A las 00.00 horas de esta pasada madrugada, Melilla ha dejado de tener restricciones propias con motivo de la pandemia. Hacía muchos meses que nuestra ciudad no se encontraba en esta situación, sin una orden de Salud Pública con medidas anticovid específicas. Este fin de semana, por primera vez en bastante tiempo, no habrá limitaciones en cuanto a aforos y accesos. Recuperamos cierta normalidad y libertad, únicamente condicionada por la normativa nacional en cuanto al uso de las mascarillas, que seguirán siendo obligatorias en interiores y en exteriores cuando haya aglomeraciones.
Salimos ganando todos, pero sobre todo, los sectores que más perjudicados se han visto por las medidas, fundamentalmente la hostelería, que en los últimos tres meses no sólo ha tenido que sufrir una merma de capacidad en sus negocios por las limitaciones que afectaban a sus aforos y el uso de la barra, sino sobre todo por la obligación de requerir el pasaporte covid. La medida ha estado marcada por la polémica desde el inicio y ha sido muy cuestionada en cuanto a la legalidad, pese a contar con la ratificación judicial en las sucesivas órdenes de Salud Pública. También en lo que se refiere a su eficacia, lo que ha llevado a un creciente incumplimiento en el que, como siempre ocurre en todos los ámbitos, los más perjudicados han sido los que sí han seguido a rajatabla las normas.
La consejera de Salud Pública apuntaba hace unos días que, si al menos ha servido para animar a la población a vacunarse, había que dar la bienvenida a la medida. Los números evidencian que subida de la vacunación ha habido en estos más de 80 días de vigencia de la medida, pero tampoco tanta como cabría haber esperado. La duda es si eso se ha podido deber a que cada vez eran menos los lugares donde se pedía este certificado, lo que en la prática era como si no existiese tal obligación, o porque quienes no quieren vacunarse han puesto ese deseo por encima de otros como, por ejemplo, ir a un bar o un restaurante.
