Tal como se esperaba el estreno ayer de “El nombre de la rosa” fue un acontecimiento para los melillenses amantes del teatro ya que venia precedido de una excelente crítica. La adaptación respeta la esencia de la obra de Eco, de la misma forma que lo hizo el largometraje, pero en este caso lo logra a través del intelecto del espectador, sin los decorados y las oportunidades que brinda la gran pantalla.
El nombre de la rosa, 1980, es la primera novela del ensayista y semiólogo italiano Umberto Eco, y fue escrita –según confiesa el autor- por haber descubierto, en edad madura ”aquello” sobre lo cual no se puede teorizar, aquello que hay que narrar. Y eso que sintió que había que narrar, más allá de las teorías, son las peripecias de fray Guillermo de Baskerville y su alumno, Adso de Melk, mientras tratan de desentrañar una serie de extrañas muertes que se suceden en una abadía benedictina en el siglo XIV.
Con la Edad Media como telón de fondo, El nombre de la rosa contiene una original mezcla de relato detectivesco a lo Agatha Christie y novela culta, y se revela como una aventura laberíntica, que participa de las características propias de la novela policíaca, la crónica medieval, o la alegoría narrativa.
Su apasionante trama, llena de golpes de efecto, nos deslumbra además con la reconstrucción portentosa de una época, de sus diversas formas de pensar y los conflictos que entre ellas se desatan.
Escenografía
La trama de El nombre de la rosa se articula alrededor de la existencia de un último ejemplar de un libro que versa sobre la Comedia. Se trata de un libro prohibido por una parte de la jerarquía eclesiástica, por profano. Por tanto, su acceso está restringido a una élite. Por ello permanece oculto en el laberinto de la biblioteca de la Abadía, resultando además que todas las muertes que se suceden en la abadía tienen que ver con el contacto con dicho libro, que resulta mortífero. Por eso se decidió partir de la idea central de un libro sobre el escenario para crear alrededor de él los distintos espacios que precisa la narración de la historia.
Patio de butacas completo
A pesar de que la afición de los melillenses hacia el denominado arte de Talía siempre ha quedado de manifiesto a través de la respuesta de público ante la mayor parte de las manifestaciones teatrales que se han ofrecido en la ciudad, desde que en marzo de 2011 se inaugurara el Teatro Kursaal, que vino a sustituir al antiguo Cine Nacional, el respaldo de los melillenses a las obras teatrales se ha incrementado, debido a las mejoras que ha introducido el nuevo y céntrico foro cultural.
Evidentemente, el apoyo fluctúa en base al atractivo de cada representación y, desde que la Consejera de Cultura anunciara el pasado 7 de enero que la primera obra foránea seria “El nombre de la Rosa”, la venta de entradas ha ido progresivamente en aumento. No en vano, está basada en la popular novela de Umberto Eco.
Ayer, salvo algunas localidades de zonas superiores el resto del aforo estuvo completo y para la sesión de esta noche no queda una sola entrada de patio de butacas, ni de primera planta, tan sólo quedan entradas de parte de la segunda planta y de anfiteatro.
