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El espacio de Aranda

Para ana, mi esposa

melillahoy.cibeles.net fotos 1649 Juan Aranda web

Hace unos días mi mujer, con una calculadora, un papel y un boli en la mano, me decía: “¿Juan: sabes los días que llevamos juntos, desde que nos casamos en San Agustín”. Yo me sonreí y dejé que me lo dijera ella, porque la verdad es que, a bote pronto, no supe calcular, ni siquiera los meses: “…Pues son más de 16.000 días, cariño”. Su guasona y calmosa sonrisa, como siempre me regala, me alegró la tarde. Al momento aparecí ante ella con dos abultados paquetes de cartas, con los sobres azul celeste, que ambos guardamos como oro en paño. Los sobres son de ese color porque en la década de los sesenta los encargué a una imprenta de la plaza de las Biedmas, para diferenciarlo del clásico color blanco de la mayoría de cartas que entonces circulaban por Correos, en éste caso los que provenían de Melilla, que apenas abríamos el despacho de “saca de ordinarias”, en la “mesa de batalla”, siempre sobresalía la carta de ella, entre las demás. Y de franqueo, cero, porque entonces en Correos usábamos aquéllo: “De soldado a soldado, viva España”.

Al momento, desliamos las cintas rojas, muy ajadas, y comenzamos a releer, y comentar, cada uno las cartas que nos enviamos en aquéllos maravillosos años de noviazgo; y que a pesar de los dolorosos “chaparrones”, que han caído durante éstas, casi, cinco décadas, créanme que no se diferencian mucho del tono que usamos en la actualidad.

Mi mujer, Ana Mari, (José Luís Blasco, cariñosamente, la llama: “Dª Ana del Real”, por haber nacido y criarse en ese barrio), suele enfrascarse, cada día, en la lectura de periódicos, y de éste en particular, leyéndose hasta los anuncios; teniéndola como la lectora más objetiva, por su crítica razonable hacia todo lo que me publican.

Hoy es su santo, y a pesar de que no le agrada mucho salir en los “papeles”, creo que apenas lea estas líneas, le arrancaré su feliz sonrisa de siempre, porque tiene todo el merecimiento de usarla. Lo merece por haber sido una hija, y hermana ejemplar, al estar al cuidado de sus mayores, por ser una buena y maravillosa esposa, una madre abnegada y una dulce abuela de dos nietos.
¿Qué más se puede pedir de una mujer?. La verdad es que yo me siento colmado.

Así que Ana, cariño: ¡Felicidades!, en el día de tu santo, que sabes que cooperaremos todos para que así sea. Un beso, guapetona.

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