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El rincón de Aranda

El Comandante Benítez en Igueriben hace 96 años

Cuando por motivos de mi trabajo en Correos, y a petición mía, me trasladaron a esta ciudad de Málaga, cada día que caminaba por una de las alamedas de su hermoso parque, en dirección al vetusto y entrañable edificio de la Posta, siempre le daba, y aún sigo haciéndolo, la vuelta en redondo a la estatua del Comandante Benítez, para releer los nombres de los oficiales que junto a él, cayeron en Igueriben. Decía la prensa de la época que la estatua, fue inaugurada el 11.02.1926, por Alfonso XIII … …y el entonces Presidente del Gobierno, Miguel Primo de Rivera, enclavándola en la Pl. Augusto Suárez Figueroa, la que más tarde fue Queipo de Llano, y en la actualidad, de la Marina, frente al Puerto.

En ella, grabados en mármol, se pueden leer los del Comandante Julio Benítez, el Capitán Arturo Bulnes, los Tenientes Alfonso García Arrabal, Manuel Castro Nuño, Ovidio Rodríguez y Justo Sierra; el Alférez Rafael Villanueva Hoppe. Todos ellos pertenecientes a Infantería. El Capitán Federico de la Paz Orduña y los Tenientes Ernesto Nougués Barrera y Julio Bustamante, pertenecían al arma de Artillería. Y el Alférez Enrique Ruiz Osuna lo era de Intendencia.

El 17 de julio de 1921, el heliógrafo de Igueriben lanzaba destellos patéticos hacia Annual pidiendo ayuda: “Falta munición de cañón, escasea la de fusil, falta agua. Disparen sobre las laderas de Igueriben, sobre las alambradas, (…)”. Una de las llamadas desesperadas por medio del heliógrafo que se recibió en Annual desde la posición de Igueriben fue: “Los de Igueriben mueren pero no se rinden. Benítez. Aún quedan doce cargas de cañón, y empezaremos a disparar para rechazar el asalto, contadlas y al duodécimo disparo, fuego sobre nosotros; pues moros y españoles estaremos envueltos en la posición. Benítez”.

Julio Benítez Benítez nació en El Burgo, en la provincia de Málaga, el 17.08.1878, y perteneció a la generación de militares españoles que vivieron una época aciaga: los que lucharon en Cuba, en las campañas de 1910-1914 en Marruecos, y más tarde en Annual (1921); y los que sobrevivieron, aún tuvieron tiempo de luchar en ambos bandos en la Guerra Civil. Cuando el Comandante Benítez cayó en las alambradas de la posición de Igueriben, junto a los soldados a su mando, le faltaba apenas un mes para cumplir los 43 años. En su hoja de servicios figura que permaneció en el Ejército 27 años, 9 meses y 21 días. Por la defensa numantina en Igueriben le fue concedida la más alta distinción militar española: la Cruz Militar de la Orden de San Fernando. En el texto de la misma se puede leer: “Por sus méritos en la defensa de la posición de Igueriben siendo un alto ejemplo de virtudes militares”.

Yo siempre quise saber algún dato de esa posición y cuáles fueron los motivos que llevaron a un joven comandante del Rgto. de Infantería Ceriñola 42 a no rendirse, pese a la orden que había recibido desde el puesto de mando en Annual, ya que fueron incapaces de rescatarlos. Cuando era un adolescente, ávido de conocer la historia de los nombres, y lugares, que solía leer en las tumbas del Cementerio, a mediados de los 50 del pasado siglo, en compañía de mi padre, y un compañero chófer-mecánico, como él, estuvimos en las cercanías de Annual. Mi padre nos explicaba, por lo que él pudo observar en aquéllas fechas, después del “Desastre” conoció, donde después de casi cuarenta años, aún se encontraban restos de metralla, cartuchos de balas, viejos correajes y algunos botones de guerreras militares, que desgraciadamente no recogí ninguno; ya que ahora podría guardar como un verdadero tesoro de recuerdo. A pesar de mis cortos conocimientos topográficos, pude apreciar los escasos kilómetros de distancia que existen entre Annual y la loma donde estuvo situada la posición de Igueriben.

Un historiador se preguntaba quién fue el que ordenó el emplazamiento militar en esa posición: un lugar inhóspito, sin sombra alguna, de suelo calizo en el que no crece la hierba, Julio Benítez defendió la bandera del Rgto. Ceriñola nº 42, desde el 17 al 21 de julio de 1921, que según los meteorólogos fue el mes más caluroso de los veintiún años transcurridos del siglo. Cuando se les acabó el agua pasaron a beber sus orines mezclados en latas con tinta y el jugo de las escasas latas de conserva que les quedaban. Algunos para paliar la sed acudieron a meterse piedrecitas en la boca para salivar. También tuvieron que acostumbrarse al insoportable hedor de los cadáveres insepultos de compañeros caídos, y de animales que se encontraban dentro de la posición. Allí la tragedia tomó toda su dimensión.

Lo que fue el barro amasado con sangre, con lágrimas, y el honor de los laureles eternos en los campos de batallas, gran parte de ello lo podemos contemplar en el Panteón de Héroes, donde se halla descansando nuestro Comandante D. Julio Benítez Benítez.

Desde estas humildes líneas deseo con todo mi corazón, que todos los que que se hallan enterrados en La Purísima, nos sirvan de grandes fanales para alumbrar la Historia de nuestra ciudad.

El río del amor patrio que discurre entre los Héroes y Mártires, junto con lo que voy arrancando de mi alma de español cuando escribo sobre ellos, créanme si les digo que es lo único que deseo que lean y comprendan.

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