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La Residencia de Mayores

Me gustaría empezar afirmando que si no existiera la residencia para mayores habría que reinventarla otra vez porque es una necesidad extrema. Hoy en día, los integrantes de las familias trabajan y no pasan mucho tiempo en casa por lo que sus mayores se quedan solos. En muchos casos los que trabajan se van por la mañana temprano y no vuelven hasta prácticamente la noche.

En consecuencia, el mayor experimenta un estado de soledad. A pesar de que existe la posibilidad de contratar a una persona para se quede al cuidado de ellos, la precariedad y los bajos sueldos lo imposibilitan. En estos casos lo mejor es que los mayores accedan a una residencia, a un lugar como este.

Una vez esas personas hayan hablado con sus familias y asumido que vendrán aquí, un equipo se dedicará exclusivamente a la consecución de su bienestar. La residencia es un lugar para mayores con una enfermedad determinada, un padecimiento. Aquí lo tenemos todo a mano, los auxiliares que nos atienden son la vanguardia de la residencia, ya saben cuando “fulanito” está mal o “menganito” está mejor y adaptan la comida del menú a cada persona, dando dietas a todos. Los diferentes equipos están a nuestra disposición las 24 horas del día, el mayor nunca está solo siempre hay mujeres y hombres vigilando y velando por el bienestar general. Además, nos deleitan con sonrisas y gestos que nos dan vida.

Un aspecto que es importante recalcar, es el uso de la palabra cariño, la cual se repite con mucha frecuencia. Dicen: “cariño vente para acá”, “cariño ve para allá”. Es una palabra que nos hace cercanos, que estrecha los lazos entre los que nos cuidan y nosotros. La palabra cariño se dice con tanta soltura porque sale del alma y trata de llegar a la médula del corazón. Nosotros la percibimos con calidez.

Por otro lado, aquí la canción fluye y se canta. Se reproduce lo dedicado a la edad que se tiene, no es lo mismo cantar alguien extraño que a Manolo Escobar, pues este último llega más a nosotros. Siempre tatareamos y aplaudimos (los que podemos). Todas estas series de pequeñas cosas es lo que da la re vitalidad y la fuerza para que se pueda salir de lo que se tenga.
Una vez entramos aquí tenemos que considerar que hemos dejado un hogar por un tiempo largo, corto o interminable y este hogar es el que tenemos ahora. En nuestra convivencia hemos creado compañerismo. Siempre estamos cuando alguien pide algo, somos la voz del que no escucha. También, tratamos de acompañarnos, creando una especie de familia fuera de la primera familia (la cual es indispensable también). Tendemos manos y “acercamos sillas” al que lo necesita y cuando alguien se cae inmediatamente vamos todos, el que puede, y el que no puede, a recogerlo. Nadie está solo aquí, en el momento en el que alguien se aleja vamos a buscarlo. Por otro lado, aquí la soledad solo se tiene si se desea. Es decir, podemos tener un tiempo para nosotros mismos en lugares para sentarse y meditar.
El servicio al ser humano es un acto sacrificado, pero que tendrá su recompensa, si no en este mundo la tendrá en el otro. El que sirve a los demás gana lo que no gana el que hace bombillas para un coche. La humanidad es imprescindible porque si no seriamos animales que hacen gestos y gesticulan palabras. Esta residencia tiene quince años. Quince años de historia en donde vamos creando un camino de lazos de unión, viéndonos como el compañero indispensable y, en definitiva, queriéndonos.

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Redacción

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