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El Torreón del Vigía

Cuando las tizas escriben un Sí

melillahoy.cibeles.net fotos 1569 angel gil

Tal vez tu vida y la mía son como los raíles, que unas veces discurrieron juntos pero que demasiados años, en un cruce de caminos, se alejaron. La máquina del tren estaba para estrenar y descubrir nuevas rutas. Era potente, nos daba igual que echara humo o que fuese un AVE o un TALGO, pero los años le ha dado la experiencia para sortear vientos, lluvia y apagones, aminorando ante tantas curvas con la seguridad aprendida y el aplomo que solo te conceden los kilómetros gastados.

A mis dieciséis años no supe caer en la cuenta que aquellas tizas escribirían tantos renglones de mi existencia… en cartas que aún conservo o que serían capaces de hacer revolotear mariposas en el estómago simplemente al abrirse la puerta de la Iglesia de El Pueblo o al esperarte en Querol. El tiempo supo pararse junto al mar en atardeceres en el Club, en aquella mañana de Hípica bajo los toldos o en la tarde de la Malagueta cuando en Otoño hay cientos de gaviotas posadas sobre el mar. Hoy tenemos ansias de recuperar el tiempo perdido de ser celosos de un espacio que nos pertenece para seguir compartiendo momentos y hacerlos únicos, para callejear o tocar la nieve, saborear por San Ginés un chocolate o admirar el arte en las tablas o deslizar nuestros pies en un garito o en la Casa de Sorolla. Hay algo que no quisiera perder por mucho tiempo que pase el sorprenderme ante algo y el aprender cada día de ti. 17 de Diciembre, 30 de Abril. Diez años después ratificamos con pleno convencimiento todo el mensaje de aquella llama que no pudo apagarse y que seguía iluminándonos. Pusimos todo por hacerlo posible, alimentándola a base de caricias, de silencios cómplices, de miradas limpias o de hombros que se aproximan para que una cara encuentre apoyo y consuelo. Tu risa contagia la mía y nos fundimos para encontrar ese complemento cuando a uno le falta lo que otro aporta. No puedo entender de otra manera la vida que no sea una mano sobre otra tirando hacia adelante, una existencia normal donde el trabajo es capaz de darnos los mas imborrables reencuentros para en ese momento conversar como si hiciese mucho que no nos veíamos. Esto mismo sentí cuando apareciste por el pasillo de la Iglesia del brazo de tu padrino, ahí me quede sin palabras y las emociones comenzaron y duraron todo ese tiempo. Isabel Migallón, el coro, tu alumna Paula, nuestro sobrino Miguel que nos preparó la Eucaristía, tu hermana Rocío, Maripi y el oficiante, Manuel Jimenez, pusieron con sus palabras y música, la sensibilidad y el cariño. El ser humano nunca termina de conocerse y de caer en la cuenta de lo que es capaz de hacer. Gracias también a los que con su ilusión, tiempo y ganas hicieron posible la Boda canónica que queríamos. A ti y a mí solo nos quedaba ante la Madre y su Hijo ratificar el Sí que tanto deseábamos dar. Aquello que nació en las aulas y se construyó, durante años, sobre cimientos sólidos debía hacerse visible. Carmen, aquellas tizas siguen escribiendo en las páginas del libro que abrimos un día de Septiembre en el Cole de las Monjas.

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