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Partidismo incluso en los peores momentos

Lo lamentable es que hay responsables políticos que, en vez de estar a la altura de las circunstancias, como se espera de sus cargos públicos y orgánicos, se están dedicando a hacer política partidista sin tener en cuenta que ahora no es el momento para ello El órdago que ha lanzado Marruecos a España esta semana, utilizando Ceuta y, en menor medida, Melilla, ha abierto una crisis diplomática entre dos países vecinos que provoca, además de problemas delicados, bastante incertidumbre y preocupación por el presente y el futuro de las dos ciudades. Lo lamentable es que hay responsables políticos que, en vez de estar a la altura de las circunstancias, como se espera de sus cargos públicos y orgánicos, se están dedicando a hacer política partidista sin tener en cuenta que ahora no es el momento para ello.
La secretaria general del PSOE y vicepresidenta primera de la Ciudad Autónoma se está coronando en este sentido, irónicamente hablando. Lejos de contribuir a esa unidad que pedía el presidente de su Gobierno, Eduardo de Castro, y que también se recogía en la declaración institucional de la Asamblea, Gloria Rojas lleva tres días comportándose como una auténtica hooligan socialista.
Su reacción a la salida de la visita de Pedro Sánchez en el Palacio de la Asamblea, aplaudiendo, dando brincos y acompañando en sus gritos a la militancia socialista congregada en la Plaza de España, ya nos dio la primera pista de que Rojas está totalmente fuera de foco en uno de los momentos más delicados para ambas ciudades, y la integridad territorial del país, desde hace años. Muchos se preguntaron en las redes sociales qué estaba celebrando Gloria Rojas 24 horas después de que en Ceuta empezara una invasión, y siguiera aún en aquel momento. Casi nadie entendió por qué la vicepresidenta primera hizo eso, y ella se excusó en los insultos que recibió Pedro Sánchez al llegar a la Asamblea.
Los insultos fueron lamentables, eso casi nadie lo discute, salvo los autores, que fueron una minoría, algo que la propia Rojas reconoce. Una minoría muy ruidosa a la que la secretaria general está dando más importancia de la que tiene, y por cuyos insultos lleva dos días buscando la condena del PP, sin reclamar lo mismo, por cierto, al resto de partidos. Nadie, salvo la propia Rojas, ha rechazado públicamente esos menosprecios al presidente del Gobierno. Tampoco sus socios, a los que la líder del PSOE no reprocha el silencio en torno a este tema como sí hace con el PP.
Pero al momento Plaza de España, que podría, quizá, tener algo de justificación por la tensión del momento, se le unen otros dos en días consecutivos, también protagonizados por Rojas, que en frío no hay por dónde pillarlos. Tanto el miércoles como ayer jueves, la responsable del PSOE se empeñó en poner sobre la mesa el debate de que ningún presidente del Gobierno del PP ha venido nunca a Melilla en visita oficial. Ello, cuando estamos, aún, en mitad de la crisis diplomática con Marruecos aunque nos intenten vender que el tema está ya medio arreglado.
Gloria Rojas no se da cuenta de que eso, ahora mismo, no toca. Cuando pase la tormenta, sí. Pero ahora, cuando sigue el tira y afloja en nuestras fronteras y en Melilla llevamos tres noches consecutivas con intentos de entradas, realmente no es el momento de hacer política partidista y tratar de comparar lo que está pasando ahora con la crisis de las vallas de 2014, como hizo ayer para criticar que Rajoy no cogiera un avión hasta Melilla. Porque si tuviera razón en la comparación que hace, el argumento se le podría volver en contra con la crisis de las vallas de 2005 y la ausencia de Zapatero en aquel momento.
No se pueden mezclar churras con merinas, ni tampoco ponerse a hacer gala de las actuaciones del PSOE como si de un mitin se tratara, como hizo en su rueda de prensa posterior al viaje de Sánchez. ¿Alguien se puede imaginar a un político yendo a una zona devastada por una riada, por ejemplo, y que se ponga a hablar de todo lo que ha hecho antes de esa catástrofe? Rojas está haciendo eso mismo con el viaje del presidente del Gobierno.
La visita de Pedro Sánchez no era obligada, como dice el PP, aunque es innegable que tiene mucho efecto en la defensa de la españolidad de estas ciudades cuando el país vecino está, probablemente, intentando hacer jaque mate en el tablero. También es verdad que la visita fue solo un gesto, sin que viniera acompañado de medidas. Y aunque el gesto fuera importante, ello no contribuye, por sí solo, a solucionar el problema, que sigue, como estamos viendo.
Por lo tanto, si el Gobierno quiere que en estos momentos difíciles haya unidad, que empiece por exigirla dentro de su seno para dar ejemplo en su petición al resto.

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