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Carta del Editor

No hay excusas para no gobernar

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“Y si nos fijamos concretamente en Melilla la conclusión no sólo es la misma, sino que es aún peor que la del resto de España. Aquí la administración pública no es que está sobredimensionada, es que es un monstruo que se lo come todo, que paraliza todo, que se mete con todo y con todos y que, como los elefantes en la selva, no deja crecer la hierba bajo sus pies”

Excusa: motivo o pretexto que se invoca o se utiliza para eludir una obligación o disculpar alguna omisión. "No hay excusa para mantener la burbuja del sector público", decía el editorial de El Mundo el pasado miércoles, refiriéndose a España, que tiene ahora unas previsiones de crecimiento asombrosamente altas, a un ritmo del 4%, muy superior al de los demás países de la Comunidad Europea. Y añadía el editorial que los contribuyentes españoles mantenemos, con nuestros impuestos, nada menos que 8.100 ayuntamientos, 41 diputaciones, 17 Comunidades Autónomas (más las Ciudades Autónomas de Melilla y Ceuta), un Estado central, 4.000 empresas públicas, un personal público con ventajas (antidemocráticas) sobre los trabajadores del sector privado y cuyo coste salarial ronda los 115.000 millones de euros anuales a los que habrá que añadir el coste de los 29.000 empleados públicos que (por razones electorales) se ha añadido a las arcas públicas en este primer trimestre del año.
Con la perspectiva, anunciada ya por los nuevos gobernantes en diversos lugares de España, de que los nuevos gobiernos electos van a engordar esas nóminas públicas "al nombrar un ejército de asesores y cargos de confianza" y con el fondo de que la deuda pública española está a punto de alcanzar el 100% del PIB nacional. O sea, que la administración pública española debe más de lo que produce toda España, de lo que producimos todos los españoles, durante todo un año. Un horror, con el agravante de que la perspectiva de futuro es aún peor que el horror actual, porque, aunque es bien cierto que no hay excusa alguna para mantener la burbuja del sector público, todo apunta a que la deuda pública no sólo seguirá aumentando, sino que lo hará a un ritmo superior al actual. Así, cada vez nos iremos pareciendo más a la actual Grecia socialista/comunista y menos a la Alemania conservadora/liberal, con el resultado para los ciudadanos griegos y alemanes que ya se puede comprobar.
España es un gran país, decía Aznar. Y es cierto, España es un gran país con unas enormes posibilidades de crecimiento y de aumento del bienestar general, pero también es un país empeñado en poner piedras políticas, toneladas de piedras, en las ruedas de los carros que nos podrían conducir a ese crecimiento. La clase política que tenemos no es la causa de esos frenos que padecemos, sino la consecuencia de un pueblo con todavía escasa formación democrática, poca paciencia y demasiado dado a los vaivenes electorales, además de demasiado influenciable por los medios de comunicación banales que, en su inmensa mayoría, están en manos de la izquierda radical, los populismos y los separatismos. Y el resultado electoral que produce ese pueblo es el que es, bastante malo, por cierto.
Es una gran mentira que España haya estado dirigida por gobiernos que practiquen políticas de derechas. Las opiniones son libres, pero los datos son irrefutables. Ningún gobierno democrático y partidario de la libertad de empresa (que es una libertad básica, como la de opinión, sin las cuales no hay verdadera libertad, ni crecimiento) tendría y mantendría una deuda pública como la que tiene España, ni un sector público tan extraordinariamente inflado como el que padecemos. Así, con unos gobiernos que, se califiquen como se califiquen, practican políticas comunistas, antiliberales y antidemocráticas (sin libertad no hay democracia) es imposible aprovechar las inmensas posibilidades de desarrollo que España tiene.
Y si nos fijamos concretamente en Melilla la conclusión no sólo es la misma, sino que es aún peor que la del resto de España. Aquí la administración pública no es que está sobredimensionada, es que es un monstruo que se lo come todo, que paraliza todo, que se mete con todo y con todos y que, como los elefantes en la selva, no deja crecer la hierba bajo sus pies. Decir que en Melilla se ha practicado una política de derechas durante los últimos años es ignorar la realidad. Ni el gobierno más comunista que haya existido en la historia mundial habría llegado a los niveles de aplastamiento de la iniciativa privada y de omnipresencia y prepotencia de la administración pública a la que se ha llegado en nuestra ciudad. Y, por supuesto, con un gobierno declaradamente comunista no se habría llegado al grado de rendición política ante los burócratas al que se ha llegado en Melilla con gobiernos considerados como "de derechas".
Lamento decirlo, pero esto es un super horror, que las perspectivas políticas actuales no contribuyen a paliar. Es cierto que, como Churchill escribió acerca de las campañas electorales, "sea cual sea la opinión que nos merezca el sistema democrático, siempre nos resultará imprescindible tener experiencia en sus burdos y sucios cimientos". El resultado electoral en Melilla, tras una campaña especialmente sucia, ya lo conocemos. Por lo pronto, y tal y como se ha convertido en fea costumbre, CpM ya ha logrado de nuevo dilatar (nada más que eso y sólo por veinte días) la toma de posesión del nuevo Gobierno local. Pírrico objetivo, que contribuye a mantener el desgobierno que desde hace años, por culpa de denunciantes y denunciados, estamos padeciendo aquí. Todos los diputados electos hablan de sus intenciones enfocadas al bien de Melilla. No pueden hacer otra cosa, aunque todos estamos convencidos de que en lo que están pensando, en primer lugar, es en su propio bien y a corto plazo, si es posible. No hay que escandalizarse, porque eso forma parte de la naturaleza humana y todo eso lo más probable es que conduzca, por razones judiciales entre otras cosas, a que Juan José Imbroda sea elegido presidente a primeros de julio. Pero, como decía en mi Carta del domingo pasado, ya iremos viendo. En cualquier caso, lo importante es que, sea el que sea el nuevo gobierno local, no puede haber excusas ni para mantener la oprobiosa burbuja del sector público, ni para no gobernar, amparándose en esa burbuja.
Posdata: Mi enhorabuena al consejero Antonio MIranda por sus declaraciones instando a Intervención y al personal de Economía a una "mayor diligencia" en su labor. Ojalá cundiera su ejemplo y ojalá personas de labor tan nefasta como, por ejemplo, el actual Director de Instalaciones Deportivas de la Consejería de Deportes, dejaran de cobrar del erario público.

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