El Mercado Renacentista del Emperador Carlos V sigue acercando la historia a los melillenses. Un año más, los asistentes se están mostrando interesados en los talleres de oficios desaparecidos que se están impartiendo en el interior de las murallas de Melilla La Vieja, despertando la curiosidad de miles de personas. Según afirman los encargados de impartirlos, perfiles de todas las edades observan las actividades y atienden a las explicaciones, además de aprovechar para formular sus propias preguntas. Para viajar en el tiempo sólo hace falta pasar por el Túnel del Hornabeque. Durante tres días, los melillenses pueden tocar la historia con sus propias manos. Esto es así gracias a la treintena de talleres que se imparten en el Mercado Renacentista del Emperador Carlos V. Las murallas de Melilla La Vieja recuperan por unos días oficios ya desaparecidos, despertando la curiosidad de cientos de melillenses.
Personas de todas las edades están aprendiendo multitud de curiosidades propias del medievo y la época renacentista, gracias a las actividades de este evento. Así lo exponen los mismo encargados de impartir los talleres.
Marco Antonio lleva tres días enseñando a los melillenses cómo elaborar trillos, la antigua herramienta agrícola que se destinaba a separar el trigo de la paja. “A la gente le gusta bastante aprender todas estas cosas”, asegura. “Se nota que interesa, porque se quedan mirando y aprovechan para hacer muchas preguntas”.
Más adelante del puesto de Marco Antonio, en el Foso de Hornabeque, la Asociación de Caballería y Damas de la Orden de Calatrava ha recreado un campamento militar de lo más completo. En este espacio se imparten numerosos talleres, que van desde la elaboración de flechas y fuelles, hasta la exhibición de las técnicas empleadas en la orfebrería o la escribanía.
Este es el tercer año que la asociación participa en el Mercado Renacentista y, según explica uno de sus miembros, José Javier Jiménez, han recreado distintas épocas, aunque se han acercado más al siglo XVI. “Intentamos mostrar cómo era la vida en los campamentos militares. Cómo la vivían tanto los guerreros como las familias”, afirma. “Nuestro objetivo es que los que vengan se piquen con la historia, y yo creo que lo estamos consiguiendo. La gente se muestra muy interesada. A la mínima que viene alguien, se hace enseguida un corro de gente”.
Pero la atracción estrella para los más pequeños está en la Plaza de Estopiñán. Allí se han instalado varios puestos con numerosos juegos de la época, como el solitario, los tragabolas o los laberintos de madera. Según declara el encargado de uno de los espacios, Francisco Aliaga, los niños están disfrutando de lo lindo con estos juegos: “Son juegos que nunca habían visto y les resultan muy divertidos. En cuanto aprenden cómo se juega, ya no quieren irse”. Aunque, según admite, no sólo los pequeños se ven atraídos: “Los mayores los están disfrutando como si fueran críos”.
