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Lo que sueñan los menores no acompañados de Melilla mientras ven partir a los barcos

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(Autor: PEDRO ARMESTRE (SAVE THE CHILDREN))

Los menores que habitan en las calles de Melilla comparten un sueño: conseguir salir de esta ciudad. Unos quieren ir a Alemania, otros se conforman con llegar a la Península o a cualquier país europeo. Aunque conocen los peligros del ‘riski’, no tienen esperanza en obtener los papeles, por lo que sienten que esta es la única salida que les queda. Así se expone en el informe ‘De niños en peligro a niños peligrosos. Una situación actual de los menores extranjeros no acompañados de adultos en Melilla 2016’, publicado recientemente por Harraga. A través de sus páginas, la asociación da a conocer las historias de vida de varios niños de la calle.

“Cuando haga ‘riski’ me quiero ir a Alemania”, cuenta Mohamed. Según el plan que tiene trazado, allí ganará algo de dinero para ayudar a su madre en Marruecos. Tiene 14 años. Abandonó su ciudad natal, Fez, hace un año. Como otros tantos menores no acompañados de la ciudad, pretende que su estancia en Melilla sea un paso más en su camino hacia ‘El Dorado’: Europa.
El suyo es uno de los testimonios que recoge Harraga en su informe ‘De niños en peligro a niños peligrosos. Una situación actual de los menores extranjeros no acompañados en Melilla 2016’.
Mohamed se marchó de La Purísima al poco tiempo de pisarlo. “Los educadores en el centro no nos tratan bien. Insultan a nuestra madre. Hablan en ‘chelja’ o castellano y no entiendo lo que dicen”, detalla en su relato, en el que también afirma que recibió golpes y amenazas por parte de un educador.
“Hay gente de Melilla que nos trata bien, pero mucha más gente que nos trata mal y nos mira mal”, lamenta el menor. Además, asegura que los niños y adolescentes no acompañados suelen ser culpados por delitos que no han cometido. “Si sigo aquí cuando cumpla los 18 es imposible que tenga mis papeles, por eso no me quiero quedar. Quiero ir a Europa y trabajar de electromecánico”, manifiesta.
La poca esperanza de Mohamed en obtener la documentación hace que el ‘riski’ (como llaman al intento de colarse en un barco como polizón) se convierta en su único medio para llegar a la Península. Aunque sabe que otros chicos fallecieron en el intento, como le pasó a Oussama, el joven de 14 años siente que no tiene ‘otro pasaporte’ que le permita dirigirse a Europa. “Todos mis amigos que están allí (Alemania) viven bien, comen bien y están bien vestidos. Los veo en el Facebook. Cuando los veo tengo más ganas de estar allí. A mí no me importa la ropa, me importa estar bien y poder ayudar a mi familiar”, subraya.

Los peligros de la ciudad
La historia de Mohamed no es la única se recoge en el informe de Harraga, aunque guarda muchas similitudes con los testimonios de otros menores de la calle. Hamid también abandonó Fez cuando tenía 13 años. Ahora tiene 16. Igual que Mohamed, pensaba que si cumplía la mayoría de edad en La Purísima se iba a quedar sin papeles, “como los mayores que viven con nosotros en la calle, escondidos para que no los devuelvan a Marruecos”. Ante esta perspectiva, Hamid abandonó el centro.
“La calle es difícil. Tienes que ser fuerte”, sostiene. En su declaración no sólo habla de palizas por parte de los agentes de la Policía y la Guardia Civil. “Más de una vez hombres me ofrecieron dinero a cambio de irme con ellos para tener sexo. Nunca lo hice”, relata el chico de 16 años, poniendo de manifiesto la desprotección tan extrema en la que se mueven los menores no acompañados de la ciudad.
En el momento de la elaboración del informe de Harraga, Hamid estaba en Málaga. Aunque consiguió llegar a salvo, continúa viviendo en la calle. “Yo quiero tener mis papeles, estudiar y trabajar. Cuando tenga todo eso estaré bien. De momento… no estoy muy bien”, reconoce el menor.

Un desenlace feliz
La historia de Nordin tiene uno de esos finales que los menores de la calle toman como referencia para mantener sus sueños a flote. Ahora tiene 15 años, pero cuando llegó a Melilla escondido en un camión tenía 12. Como otros niños, en su testimonio asegura haber recibido un trato vejatorio en La Purísima, por lo que decidió dejar el centro. “En la calle viví un año y medio. Tenía un objetivo, que era llegar a la Península. No quería quedarme en Melilla”, recuerda el chico. Nordin buscaba cartones por el día para protegerse del frío por la noche y comía lo que le daban alguna personas o los restos de comida que encontraba en la basura. “Ahora estoy viviendo en Estocolmo con una familia que me ha acogido. Voy al colegio, aprendo, hago deporte y me cuidan. Todo está muy bien”, garantiza el menor.

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Irene Quirante

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