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El mundo geopolítico

La situación geopolítica mundial, tal y como se percibe en los medios de comunicación, es extraordinariamente inestable e impredecible. Las tradicionales fuentes de poder se encuentran, a medio y largo plazo, en una lucha por su supervivencia como tales, amenazadas por el resurgir de nuevos poderes económicos, culturales, pero sobre todo, demográficos y religiosos.

Las claras líneas y áreas de división del mundo, consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, se están difuminando. Pero ello no quiere decir que los principios, las bases, sobre las que se realizan los análisis geopolíticos, estén perdiendo validez. Ratzel y su observación de las naciones como organismos vivos. La necesidad de “espacio vital” propugnada por Haushofer. La importancia del poder marítimo citada por Mahan y la del poder aéreo propugnada por Severski. La innegable existencia de los “cinturones de quiebra” descritos por Cohen.

Los escritos de Brzezinski o la “lucha de civilizaciones” de Huntington, siguen siendo de total validez. El conocimiento de las teorías de todos y cada uno de ellos, y de otros no citados pero no menos importantes, constituye el acervo cultural preciso para realizar una aproximación mínimamente seria al análisis de la situación mundial y las perspectivas de futuro.

Por ello, en los comentarios que realizamos a continuación para este artículo en particular, partimos de la base de que no hay explicaciones sencillas para problemas complejos, por lo que nos limitaremos a mencionar, y aun así de pasada, la importancia que la demografía tiene, y va a seguir teniendo, en los equilibrios geopolíticos mundiales. Pero la demografía no son tan solo números. Son de importancia capital las coincidencias o diferencias culturales, religiosas, étnicas, cualquier otra circunstancia que una, o más frecuentemente separe, a los que las fronteras geográficas existentes han unido. Quizás los dos geopolíticos que con más profundidad teórica han tratado el tema son Huntington y Cohen. Ambos, con sus diferentes aproximaciones, recalcan una verdad incómoda pero históricamente cierta: las diferencias demográficas dividen con una fuerza que otras circunstancias unificadoras no son capaces de resistir.

Empezamos la descripción demográfica con los números que una buena amiga me ha recordado. La población actual de la Tierra es de alrededor de 8 mil millones de habitantes. Las religiones más profesadas en el mundo son el cristianismo, con 2400 millones de seguidores; el islamismo con 1900 millones; el hinduismo con 1200 millones; el budismo con 535 millones de seguidores y el taoísmo y el confucionismo, similares pero no iguales, con 407 millones de seguidores. En cuanto a porcentajes de la población mundial por continente, el 11% está en Europa; el 5% está en América del Norte; el 9% está en América del Sur; el 15% está en África y el 60% está en Asia.

La conclusión obvia, pero a pesar de ello estimo que falsa, es que Asia está llamada a dominar el mundo por la fuerza de su población. Pero en Asia existen muy diversas culturas, niveles de desarrollo y, sobre todo, religiones, lo que ocasiona fuertes tendencias centrífugas y confrontaciones internas y externas en los países del área. Asia podría ser el centro de un nuevo mundo, pero su capacidad para exportar poder se ve negativamente influenciada por las muy importantes diferencias étnicas y religiosas existentes, principalmente, y por los diferentes sistemas de gobierno, después. Estas condiciones diferenciadoras no son modificables, ni tan siquiera en el largo plazo.

Religión en Asia, a vuela pluma.
En la India, que en pocas semanas pasará a ser el país más poblado del mundo, la religión predominante es el hinduismo, pero existe un 15% de población musulmana convirtiéndola, contra toda apariencia, en el tercer país del mundo con mayor población musulmana.
En China, tras las persecuciones de Mao, oficialmente no existe la religión, pero conviven los confucionistas, taoístas y budistas. Y en el oeste del país, una minoría de unos 24 millones de musulmanes viven acechados, encerrados y ‘reeducados’ por el gobierno chino. Una clara demostración de la importancia diferenciadora de la religión.
Indonesia y Paquistán, el cuarto y quinto país más poblados del mundo, son de absoluta mayoría musulmana, así como Bangladés con la octava mayor población mundial.

África.
En cuanto a África, las mismas diferencias étnicas y religiosas antes señaladas hacen que no se la pueda considerar geopolíticamente un conjunto mínimamente homogéneo. Las fronteras impuestas por los colonizadores, sin tener en cuenta etnias o religiones, también contribuyen a esas diferencias. Y sus economías, muy diversas, están en general muy alejadas de una capacidad real de desarrollo, por lo que no parece posible que sean una alternativa de poder en el futuro previsible. El norte árabe y musulmán poco tiene que ver con el centro animista o cristiano.
Hay que señalar que, en el centro de África, se encuentra Nigeria, el sexto país más poblado del mundo con unos 159 millones de habitantes, en el que casi la mitad de su población profesa el islam, en permanente confrontación con ‘la otra mitad’ cristiana. Con cierta frecuencia, con matanzas incluidas.

Latinoamérica
El caso de Latinoamérica, unificado en cultura religiosa y con fuertes, pero no decisivas, influencias interétnicas en muchos casos, supone un fracaso claro de sus élites políticas, en mayor o menor grado según el país de que se trate. Sus riquezas naturales, su situación como isla geopolítica y otras razones, la hacen un área relativamente homogénea, con enormes posibilidades pero de escasas probabilidades.
La oposición ‘por principio’ a los Estados Unidos, en contra de lo que aconsejaría y realista una adecuada política económica, es otro factor que limita la posibilidad de un rápido desarrollo. Una frase, famosa en Méjico, es indicativa de hasta que punto esto es cierto. “Méjico, tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”. El tener a la puerta de tu casa el mayor y más tecnificado mercado del mundo, con un tratado de libre comercio, no se estima en la mal llamada sabiduría popular, y en la de una parte importante de sus dirigentes políticos, una bendición, sino una maldición.

El llamado ‘mundo occidental’
La denominada cultura occidental, con el eje transatlántico uniendo a Norteamérica (menos México) con Europa, sigue siendo la mayor fuente de poder por el momento, pero con grandes amenazas a medio y largo plazo. Su homogeneidad étnico-religiosa está seriamente amenazada por la creciente influencia de la inmigración, lo que ha ocasionado que el llamado «melting pot», donde las nuevas culturas que llegaban se diluían en la existente, añadiendo sabor al guiso, a cambiar totalmente los componentes del guisado. En pocas generaciones, Europa, Estados Unidos y Canadá ya no serán cristianos y blancos, lo que abre la incógnita de su futuro. En el caso de Estados Unidos el problema es menos grave, porque buena parte de su inmigración es latinoamericana y, por tanto, asimilable por religión, aunque más difícilmente por cultura. En el caso de Europa, las diferencias religiosas y culturales con los inmigrantes, de hecho inasimilables (solo hay que dar un paseo por ciertas zonas de las capitales europeas para observarlo) pronostican un futuro de confrontación y decadencia. La deriva extremista de ciertas facciones musulmanas, contribuyen a empeorar el pronóstico.

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Gonzalo Fernández

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