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Vida Universal

La debilidad espiritual trae también la física

Si nos hacemos conscientes de que cada pensamiento aspira a realizarse, nos daremos cuenta de que nuestros pensamientos son nuestro sufrimiento. Si estamos equilibrados y armonizados, si tenemos pensamientos luminosos y amistosos, las fuerzas espirituales fluyen más intensamente en nosotros. Si tenemos pensamientos negativos, faltos de luz, desconsolados, la fuerza espiritual disminuye en nosotros. El sistema nervioso, que es la conciencia de los nervios del cuerpo, reacciona y deja fluir las fuerzas espirituales correspondientemente, de forma más o menos intensa, según sea nuestra postura frente a la vida.

Si la persona tiene que luchar con dificultades y problemas o con la actitud de su prójimo, su organismo se debilita por horas o días. Tan pronto como toma distancia de estas dificultades y problemas de su prójimo o éstas son superadas, el organismo se estabiliza de nuevo, porque la fuerza espiritual fluye de nuevo más intensamente. Sin embargo, las personas que no prestan atención a sus pensamientos, sensaciones, emociones y tendencias, no reestablecen de nuevo con tanta rapidez la fuerza espiritual y pueden sufrir un golpe de destino tras otro. Aquí tiene validez: la debilidad de espíritu trae consigo también debilidad del cuerpo.

Estar seguro en el Espíritu de Dios significa caminar con paso firme en la ley de la vida. Inseguridad en el Espíritu hace también inseguro el paso físico y a nuestro cuerpo débil, decrépito y propenso a muchas enfermedades, especialmente cuando una culpa del alma se dispone a fluir a través de nuestro cuerpo.

Tenemos que esforzarnos en mantenernos en armonía a pesar de las dificultades y problemas, a pesar de todo lo que el día nos traiga. ¡Cuán a menudo después de un ataque de ira experimentamos a menudo un debilitamiento corporal, tal vez incluso fuertes dolores de cabeza. También en esto vemos que el Espíritu, la fuerza en nuestro cuerpo, se retira y que nuestros pensamientos y sentimientos tienen un efecto negativo sobre el cuerpo, quitándole fuerzas. Pensamientos llenos de envidia y odio, es decir, pensamientos atroces, ideas sobre enfermedades, excesos y vicios de toda clase, tienen efecto primero sobre el sistema nervioso y en un trascurso posterior sobre el alma. Las vibraciones correspondientes procedentes del sistema nervioso alcanzan después al cuerpo, donde son influidos los átomos y las células. Es sabido que variaciones de ánimo, repentinas y desmesuradas, pueden no solo debilitar en pocas horas el corazón, sino provocar en algunas ocasiones la muerte física. Así nos damos cuenta que la debilidad espiritual tiene como consecuencia también debilidad corporal y puede incluso provocar el rechazo del cuerpo físico. Excitaciones fuertes provocan a menudo vómitos y un ataque agudo de ira puede acabar mortalmente. Por aflicción, celos, preocupación continua y miedo extenuante, puede producirse algunas veces locura.

Todos los pensamientos negativos producen vibraciones discrepantes, a través de las cuales el cuerpo se abre a enfermedades de toda clase. Odio, envidia e ira pueden cambiar incluso los jugos sanos y donantes de vida del cuerpo, de tal modo que en lugar de cumplir su función natural, tienen un efecto venenoso y destructivo. Si las sustancias naturales se trasforman en jugos que fomentan la enfermedad, la suma de los efectos pueden crear determinadas formas de enfermedad, que con el tiempo se vuelven crónicas.

Depende de nosotros lo que hacemos de nuestra vida. Del mismo modo pero a la inversa actúan también sobre el sistema nervioso y el alma los sentimientos positivos de bondad, amor, amabilidad y benevolencia. Estos relajan la conciencia de los nervios, la llevan a la armonía, purifican el organismo y dejan fluir incrementadamente en el cuerpo las corrientes donantes de vida. Así sentimos que todos los canales de vida están abiertos y libres y las fuerzas de vida fluyen reforzadamente en el organismo. Estas fuerzas sanadoras y de vida se vuelven entonces efectivas en el organismo. Lo desintoxican de tal manera que supera las influencias que producen una enfermedad. Un cuerpo enfermo puede transformarse así en un cuerpo sano. De esta manera comprobamos que con Dios, con la energía divina, "es más fácil vivir".

Teresa Antequera Cerverón, e la publicación: "Con Dios es más fácil vivir" www.editorialvidauniversal.com

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