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“Nuestra satisfacción es haber podido salvar la vida del chico y cumplir nuestra labor”

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Será difícil que José y Karim puedan olvidar la actuación que tuvieron que realizar a toda prisa el miércoles de madrugada, escalando por las murallas de Melilla la Vieja y sin tiempo para pensar siquiera en el riesgo que estaban asumiendo, para evitar que un chaval que se había sentado sobre uno de los torreones cometiera una locura. Veinticuatro horas después, estos dos jóvenes policías aún seguían dándole vueltas a la situación en la que se encontraron, solos y sin poder esperar a que llegaran el resto de servicios de emergencia. Conscientes del riesgo asumido, lo que más les importa ahora una vez pasado el susto es que este caso sirva para que alguien ayude al joven al que salvaron en la delicada situación en la que se encuentra, para evitar la reincidencia y que nadie más pueda correr peligro en el intento. Esa sería su mayor recompensa. Mientras tanto, aseguran que ya tienen la satisfacción de haberle podido salvar la vida y cumplir con su trabajo.
De nuevo preparados en la Jefatura Superior para entrar a trabajar en la noche siguiente de lo ocurrido, atienden a MELILLA HOY para rememorar una actuación que empezó con la llamada de un compañero fuera de servicio. Sin tenerlo muy claro, el agente comunicó poco antes de las dos de la madrugada que sobre un torreón del Patio de Armas parecía ver las dos piernas de alguien que pudiera estar allí sentado.
José y Karim, que habían entrado en el turno de noche unas horas antes, fueron los primeros en llegar. Allí, ante la mirada de otros testigos que grababan la escena, comprobaron que, efectivamente, alguien se había subido a lo alto de la muralla con enorme riesgo, más aún si cabe al tener los ojos vendados y estar, aparentemente, bajo los efectos de algún tranquilizante o sustancia. Y aunque ya iban de camino los Bomberos para desplegar una colchoneta, y también la ambulancia del 061, los dos optaron por llegar hasta el chico cuanto antes porque en cualquier momento podría llevar a cabo su intención tras terminar la oración que estaba rezando.

Escalando la muralla
No fue fácil, dada la altura del torreón en el que se hallaba, a unos 10 o 15 metros. Antes tuvieron que sortear otros muros más altos que ellos. Todo a la carrera y en silencio para que el joven, ajeno a lo que ocurría a su alrededor por la venda en los ojos, no se asustara y terminara desequilibrándose. Una dificultad añadida al reto, en el que tuvieron que ir con el mayor cuidado posible para evitar que un mal paso pudiera terminar en desgracia, ya que no estaban enganchados a la muralla con ningún arnés de seguridad.
Mientas José iba por la izquierda, su compañero Karim fue por la derecha. Los dos llegaron a la vez y pudieron cogerlo, cada uno por un lado, con medio cuerpo sobre el chico y el otro medio, suspendido. “Sabíamos que si el joven hacía un mal gesto, nos iba a arrastrar con él hacia el vacío porque el terreno no era firme, había como una pendiente”, rememoran los agentes, que aún días después de los hechos siguen teniendo los brazos raspados y con alguna herida por el forcejeo que tuvieron que mantener con el chaval, que tras verse sorprendido intentó zafarse.
También siguió resistiéndose incluso de camino al hospital, donde los dos policías intentaron convencerle de que era muy joven y no tenía por qué tomar una decisión tan drástica como aquella. Sin embargo, este chico, de apenas 18 años, no dejaba de repetir su voluntad una y otra vez, lo que deja un sabor agridulce a la actuación de estos agentes, cuyo deseo es que alguien “intente hacer algo por él” más allá de darle una medicación y dejarlo en la calle, que es lo que ha ocurrido en otros intentos anteriores.
Esa sería, dijeron, la mejor recompensa que podrían recibir, pues no piensan en hipotéticas condecoraciones como ha ocurrido en otros casos similares anteriores por auxilios humanitarios. “A ver si alguien se puede ocupar de ese chaval, porque al final lo va a conseguir o llevarse a alguien por delante. Podríamos haber sido nosotros tranquilamente”, apuntan conscientes del riesgo que asumieron.

“Son riesgos que debemos correr y corremos”
De todos modos, si se volviera a dar el caso, aseguran que lo volverían a hacer, pues actuaciones de este tipo “son las que ayudan y te hacen aprender para las siguientes”. Además, recuerdan: “Son riesgos que todos los que estamos en seguridad ciudadana debemos correr y corremos. Hoy somos nosotros, y mañana otros compañeros. Unas veces salen bien, y otras peor”.
Pese a su juventud, no es la primera vez que estos agentes se enfrentan a casos de este tipo. Karim, de Melilla y con 9 años de carrera policial, y José, de Lugo con uno menos, ya han vivido situaciones similares porque estando de servicio en los Zetas aquí y otros lugares del país, han visto de todo. Sin embargo, reconocen que ninguna actuación de las que han tenido que realizar hasta ahora ha sido tan grave como la del pasado miércoles, por la que se han convertido por unos días en el centro de atención de la Jefatura Superior por las felicitaciones de sus compañeros.

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Redacción

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