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Gorrión moruno: El “gorrión español” de los europeos

El gorrión común, el gorrión moruno y el gorrión chillón son especies de gorriones que se pueden encontrar en Melilla. Aunque tienen plumajes similares, pueden diferenciarse por su hábitat y características anatómicas.
gorrión moruno buscando protección en una alambrada

Por Manuel Tapia, miembro de la Sociedad de Estudios Biológicos Iberoafricanos y responsable del área de conservación de la naturaleza de Guelaya-Ecologistas en Acción Melilla

Comunes, morunos y chillones

Cuando hablamos de gorriones es fácil caer en el error de pensar sólo en el gorrión común (Passer domesticus), ya que es un pajarillo que ha compartido las urbes con nosotros desde tiempos inmemoriales, y normalmente es la primera especie que se nos viene a la mente a la hora de hablar de pájaros de pequeño tamaño. Sin embargo, en el entorno de Melilla se pueden ver otras dos especies de gorrión, el gorrión moruno (Passer hispaniolensis) y el gorrión chillón (Petronia petronia). Sus plumajes presentan características comunes, que hacen difícil diferenciar estas tres especies entre ellas, más teniendo en cuenta que los gorriones se caracterizan por tener un plumaje discreto, que combina ocres, pardos, grises, negros y blancos. Se podría decir que es el perfecto traje urbano, un uniforme que homenajea la discreción.

 

Semejanzas y diferencias

Las diferencias anatómicas aparecen a poco que observemos cada una de estas especies por separado, y se harán más patentes en los lugares  donde coincidan bandos de dos especies diferentes, donde será posible compararlas in situ. La verdad es que esto ocurre con frecuencia, pues el gorrión común es tan abundante que muchos bandos abandonan el hábitat urbano e invaden el espacio de los gorriones más camperos, compitiendo por los recursos y por los lugares más idóneos para anidar. Sin embargo, las características del hábitat donde realicemos la observación nos puede dar una pista muy buena sobre qué gorrión es el que estamos observando.

 

Gorriones urbanos y gorriones de acantilado

Si vemos un bando de gorriones dentro de la ciudad es casi seguro que se tratará de gorriones comunes, pues las otras dos especies raramente penetran en el entorno urbano. Para la identificación definitiva primero tendremos que distinguir a los machos, pues las hembras de común y moruno, más discretas que los machos, son además casi idénticas entre ellas, y muy parecidas a la del chillón. El macho del gorrión común tiene el área del rostro bajo los ojos de color blanco, y la garganta oscura; estos dos rasgos del plumaje son las principales diferencias con las hembras. Una vez que tenemos identificado al macho, observaremos su píleo (parte superior de la cabeza): el gorrión común tiene una característica boina gris enmarcada en ocre, una característica que no poseen ni moruno ni chillón, y por tanto es un rasgo identitario de la especie.

Si nos encontramos en un lugar agreste, con acantilados y lomas pedregosas, con poca vegetación, y aparece un bando de gorriones, lo más probable es que se trate de gorriones chillones. El primer detalle que ayudará a determinarlos es su reclamo estridente, que le da el nombre a esta especie. En vuelo, además, una característica mancha blanca que tiene en la cola se hace muy patente. Sin embargo, otra marca identitaria, una mancha amarilla que luce en su garganta, no es fácilmente observable, así que será de poca ayuda. La zona de la Guelaya donde podemos observar con más facilidad a los gorriones chillones es en el extremo norte del cabo Tres Forcas, en las colinas volcánicas que asoman al mar.

 

El gorrión de los espinos

Por último, si nos encontramos en las extensas llanuras semiáridas que hay al sur del macizo del Gurugú y vemos un bando de gorriones moviéndose entre los azofaifos, con toda probabilidad se tratará esta vez de gorriones morunos. Si muestran una destreza especial para moverse dentro de los espinos es una buena pista. Bastará observar algún macho del bando, con su característico babero negro y su píleo ocre uniforme, para confirmar que se trata de esta especie. En nuestro entorno el gorrión moruno muestra una alta especialización para vivir en estas llanuras arbustivas pobladas de azofaifos (Ziziphus lotus), y la simbiosis con estos arbustos espinosos llega a extremos sorprendentes. Se alimentan en el suelo de semillas de plantas silvestres, aunque también entran en los cultivos de cereal, por lo que a menudo son considerados una plaga en las zonas agrícolas. A la menor señal de alarma, sea cual sea el tamaño de la bandada, volarán hasta el azofaifo más cercano y allí se introducirán con gran habilidad entre sus intrincadas ramas y permanecerán dentro de esta “fortaleza” hasta que consideren que ha pasado el peligro. Esta fortaleza que les proporciona refugio a veces también puede ser su tumba; observando el interior de los azofaifos no es raro ver ejemplares que por demasiada premura o poca habilidad se han quedado enganchados en sus espinas y han terminado muriendo por inanición o a causa de las heridas.

 

En casa con el enemigo

El azofaifo tiene una serie de características que lo convierten en un refugio ideal; sus ramas crecen en forma de zigzag, y están armadas con espinas. Crecen formando una red de ramas y espinas aparentemente inexpugnable, pero con los huecos justos para que los gorriones morunos se desenvuelvan con cierta soltura dentro de ellos. Los azofaifos raramente tienen porte arbóreo; su porte más habitual es el de un arbusto de dos a tres metros de altura cuyas ramas llegan hasta el suelo y no dejan ver el tronco principal, si lo hay. Curiosamente, es el arbusto tótem de un depredador del gorrión moruno, el alcaudón real (Lanius algeriensis), muy conocido precisamente por usar las espinas del azofaifo para ensartar a sus víctimas con objeto de devorarlas. A menudo esas víctimas son gorriones morunos, por lo una vez más el arbusto que les sirve de refugio se convierte en su mortaja.

Los gorriones morunos confían tanto en la seguridad que les ofrecen los azofaifos que hacen sus nidos en el interior de ellos, a menudo formando verdaderas colonias. Son cubículos construidos con hierba seca y con una entrada lateral, situados entre las ramas y normalmente adosados a otros nidos pared con pared, para aprovechar el espacio.

Desde hace algunas décadas se observa que los gorriones morunos aprovechan las alambradas en sustitución de los azofaifos para protegerse de las amenazas. Una adaptación a los nuevos tiempos muy oportuna, pues estas llanuras del Garet cada vez tienen menos azofaifos y más alambradas.

 

El gorrión “español”

El nombre español del gorrión moruno es acertado, porque  su área de distribución abarca todo Marruecos y una extensa área del norte de Argelia y Túnez, y además en invierno recibe también gran parte de los gorriones morunos que pasan el verano en los Balcanes y Asia Menor. Su distribución en la península ibérica está restringida a la mitad sur; sin embargo, tanto su nombre inglés, “spanish sparrow”, como su nombre francés, “moineau espagnol”, nos indican claramente que para los europeos el gorrión moruno es el “gorrión español”.  Seguramente se deba a que los primeros contactos de los naturalistas europeos con esta especie fuera en España. Eso explicaría también su denominación científica, Passer hispaniolensis, con la que el naturalista holandés C. J. Temminck bautizó al gorrión moruno en 1.820.

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