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Ernesto Ruiz, seminarista: «Dios te puede llamar en cualquier momento, el caso es que te animes a responder»

Ernesto Ruiz aprovecha su estancia en Melilla para hablar del seminario

Con ocasión del Día del Seminario que se celebra el próximo domingo 19 de marzo, los seminaristas de la Diócesis recorren las parroquias y centros educativos para explicar en qué consiste ser cura y dónde está su alegría. Para cumplir con esta misión se encuentra en Melilla Ernesto Ruiz Canales, mejicano de nacimiento de 49 años de edad que desde hace dos años se prepara en Málaga para ser ordenado sacerdote. Afirma que «Dios te puede llamar en cualquier momento, pero el caso es que te animes a responder». Afirma que su experiencia en la ciudad está siendo enriquecedora y señala que en sus charlas en a los centros melillenses, siempre responde a los jóvenes «con la verdad porque ellos se dan cuenta de lo que quieres transmitirles».

Nació en la gigantesca capital mejicana hace 49 años en el seno de una familia numerosa que «siempre ha vivido muy cerca de Dios», afirma con una sonrisa, para añadir que fue la providencia la que le hizo llegar a España para entrar en el seminario de Málaga, a pesar de que el país americano cuenta con el seminario más grande del mundo, el de Guadalajara, con más de mil estudiantes.

El seminario

Afirma que la experiencia en el seminario malagueño «está siendo muy intensa, divertida, gratificante y de mucho encuentro con Dios y conmigo mismo; sin duda era más de lo que yo esperaba». Considera que en general se tiene el concepto de que el seminario es algo aburrido, «pero no nos aburrimos en todo el día con las muchas actividades que hacemos, pero cada día es diferente».

Las clases son también enriquecedoras, dijo, porque los profesores trasmiten sus experiencias. Las tardes las dedican al estudio y a la investigación para «profundizar en lo que te interesa y quieres poder trasladar, y te dices a ti mismo, ojalá todo el mundo pudiera tener este libro delante para poder experimentar lo que yo estoy sintiendo».

En el seminario malagueño viven 21 estudiantes de edades que van desde los 18 a los 40 años. «Cada uno aporta su experiencia, la chispa de su lugar de procedencia. La mayoría somos latinos, entre venezolanos, colombianos y mejicanos, pero también hay estudiantes de Grada y Málaga».

La llamada

Ernesto Ruiz, de 49 años, llegó al seminario hace dos años. Antes había cursado estudios universitarios de empresariales y posteriormente estudios de hostelería que le llevaron a dedicarse al mundo de la gastronomía durante veinte años, trabajando para una de las grandes multinacionales del mundo de la hostelería. Su trabajo se centraba en la organización y funcionamiento de los hoteles. «Pero vi que por ahí no iba mi camino», reconoció.

Ernesto Ruiz afirma que en su caso sí hubo llamada. Fue a los 24 años cuando conoció al sacerdote malagueño Ramón Tejero, que acudió a un retiro en México y le invitó a participar en una experiencia de misión en Cuzco, en el Perú. «Ahí tuve la oportunidad de trabajar con niños de la calle y con bebés abandonados. Eso me marcó mucho, tanto como para cuestionarme seguir la llamada del Señor y servir a estos niños y a una comunidad», comentó.

Reconoce que a veces se sentía impotente al no poder dar a estos niños todo lo que necesitaban, «porque por más que hagas no terminas de llenar todos los vacíos que tienen, porque son personas sin estructura afectiva, moral, religiosa, de ningún tipo. Han sido abandonados como si fueran animales, y todo cuanto les puedes dar es poco». El trabajo con este colectivo no debe superar el año, al objeto de desarrollar lazos afectivos que después lastimarían más al niño que al adulto que se marcha.

Tras esta experiencia ingresó en el seminario de Toledo pero «sentí que tenía que seguir madurando y regresé a mi país, para dedicarme a la gastronomía». Durante ese tiempo mantuvo contactos con la iglesia y con el padre Juan Jesús Báez de Alora, «que me recordó que yo había sido llamado y que el estaba seguro que yo tenía vocación, y es verdad que siempre tuve la inquietud por dentro y siempre, en todos los destinos en los que estuve (Argentina, Chile, Trinidad y Tobago, Guatemala o Las Palmas) siempre me convertí en el amigo del cura del pueblo, porque me sentía a gusto».

Finalmente hace dos años decidió atender esta llamada e ingresó en el seminario. «Mi familia está muy contenta por mi decisión, porque siempre ha estado muy cerca de Dios y para mí llegar a casa y ver a dos curas a la mesa, era de lo más normal». Ernesto cuenta con seis hermanos y 16 sobrinos. «Tengo un hermano que es diácono permanente, aunque está casado».

Melilla

De su experiencia en Melilla, los días que lleva de visita en la ciudad, reconoce haberle sorprendido «porque no esperaba que fuera tan bonita y no tenía una idea clara de cómo era, pero en muchos aspectos, encuentro cierta identidad con ciertos barrios de México, con los barrios antiguos y la época de las grandes residencias». De los melillenses asegura que «es gente muy cálida, muy simpática y agradable».

También le llamó la atención el hecho multicultural de la ciudad y la normalidad en la que «interactúan unos con otros, viven muy contentos y tranquilos y los catequistas y padres me comentan que están muy contentos con esta convivencia multicultural, porque existe integración y está todo muy normalizado».

La juventud

De sus visitas a los colegios con ocasión del seminario, indicó que los jóvenes suelen formularle siempre preguntas como «por qué no nos podemos casar los sacerdotes, cómo es sentir la llamada, por qué no hay mujeres sacerdotes, cómo es la vida del seminario, cuántos son los años de estudio o cuánto gana un sacerdote».

Afirma Ernesto Ruiz que ante cuestionario, el camino a seguir es «contestarles con la verdad». «Ellos se dan cuenta de lo que les quieres transmitir. A los chicos de ahora todo tiene que ser muy vivencial, porque es donde pueden encontrar identidad. Si les hablas de forma de una forma espiritual muy elevada, no entrarán en contacto, sino que partiendo de tu experiencia de vida, de Dios, es cuando puedes enganchar con ellos y se genera la conversación». Lo que más les llama la atención es el trabajo de misionero y donde más preguntas surgen.

Los católicos y el mundo

-¿Es una persona crítica el papel de la Iglesia Católica en la actualidad?

-No tengo el conocimiento técnico para hacer una crítica, porque ahora me estoy formando, pero sí que después de mi experiencia de lo que sería pertenecer al presbiterio, de momento, más que críticas es una gozada estar en el seminario.

-¿Es difícil ser cristiano en estos momentos y, en su caso, ser sacerdote?

-Es difícil si no lo vives desde el amor y el cariño de Dios. Puede que no sea fácil para los más jóvenes porque son más tímidos a la hora de decir a la religión que pertenecen. Pero la Iglesia pone los medios para que la gente pueda vivir y disfruta de su fe. Puedes estar tan limitado como quieras y tan lejano como desees, porque la Iglesia siempre estará abierta para ti.

-¿Está de moda no ser cristiano?

-No sé si será una moda, pero sí que tiene que haber desde un despertar de la fe y la convivencia, con ese querer estar cerca de Dios y de la Iglesia.

-¿Una sociedad tan superficial e individualista como la actual, está cerca de Dios?

-No se está cerca de Dios porque se busca lo más inmediato, lo que da satisfacción inmediata. Y no es que Dios tarde en responder, aunque nadie tiene el whatsapp de Dios, sí que sus tiempos son perfectos. Esa fue una de las cosas que me dijeron en mi llamada, de que los tiempos del Señor son perfectos, que no hay edad, que siempre te puede llamar, pero el caso es que te animes a responder, y no solo para ser sacerdote.

-¿Qué le diría a quien ha recibido la llamada de Dios?

-Lo primero, que sea valiente, que se deje ayudar, que se ponga a orar desde el corazón, y ahí es donde van a empezar a aclararse muchas ideas. Que se acerque a la Iglesia, que siempre va a encontrar a alguien que le va a ayudar.

-¿A qué se debe el que haya tan pocos seminaristas, es que la gente no responde a la llamada?

-Creo que es porque las personas no se hacen las preguntas importantes de la vida como quién soy, de dónde vengo y qué quiero. Sino que están distraídos en otras cosas más espontáneas de respuesta rápida. Hay que poder interiorizar para buscar. Hay que pararse en el ajetreo del día a día y si ver la acción del Señor en las pequeñas cosas del mundo. Es un proceso de discernimiento el periodo en el seminario que acaba cuando el obispo te impone las manos para ordenarte sacerdote.

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Jesús Andújar

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