En Melilla, como se temía y preveía, ha habido un bajísimo índice de participación electoral. Nuestro Editor decía en su Carta de ayer: Unos dirigentes políticos elegidos con un porcentaje muy bajo del total del censo electoral no pueden considerarse, con orgullo y satisfacción, democráticamente responsables de un pueblo que les da la espalda a la hora de votar. Eso que temíamos es exactamente lo que ha ocurrido. Daniel Conesa lo resumía ayer muy bien: es un fracaso de todos los partidos políticos.
¿A quién ha beneficiado la abstención? ¿Cuántos votos más que en 2019 ha tenido el PP y por qué? Ya tendremos ocasión de comentarlo. Ahora no lo sabemos.
A finales de la semana pasada, publicamos nuestra encuesta “matemática” y sus premisas: unos 32.000 votantes, solo 4 o 5 partidos superando el 5%, dos primeros puestos partidistas (PP y CpM) e igualdad a un menor nivel, en el segundo escalón (Vox y PSOE).
La realidad en Melilla, respecto a la participación, tras 6.000 votos por correo no ejecutados: menos del 50% (fue del 63,4% en 2019). Y, de fondo la incógnita sobre la procedencia de los 2.202 votos por correo del último día de plazo.
Previamente, los líderes de PP, Juanjo Imbroda, y de CpM (la visible -Dunia Almansouri- y el oficialmente invisible -Mustafa Aberchán-) habían manifestado, con rotundidad e insistencia, estar “absolutamente seguros” de lograr la mayoría absoluta. Juanjo Imbroda, ayer se demostró, tenía la razón que le han dado los votos. Coalición ha fracasado absolutamente. Muchos de sus votantes se han pasado al PP, aunque los coalicionalistas -hermanos musulmanes, votadnos- no supieron verlo. Así, la impugnación de las elecciones por parte de CPM es el epílogo a una derrota sin paliativos y sin remedio.
La división política por etnias o religión conduce a un fracaso seguro, a medio plazo, del imprescindible proyecto común, escribió Gonzalo Fernández, el domingo, sobre la situación de Melilla. Imbroda ha hecho, a las 12 de la noche de ayer, una llamada a una Melilla unida.
Que así sea.
