Como quien dice, hace solo cuatro días. Llegué desde Castellón con mi esposa y nieto de casi seis años el día 2 y partimos para Dos Hermanas (Sevilla) el viernes día 5. Curiosamente, también hacía 5 años que no visitaba este pueblo, tan cercano, tan amable y tan natural situado en la Comarca de la Axarquía. Cómpeta es CERCANA por su proximidad a las mejores playas de la Costa del Sol; a Málaga, a su Museo Picasso, su estación del AVE María Zambrano y a su Aeropuerto Internacional. Cómpeta es AMABLE. Por el carácter abierto, sencillo y hospitalario de sus gentes, heredero de los diversos pueblos que en ella se han ido instalando. Cómpeta es NATURAL por su privilegiada ubicación a las puertas del Parque Natural de las Sierras de Tejeda, Alhama y Almijara (con su rica flora y fauna, así como su impresionante paisaje), todo ello permite que Cómpeta cuente con lo mejor de los pueblos de sierra e interior.
Su escudo y slogan ¡Cornisa de la Costa del Sol! Te los encuentras al comienzo de la C/ Constitución en una empinada cuesta que da acceso a su fabuloso centro de la villa, sobre todo a su inmejorable Plaza Almijara donde predominan los colores de la bandera autonómica de Andalucía. En esa plaza llena de bares y cafeterías, se celebra principalmente la famosa noche del vino, el 15 de agosto, la festividad es todo el día “Fiesta del vino”, pero esa noche cobra especial atención de lugareños, de los muchos extranjeros que se han ubicado y multitud de visitantes que suben los 15 km. de la carretera de la sierra para vivir esa bonita noche de total arte y encanto flamenco y andaluz, degustando gratis en muchos tenderetes ese preciado vino.
Allí vio la luz, otro Antonio Salido (Pérez), mi padre, era el tercero de cinco hermanos competeños con gran descendencia, todos por edad ya fallecidos, pero, muchos hijos, nietos y biznietos incluso, viven en su mayoría del trabajo del campo, albañilería y poco más, ya que esa es la vida y costumbres del pueblo, algunos hijos de diferentes primos míos, lo hacen por la costa, Vélez, Torre del Mar o la capital, pero siempre que pueden allí están con los suyos. Yo he estado estos tres días disfrutando de su hospitalidad, recordando a mis hijos cuando eran pequeños y jugaban en la tradicional fuente del pilar (un pilar en otros tiempos que era abrevadero de mulos y caballos, así como rebaños de cabras a su regreso del campo), tiene dos caños constantes de agua de la sierra, decía que recordaba a mis hijos que jugaban hace muchos años en ese pilar o fuente con los hijos de Emilio y Angelita los dueños del Bar Marcos, ubicado en la misma entrada del pueblo, muy conocido y concurrido siempre, donde tomar una cerveza o el excelente vino de Cómpeta en cualquiera de sus versiones es una auténtica delicia, el seco, dulce o el semi mi preferido, su sabor te traslada a los mismos cortijos, a la auténtica uva moscatel, a las pasas, a esa uva natural pisada. Mi nieto, con el de Emilio que no se conocían, pero de la misma edad han jugado y disfrutado del agua del pilar como en los años 70 y 80 lo hacían nuestros hijos, qué manera de “choparse y refrescarse”, las abuelas los cambiaban de ropa dos veces diarias, ver a esos dos chiquillos de 5/6 años fundirse en un sincero y cariñoso abrazo al despedirse fue una gozada.
Y hablamos de Melilla, además me dicen que allí vive algún “melillero” como nos suelen llamar los malagueños, pero, hablando de Melilla me presentan allí a otro de mi edad más o menos que también era Antonio, me decía que a el siempre le han llamado Antoñito, a lo cuál le dije, que yo también era Antonio y en mis tiempos de chavalín Antoñín, este hombre estuvo trabajando una temporada, según me dijo en Óptica Roca, le dije que recordaba y mucho ese nombre y esa óptica, creo que por un chaflán de la Avenida.
Emilio, el dueño del bar, me dijo que si conocía el Restaurante La Muralla, yo le dije que no, pero, si que había leído a diario su propaganda en Melilla Hoy, y que seguro tendría que tener bastante importancia, además le comenté que me llamaba mucho la atención una de sus tapas, “Casabubu” y que si era la que yo conocí en el Bar de Ramón en el Real, sería igual un trozo de buena morcilla frita en una rebanada de pan. Emilio me dijo que conocía y había adquirido gran amistad con el dueño de La Muralla, Guillermo, que tenía dos hijas maestras de escuela o profesoras y la tercera le ayudaba o trabajaba con el, en el restaurante. Por lo visto, una enfermedad superada de ambos les sirvió para conocerse en un hospital de Málaga. Estando yo deleitándome una noche saboreando una copita del caldo “semi” competeño con un platito de tomate y aceitunas caseros junto a dos de mis primos, me pasó el teléfono con que en ese momento hablaban ambos y tuve la grata ocasión de saludar a Guillermo y comentar algunas cosas de nuestra Melilla, de esas tapas nuestras y de la Feria que esos días se disfrutaba al otro lado del “charco”.
Ahora ya desde Castellón, sirva este escrito para saludar a todos los nombrados y muy especialmente a estos dos amigos Emilio y Guillermo, cada uno al otro lado del Mediterráneo y dedicados ambos a la hostelería así como algunos de sus hijos. Les deseo lo mejor y por muchos años.
Para terminar, con mi sangre de mezcla competeña y melillense y como de Melilla ya he escrito y recordado tanto, quiero terminar con un merecido homenaje a Cómpeta: Villa con historia, su impronta árabe del sinuoso trazado de sus calles empedradas, el blanco inmaculado que enjalbega sus casas, la belleza de sus ermitas y de su Iglesia Parroquial, son muestras de la honda y arraigada historia de Cómpeta que se disfruta con espontánea cotidianidad en sus calles y plazas y que ha dotado a la gente de Cómpeta de una profunda sabiduría popular con la que afrontar las oportunidades y retos del presente y futuro. Es un placer conocerla subiendo por Algarrobo, o por Torrox, sus dos accesos habituales, recomiendo esa visita.
