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El Alminar

La democracia de los fieles

melillahoy.cibeles.net fotos 1727 El Vicario Roberto Rojo oficiando misa

En una iglesia jerárquica, la única democracia posible es la de los fieles, que acuden a una iglesia u otra, según les guste más o menos el párroco, o según su comodidad y conveniencia. El desplazamiento de la población también ha provocado el vacío en algunas parroquias, como Bateria Jota, Tesorillo e incluso el templo Patronal.

Debe existir una sintonía entre el prelado y su feligresía, porque una iglesia sin fieles se hunde, desaparece. El Vicario Arciprestal de Melilla, Roberto Rojo Aguado, un sacerdote de vocación tardía pero firme, ha vuelto a llenar su parroquia. Es un sacerdote de verbo fácil y abundante, que declama en voz baja, casi en estado de oración, pero que lleva a cabo homilías pegadas a la realidad de la calle. No es un sacerdote de beatería fácil y efectista. Es más bien muy directo y habla de temas actuales, con ejemplos próximos a la realidad, que le ocasionan más de una mala e interesada interpretación
Ha soportado una rebelión organizada y potente dirigida contra su persona, con el objetivo de hacerle caer como Vicario, y en el valor personal ante los fieles. La traición proviene siempre del amigo, del círculo más íntimo, que es el que conoce los detalles más sensibles, y en dónde golear con más eficacia y precisión. El enemigo nunca traiciona. Todo empezó el día del Corpus, domingo 29 de mayo, con un pseudo altar callejero, en el que se pretendió que se detuviera la procesión. Él ya avisó que no detendría la procesión, salvo en los tres alteres oficiales, con sus correspondientes sagrarios. Siguieron luego una serie de revelaciones encadenadas sobre comportamientos personales, que le situaron frente a un vendaval que afrontó sin apoyos posible, con la pretensión de deteriorar su imagen. Todo acabó el pasado lunes 3 de octubre, tras 5 meses de acoso.

Los fieles son pues los que vacían o llena una iglesia, y alzan las donaciones o las dejan caer. Es tiempo de iglesia casi vacías y hay que adaptarse a ellos. El Vicario Roberto Rojo, una vez conocido el calvario que ha soportado, ha visto como los fieles le refrendaban, casi llenando el templo arciprestal melillense, en la última misa del domingo. Tiene muchos apoyos, pero Melilla es una ciudad en la que se teme tanto manifestarse a favor como en contra, sobre todo cuando no se sabe de dónde han partido los hilos que querían hacer zozobrar al Vicario. Los apoyos suelen ser silenciosos y los enemigos declarados, aunque los principales no han aparecido. Le han faltado muchos apoyos que debieron hacerse explícitos y que no debieron quedar solo en los pasillos. No puede haber más precisión que en este texto de San Agustín: ¿Hay abismo más profundo que el corazón humano?: De aquí es de donde desencadenan frecuentemente los vientos que levantan las tempestades de sediciones y discordias que, a su vez, ponen en peligro la estabilidad de la nave (la iglesia).

Nos quedamos con la democracia de los fieles, con su apoyo al Vicario en la misa. Han sido muchos los vicarios que han pasado por la ciudad desde 1938: Sebastián Carrasco, Antonio Segovia, Aurelio Gomollón, Salvador Guirado, José Carretero, Antonio Ramos Ayala, José Manuel Barreiros, Santiago Martín, Manuel Jiménez. ¿Qué queda?, en muchos casos apenas solo el nombre. Así ocurrirá con todos los que hemos visto y con los que vendrán. Así es y así debe ser. Que nadie se asuste. En cien años unos estaremos en el cielo y otros en el infierno.

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