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El Clavileño

Pulsar un botón

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Del asunto del ex senador Granados hay varias cosas que llaman poderosamente la atención. La que menos, el hecho de que tenga o haya tenido una cuenta en Suiza: eso es algo que ya a nadie extraña de los políticos del PP madrileño. Mucho se ha ironizado sobre el ojo clínico de Esperanza Aguirre para rodearse de "talentos" suizófilos (además de múltiples imputados en diversas causas, cinco de sus más directos colaboradores ya han sido cazados con dinero en Suiza). Pero que nadie se equivoque. Uno o dos son casualidad, cinco es para mosquearse, doña Esperanza, tan avezada que parece usted para medrar en política pero tan despistada para detectar esa corrupción que tan a modo se ha mimetizado entre el denso follaje de la liberalidad económica de la que usted es contumaz ultradefensora. Esto, ya les digo, es lo de menos. A buen seguro que los medios acólitos de la capital ya llevan días trabajando a fondo para detectar alguna cuenta suiza socialista (pasada, presente o futura) para poner el ventilador a tope y esparcir su basura ideológica preferida: todos los políticos son iguales.

Sin embargo, y esto es más llamativo, simulando que es él quien se va, que no es que lo echen, el ex senador Granados, en lugar de clamar su ofensa de calumniado, ha optado por poner en la picota al parlamentarismo español, resumiendo perfectamente cómo se ha venido ganando el sueldo en el Senado durante los últimos años: pulsando un botón de vez en cuando. Y, aunque parece cosa vana, ese hecho tan aparentemente fútil, pulsar un botón, encierra, no obstante, la mayor de las transcendencias, no crean. Desde el botón del maletín nuclear de Obama hasta el ratón de nuestro ordenador doméstico o la pantalla táctil, pasando por los botones senatoriales patrios, una pulsación equivocada en el momento o lugar equivocados puede significar la fortuna o la ruina. Quizás Granados y el resto de parlamentarios del mundo occidental no lo vean así porque para ellos existe el "huy, me he equivocado de botón, lo siento". Pero ¿no será que se equivocó de dedo? Pocos usan, por ejemplo, el pulgar para pulsar un botón: es el más corto. Pero, precisamente porque obliga más a la muñeca y a la mano, la pulsación se hace más consciente, es más difícil errar. Todo el desarrollo humano alcanzado hasta hoy se lo debemos al pulgar, el elemento prensil por excelencia, el que nos permite asir las herramientas con las que el ser humano ha tomado posesión del mundo. Las películas de ciencia ficción en las que avanzadísimas civilizaciones extraterrestres habitan inmensas ciudades o navegan en imponentes ingenios interestelares con tecnologías impensables, decaen en el momento en que esos seres aparecen sin pulgar: nada de eso hubiera podido ser construido sin él. Un pulgar extendido hacia arriba, "bien"; hacia abajo, "mal". Pues a pesar de que es más difícil equivocarse de botón con él, apenas se usa para pulsarlos. El elegido para ello es el índice, el que indica, el que señala, situado en el exterior, el privilegiado, el que silencio avisa o amenaza miedo; en la sien, locura si gira, cordura si no, el destinado, en fin, a apretar el gatillo, ese botón alargado. Él y el pulgar, cuando se frotan, nos remiten jugosas cuentas suizas o al cajero automático. Los demás no cuentan para el botón. El dedo corazón, pobrecillo, arrostra obscenas evocaciones, por razones obvias y que no vienen al caso; mejor equivocarse de botón que ser sorprendido pulsándolo con él. El anular, el más inútil (por algo es el más difícil de erguir sobre los demás), para el anillo y punto. Y el meñique, padece la discriminación de los débiles, cualquier botón es demasiado grande y duro para él.

Hasta con los pies se ha sorprendido a alguno intentando votar por ese compañero ausente que ni para el gran momento es capaz de estar. Pulsar un botón debe de ser tan complicado que nadie del grupo parlamentario de Granados ha criticado sus insidiosas afirmaciones, siquiera para defender el trabajo que se realiza en el Senado. Todos callan y otorgan. Muchos de ustedes me dirán que tampoco ha salido a su paso nadie de los otros grupos políticos. Ya. Pero es que aquí el interpelado por alusiones directas es el Grupo Popular del Senado, al que pertenece, por ejemplo, nuestro presidente local que, al menos, "habla" allí de vez en cuando…

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