Sería muy oportuno que los partidos políticos nacionales llegaran asimismo a un acuerdo para solucionar la catástrofe general que se producirá en caso de que se alargue en el tiempo la ausencia de un Gobierno que inicie las necesarias medidas y reformas que necesita el país para salir de la situación por la que atraviesa. En la mañana de ayer nos despertábamos con la noticia de que un fuerte terremoto de magnitud 6,2 en la escala de Richter, cuyo epicentro fue ubicado entre Perugia y Riete, había golpeado durante la madrugada del miércoles el centro de Italia y había provocado, decenas de muertos, un número de fallecidos todavía sin determinar ya que aún quedan muchas personas bajo los escombros por lo que la cifra de fallecidos podría aumentar y numerosos desaparecidos. Además, miles de personas se han quedado sin hogar. Toda una desgracia que a la mayoría de melillenses nos ha retrotraído a aquel terremoto de magnitud 6,3, que se registró el pasado 25 de enero y afectó especialmente a Melilla y en el que alrededor de una treintena de personas resultaron heridas, además de causar daños cifrados en 12 millones de euros.
Un seísmo del que aún quedan secuelas tanto en materia de viviendas como en algunos casos daños psíquicos. Resulta inevitable comparar los efectos causados por una misma catástrofe natural, la de Melilla, prácticamente de la misma magnitud y el resultado del movimiento de tierra que acaba de sufrir la región italiana. La balanza es desoladora. En la ciudad, afortunadamente no hubo que lamentar ninguna desgracia personal. Sin embargo en la península itálica el balance de fallecidos reviste gran importancia.
No obstante, los daños materiales que causó en Melilla el terremoto del pasado enero con epicentro frente a la cercana localidad marroquí de Alhucemas, siguen sin resolver en algunos casos. Edificios de interés público como es el caso de templos religiosos continúan sin solucionar. Están en vías de reparación iglesias como la Castrense o la Purísima Concepción que sufrieron daños considerables en aquella madrugada, en concreto a las 5, 22 horas en la se produjo el terremoto de mayor magnitud desde 2009. Más fuerte incluso que el que asoló Lorca cinco años atrás. Pero el hecho de que esta vez el epicentro estuviera en el Mar de Alborán y a 10 kilómetros de profundidad fue el mejor salvavidas para que este nuevo seísmo no hiciera verdaderos estragos a su alrededor. Pero las huellas del temblor continúan a la vista de todos, como refleja el edificio más emblemático de la ciudad, el Palacio de la Asamblea, cuyas torres forradas de gigantescos andamiajes recuerdan el suceso a cuantos melillenses y foráneos pasan cada día por la plaza más céntrica de la ciudad, la de España.
Tampoco se han registrado soluciones a los centros docentes afectados por el terremoto que, sin ser graves, pueden afectar al devenir diario del nuevo curso que arranca el ya próximo septiembre. Y lo que es peor, las trece familias que al día de ayer siguen alojadas en establecimientos hoteleros de la ciudad, a cargo de la Consejería de Bienestar Social de la Ciudad Autónoma de Melilla, por carecer de medios económicos para costearse un alojamiento con recursos propios. Por tanto, sería oportuno agilizar los mecanismos adecuados para que los afectados recuperaran su ansiada normalidad.
Y en base a los tiempos que corren resulta también difícil no hacer alusión al consenso que con motivo del desastre natural acontecido en Melilla adoptaron las formaciones políticas locales para remediar la problemática creada por el terremoto. Por lo que también sería muy oportuno que los partidos políticos, en este caso nacionales, llegaran asimismo a un acuerdo para solucionar la catástrofe general que se producirá en caso de que se alargue en el tiempo la ausencia de un Gobierno que inicie las necesarias medidas y reformas que necesita el país para salir de la situación por la que atraviesa.
