Por Francisco Díaz
Querido amigo:
A lo largo de los años que hemos sido compañeros y me enseñaste a prepararme para cualquier adversidad.
Aunque el arte de la improvisación se cultiva preparándose a conciencia y trabajando mucho, conociendo de antemano todas las opciones, debo confesar que esta vez me has pillado desprevenido, no estaba preparado para este desenlace tan rápido.
Recuerdo perfectamente mi primer día en Festejos, una breve charla y a ti, decirle a escondidas a tu compañero de fatigas, Gregorio: ¡Este quiere cambiar Festejos en dos días!
Siempre recordaré tu frase: “¿Dónde está el problema? Arreglado, venga a otra cosa”.
Son tantos recuerdos que se haría este escrito interminable.
Nos ha dejado un gran trabajador, gran amigo, gran padre, gran marido y gran hombre.
Hoy, hay una Estrella más guiando mis pasos. Además de a mi padre, tengo a Gregorio, Pepe, Juan y ahora tú, Dieguito.
Los que nos quedamos, lloraremos tu ausencia pero sé que arriba vas a estar bien, porque nuestro Señor Padre “hará lo que tú has hecho con todos nosotros”: tratarnos bien.
Siempre con una sonrisa en la boca y dispuesto a ayudar. Fui testigo de innumerables ocasiones en las que echaste una mano a mucha gente.
Siempre es difícil despedirse, más sabiendo que dejas una gran familia que te quería con locura. Pero así es la vida, casi nunca nos avisa de sus designios, nuestras líneas se van redactando día a día.
Saluda de nuestra parte a todos los que arriba te encuentres y que sigan velando por nosotros.
Cuidaremos de los que aquí dejas con todo nuestro cariño, intentando que superen tu ausencia.
Te queremos y nunca te olvidaremos.
Descansa en Paz, colega mío.
