregunta. Me encantaría decir que por vocación y quedaría genial, pero creo que no. Cuando terminé bachiller tenía varias opciones, y quizá escogí el camino más práctico, la carrera que en su momento me podría ofrecer más oportunidades laborales. Me llamaba la atención ser abogado, pero no era una opción excluyente. La vocación me llegaría una vez iniciada la carrera, porque sí que es verdad que conforme pasaba el tiempo iba conectando más con el derecho y la pasión por estudiarlo y conocerlo crecía. Prueba de ello es que ya ejerciendo de abogado obtuve el título de Doctor.

 

–En estas dos décadas de profesión que acaba de cumplir, ¿lo que se ha encontrado en este mundo judicial era lo que esperaba o cada día hay motivos para sorprenderse? ¿Ha cambiado mucho el escenario jurídico o todo sigue igual?

La realidad del ejercicio de la abogacía y del funcionamiento de la administración de justicia dista mucho de esa idea romántica que adquirimos fundamentalmente a través de la filmografía. Y cada día en esta profesión es diferente, los asuntos son diferentes, cada ciudad en la que ejerces es diferente y la legislación cambia constantemente. Después de 20 años me he dado cuenta de que no puedes relajarte, nunca llegas a tener todo bajo control. Muchas veces tengo la sensación de que aún estoy empezando.

Hemos sufrido una revolución tecnológica que ha afectado a la administración de Justicia, en la forma de trabajar, en la forma de comunicarnos. Disponemos de muchísima información y al alcance de cualquier ciudadano, además del fuerte impacto que tienen las redes sociales. El derecho y la administración de justicia han llegado a la casa de todos. Es frecuente mantener reuniones con clientes que ya te traen el diagnóstico y la solución de su caso con la información que le ha ofrecido Google. A veces incluso se inician debates jurídicos y tratar de convencer a alguien de que interpretó mal lo que decía Google no es fácil después del esfuerzo que hizo.

 

–A usted se le puede aplicar el refrán de “antes que cocinero fue fraile” porque ha sido fiscal, juez y abogado. ¿En cuál de estas tres importantes funciones se ha sentido mejor, más cómodo o más realizado?

Realmente nunca he dejado de ser abogado. Mi paso por otras profesiones jurídicas ha sido ocasional, y han sido experiencias muy enriquecedoras. Ha sido un lujo para mi formación. Ejerciendo de juez o fiscal he aprendido muchísimo, he conocido a grandes personas, y sobre todo me ha dado una visión sobre el funcionamiento de la administración de Justicia que me sirve mucho en mi labor como abogado.

El trabajo más cómodo para mi ha sido el de fiscal. La fiscales son jerárquicamente dependientes, y disponen de un sistema de control que te hacen sentir más seguro. Las fiscalías funcionan como equipos de trabajo. Reconozco que fue algo difícil porque en ese momento tenía 27 años y poco recorrido práctico. De hecho fue allí donde adquirí más rodaje.

Quizá el más difícil es el de ser Juez, precisamente por esa independencia judicial. Tienes la obligación de resolver todo aquello que se te plantea, y además debes hacerlo sólo.

Pero donde más realizado estoy es en la abogacía que es la profesión que elegí. Es una profesión libre e independiente, en todos los sentidos. Además es la única que ofrece una parte más creativa, porque tienes que decidir cómo plantear jurídicamente cada asunto, y en otros casos decidir la estrategia de defensa.

 

–También quiso en su momento representar a sus compañeros presentándose a unas elecciones a Decano del Colegio de Abogados. ¿Todavía le queda tiempo para estos retos? ¿Qué enseñanza extrae de esa experiencia?

Sigo pensando que el cambio era necesario y que he podido aportar cosas interesantes a nuestra profesión. Los compañeros decidieron que no, y yo soy sumamente respetuoso con la decisión de la mayoría. Me presenté a las elecciones hace 5 años y asumí que si salía elegido me implicaría un cambio de vida. En la actualidad no dispongo de tiempo y no sería capaz ni de preparar una campaña electoral. A pesar de no ser elegido, presentarme me aportó cosas buenas porque me obligó a estudiar con detalle las necesidades de la profesión, recibí muchas muestras de afecto y apoyo por parte de la sociedad, y no debo ocultar que también me sirvió como campaña de marketing, porque mucha gente me conoce por haberme presentado a las elecciones.

 

–Usted no se ha quedado ejerciendo su profesión solo en Melilla, sino que ha abierto campo en otros puntos de España como Madrid, Canarias y Málaga, fundamentalmente Marbella. ¿Qué le llevó a aceptar este reto?

Yo no elegí las ubicaciones. Iba más interesado y enfocado en un determinado tipo de casos que la Ciudad de Melilla no me podía ofrecer y para ello tuve que aceptar la defensa de asuntos en distintos lugares de España. Poco a poco fui sumando más clientes y adquiriendo más presencia en lugares como Canarias o Málaga

 

–Su entorno profesional es noticia, desgraciadamente, por la situación de interinidad del Consejo General del Poder Judicial, su supuesta politización y, en otros tiempos, la actuación de los llamados ‘jueces estrella’. ¿Tiene solución lo que está ocurriendo en la Justicia española? ¿Cuál es su análisis de la misma?

No, no tiene solución. No puede tenerla. La separación de poderes de manera absoluta es una utopía. Los jueces están sometidos al imperio de la ley, y la ley viene de las Cortes Generales, es decir, de la política. Además todos cobran de una misma fuente, el dinero de los ciudadanos que es gestionado por el gobierno. Y tan reprochable es la politización de la justicia como la judicialización de la política, pues hemos visto como últimamente los jueces a través de diversas iniciativas han intentado influir en la actividad política, y creo que no les corresponde; también hemos visto como decisiones judiciales determinan el futuro político de algunos gobiernos.

En la opinión pública ha calado que los jueces son los buenos y los políticos son los malos, porque la crítica a la conducta de un juez se califica como un ataque a la independencia judicial, y ambos, deben estar sometidos a la misma intensidad de crítica, como servidores públicos que son.

 

–Siempre se ha dicho que “una justicia lenta no es justicia”. ¿Cómo afronta un procedimiento judicial teniendo en cuenta la dilación de los mismos y cómo se lo plantea al cliente?

Esta es una de las cuestiones más desagradables de nuestra profesión. Nos toca dar explicaciones a los ciudadanos que no nos corresponden. La lentitud de la justicia se ha convertido, más que en una patología, en una norma de conducta. Seré criticado por esto, pero creo que las dilaciones en la tramitación de los procedimientos se han institucionalizado bajo el pretexto de una carencia de medios materiales y humanos, que puede ser cierto, pero a veces también se trata de una cuestión de actitud y responsabilidad. Y no me estoy refiriendo precisamente a jueces o fiscales.

 

–El Decano de los Jueces en Melilla ha propuesto la creación en la ciudad de un sexto juzgado de primera instancia e instrucción, lo que sería el Juzgado mixto número 6 de Melilla, para que la situación se asimile a la de su vecina Ceuta. ¿Qué le parece a usted la propuesta?

Toda medida que ayude a descongestionar los juzgados y a la mejora de la calidad de la administración de justicia me parece bien. Pero también creo que debe hacerse un planteamiento más global, pues me resulta difícil entender que sólo exista un Juzgado de lo Social en la Ciudad, frente a 3 Juzgados de lo Contencioso Administrativo. Por cierto, Ceuta tiene 2, puestos a comparar.

Apuesto por la separación de jurisdicciones en la ciudad y que los Juzgados dejen de ser mixtos. No creo que sea muy eficiente que un juez que está investigando una causa de crimen organizado, o tenga que controlar la ejecución de una orden de protección en materia de violencia doméstica, a la vez deba atender asuntos de mucha menor trascendencia como puede ser una reclamación de cantidad de 100€.

 

–Usted es responsable del despacho de abogados Lazaar en Melilla. ¿Se notaron los efectos de la pandemia en el devenir diario? ¿También el cierre fronterizo? ¿Hubo incremento en el volumen de trabajo o experimentó una disminución del mismo?

Tanto la pandemia como el cierre de la frontera han tenido efectos devastadores en la economía de la ciudad y en la actividad empresarial, y eso se ha notado en todos los ámbitos. El volumen de trabajo en los despachos ha disminuido considerablemente, así como el del turno de oficio. A ello hay que añadirle la huelga de Letrados de la Administración de Justicia, y la de jueces, que han supuesto una casi paralización de la actividad judicial y en consecuencia de la actividad de los despachos, con peores efectos que los de la pandemia. No han sido buenos tiempos.

 

–Su profesión está sometida a una constante evolución, ya sea por modificaciones legislativas o por la introducción en la sociedad de nuevas formas de delitos. ¿Cómo afronta este reto diario?

Creo que en esto reside el encanto de la profesión de abogado. Hay que estar  siempre a la última, tanto jurídicamente como en los acontecimientos sociales o la evolución tecnológica o científica. Esto se afronta desde la continua formación. Soy muy pesado en esto con mi gente cercana, pero solo desde el estudio y la formación se puede ejercer de una forma eficaz la abogacía. Hay que alejarse del cómodo mecanicismo del día a día, de la rutina del “esto lo hago así porque siempre se hizo así”.

Las formas de delincuencia siempre se reinventan, y en los últimos tiempos ligadas a la revolución tecnológica y a la digitalización de las relaciones sociales y económicas que estamos viviendo,  aprovechándose de una sociedad que aún no está suficientemente preparada en estos ámbitos. Desde la justicia se está intentando dar respuesta, y me consta el esfuerzo que están realizando los jueces y tribunales con una legislación que siempre va un paso por detrás de estos fenómenos.

 

–¿Cree que la inteligencia artificial cambiará el escenario actual del ejercicio de la abogacía?

La inteligencia artificial cambió la forma de ejercer la abogacía hace muchos años. La cuestión es que lo que conocíamos como “nuevas tecnologías” ya no son tan nuevas, y lo que algunos vimos como una herramienta para optimizar nuestros recursos y mejorar nuestra eficiencia y calidad en el servicio, otros lo veían como algo opcional, moderno, y que estaba muy bien para el futuro. Pero ese futuro ya ha llegado y la inteligencia artificial es de obligatoria implantación y uso.

Las herramientas jurídicas de las que disponemos hoy pueden llegar a pronosticar el resultado de un caso utilizando variables como las sentencias anteriores del mismo juez que resolverá el asunto, o el porcentaje de estimación o desestimación de asuntos similares. El abogado que no maneje la inteligencia artificial podrá sobrevivir, pero no podrá competir con quien domine estas herramientas.

 

–Este año que finaliza usted afrontó la defensa del principal imputado del caso Mediador  (también conocido por la prensa como el caso del Tito Berni), que ocupó portadas de medios nacionales durante mucho tiempo. Cómo se afronta un procedimiento de estas características con la sobreexposición social que eso supone?

El caso Mediador no ha sido el primer caso mediático que me ha tocado defender, pero sí el más intenso. Durante un tiempo tuve llamadas de todos los medios de comunicación nacionales, locales, digitales, todos los días. Con el tiempo aprendes a abstraerte de todo el ruido mediático para poder centrarte en la defensa, y llegas a normalizar salir en prensa, incluso sin importarte mucho el contenido de lo publicado, por muy incorrecto que pueda serlo.

Jurídicamente es un caso muy interesante, pero no son precisamente las cuestiones técnicas lo que a la prensa interesa, trascendiendo de este caso cuestiones que tal vez no tengan relevancia en el procedimiento, como pueden ser las costumbres del Tito Berni en su tiempo libre.

La relación con los medios de comunicación y el impacto de nuestra presencia digital son áreas que los abogados también debemos explorar.

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Mustafa Hamed

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