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Carta del Editor

La pasión como motor

Don José María Antón, «El Literato», fue profesor mío en el Instituto de Melilla. Un gran profesor, apasionado de la Literatura (con mayúsculas), un gigante en aquellos tiempos en los que destacar no era fácil, un profesor que suspendía mucho (aunque a mí nunca) y que mantuvo, como con uno de mis hermanos, más de una polémica, porque el Literato no era, nunca lo ha sido, una persona fácil, sino un apasionado y, por lo tanto, alguien controvertido y luchador que ha dejado una huella imborrable en muchos melillenses, como en mí Hace una semana nuestro periódico publicó una entrevista conmigo en la que se me preguntaba, y yo contestaba, sobre la Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEME), recién constituida y que, como he resaltado en diversas ocasiones y haré en bastantes más, es un instrumento vital, absolutamente vital, para que nuestra ciudad salga del monumental atasco/retroceso económico, y social, en el que se encuentra.
Uno de los primeros pasos de SODEME que se va a plasmar en una realización concreta es la elaboración de un nuevo Plan Estratégico de Melilla, el nuestro, el de toda la ciudad, que revisará y actualizará el que el Gobierno de la Ciudad Autónoma encargó y publicó hace nueve años y que reposaba, como el arpa de la famosa Rima de Gustavo Adolfo Bécquer, del salón en el ángulo oscuro, de su dueño tal vez olvidado. Un Plan Plan Estratégico Melilla 2025 que se basará, como ya dije yo en la entrevista que antes citaba y que es el núcleo en el que SODEME se basa, en siete puntos:
-Reconocer y difundir que el excesivo peso del sector público en Melilla hace imposible el desarrollo de la ciudad y la aboca a la catástrofe.
-Determinar el catálogo de propiedades públicas privatizables, por orden de menor a mayor complejidad (y dejando muy, muy claro que no es objetivo alguno de SODEME acudir a concurso público alguno de privatizaciones, de externalización de servicios, sino facilitar esas privatizaciones y ayudar a que a ellas concurran las mejores y más adecuadas empresas, según el fin de cada adjudicación).
-Facilitar la constitución de nuevas empresas en Melilla, y el fortalecimiento de las existentes, especialmente en aquellos sectores que estén siendo privatizados
-Eliminar, o al menos disminuir notablemente, la mayoría de los inmensos obstáculos burocráticos que hoy padece Melilla y sufren especialmente la inmensa mayoría de los empresarios existentes en la ciudad o que pretenden instalarse aquí.
-Desarrollar Melilla junto con su entorno marroquí.
-Buscar la colaboración, no la subordinación, con gobernantes y representantes públicos de la Ciudad Autónoma de Melilla, así como la del Gobierno nacional e incluso de la Unión Europea, organismos públicos todos ellos interesados en que Melilla y su entorno marroquí se desarrollen, por razones obvias
– Acercar a todos ellos, y muy especialmente a todos los ciudadanos melillenses en general, este apasionante proyecto que es la Sociedad para el Desarrollo de Melilla (SODEME), que abre la posibilidad y es el mejor, quizás el único, camino para lograr un alto nivel de desarrollo y prosperidad en nuestra ciudad.
Me permito insistir, de nuevo, en el paralelismo que existe entre el nacimiento, un abril de hace 32 años, del diario MELILLA HOY y el actual nacimiento de SODEME. Como reconocía, por citar un sólo caso entre los muchos existentes, Miguel Marín, el actual presidente de la Autoridad Portuaria de Melilla -en la que, con la ampliación del Puerto, descansa buena parte de las expectativas de desarrollo de nuestra ciudad- en el transcurso de una larga entrevista que le hicimos el viernes, MELILLA HOY luchó contra viento y marea para nacer y consolidarse en Melilla, para terminar convirtiéndose en una referencia indispensable de la ciudad y en un factor muy importante de su cambio y modernización. Lo mismo va a ocurrir, y me va la vida en ello, con SODEME. Y aprovecho la ocasión para agradecer profundamente su atención y apoyo a todos los muchos, muchísimos melillenses con los que he tenido ocasión de hablar de este apasionante proyecto de desarrollo local durante estos días. Su apoyo es la vida del proyecto, de la realidad ilusionante e imprescindible que es ya hoy SODEME.
Escribía el filósofo alemán Dietrich Schwanitz en su enorme libro «La Cultura. Todo lo que hay que saber» sobre la pasión y sobre cómo habría que leer el libro probablemente más influyente de la literatura universal, El Quijote. Decía que a Don Quijote habría que leerlo e interpretarlo como una persona que cree estar haciendo una cruzada ideológica, como una persona que, apremiado por la necesidad de dar sentido a su vida banal, transforma la realidad en un escenario fantástico en el que poder interpretar un papel excepcional y lo hace en forma de caballero de la Triste Figura, combatiendo, bajo su oxidada armadura, contra los gigantes y las injusticias. Don Quijote es la figura de una gran pasión. Una pasión realizable, y realizada, es hoy ya SODEME.
Una pasión ha sido la apasionada vida de José María Antón, el melillense de adopción y vida que, a sus 95 años, anunció el pasado día trece que ya no podía más y que dejaba su última gran ilusión pública, el gran grupo de teatro Concord. Don José María Antón, «El Literato», fue profesor mío en el Instituto de Melilla. Un gran profesor, apasionado de la Literatura (con mayúsculas), un gigante en aquellos tiempos en los que destacar no era fácil, un profesor que suspendía mucho (aunque a mí no me suspendió nunca) y que mantuvo, como con uno de mis hermanos, más de una polémica, porque el Literato no era, nunca lo ha sido, una persona fácil, sino un apasionado y, por lo tanto, alguien controvertido y luchador que ha dejado una huella imborrable en muchos melillenses, como en mí, con su faceta de profesor y, más tarde, en el teatro local, en esa plasmación de la vida y la ilusión que es el teatro.
Francisco Pérez Marcos, en una entrevista con José María Antón para su «Melilla. Perfiles a contraluz», que publicó el 22 de marzo de 1988, terminaba diciendo al entrevistado, que se mostraba tal y como siempre ha sido, retador e incómodo, «ojalá después de tanto desarrollar su cerebro de gigante, a partir de ahora vaya diluyendo su acusado individualismo y acreciente los soportes que revitalicen su alma inmortal… su bagaje de sabio». Obviamente, como era de esperar y el tiempo transcurrido nos ha demostrado, D. José María no le hizo caso. Yo no creo que «el acusado individualismo» sea un defecto. Sé que esa característica no hace aparecer simpático al que, como Antón, la posee, pero no creo que a él eso le importe mucho. Como simpático no pasará a la historia, desde luego. Como apasionado, sabio y luchador sí. De él (con quien no he hablado desde hace muchos años) aprendí bastante, pero sin duda yo, que también soy individualista, aprendí mucho más por mí mismo y por mi lucha diaria. A lo mejor él, sin darse cuenta, contribuyó a ayudarme a ser un luchador, quizás un poco Quijote, a concebir la pasión como motor. En cualquier caso, deseo a mi viejo profesor -en el mejor sentido del término viejo y aunque sea ya sin Concord- aún más larga vida.

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