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MUCHO MÁS QUE SOLO BICI

Cuando la vida importa #Ciudad30

La velocidad es la variable más determinante de todas las que inciden en un siniestro vial

Las medidas que se están tomando relativas a la pacificación de tráfico tienen como objetivo la mejora de la salud y de la seguridad, así como la protección de todos los ciudadanos que conforman nuestra sociedad, en especial la de los llamados grupos vulnerables, es decir, aquellos que por su especial sensibilidad se ven afectados más que ningún otro. Estos grupos sociales deben ser puestos en las primeras líneas de debate. Sin embargo, los derechos infantiles y de nuestros mayores rara vez son tenidos en cuenta en todos esos planes generalistas tan publicitados, pues jamás vi a la infancia o a la tercera edad ser representada o defendida con una voz útil en ninguno de ellos.
Recientemente se ha aplicado en nuestra ciudad un cambio en el límite de la velocidad en los viales con único carril de circulación, así como en los de doble carril con el mismo sentido de la marcha. Esta reducción en la velocidad a la que nos desplazamos logrará que la probabilidad de morir en caso de atropello se reduzca en un valor de 9, una cifra que, si bien puede parecer “poca cosa”, estoy seguro que para nada lo será cuando seas víctima o verdugo de un siniestro vial.
Las entidades nos hemos congratulado de que esta medida de carácter nacional haya llegado por fin a nuestra ciudad, si bien es cierto que solo podrá lograrse su objetivo a través de la escrupulosa vigilancia en el cumplimiento de estas nuevas normas. Un trabajo que bien podría haberse facilitado si los responsables de urbanismo y obras públicas hubieran sido conscientes de su responsabilidad mediante un diseño urbano más inclusivo y menos prioritario para el vehículo privado, aplicando esa “prioridad invertida” publicitada pero ausente en nuestro entorno urbano.
La velocidad es variable relativa a la seguridad vial sobre la que incide esta medida, siendo esta la máxima responsable no solo del número de siniestros viales, sino de la gravedad de los mismos. Esto es fácilmente demostrable atendiendo a los datos publicados por la Policía Local, relativos a los daños sufridos en los años 2019 y 2020, que muestran que la reducción del número de “accidentes” se debe casi exclusivamente al confinamiento, al reducirse el número de desplazamientos, y por lógica, la probabilidad de tener un siniestro vial.
Sin embargo, esto no ocurrió con los heridos graves, ya que la velocidad máxima a la que nos desplazamos no disminuyó. Esto quedó demostrado al sufrir un herido grave y un fallecido más este pasado 2020 con respecto al 2019. Los datos que presento hoy pueden que no llamen la atención del usuario NO VULNERABLE (todos los heridos graves y fallecido del año 2019/2020 pertenecían al grupo de vulnerables), aunque debería, pues todos somos peatones en algún momento de nuestras vidas.

Factores muy positivos
Muchos son los comentarios que ha suscitado esta medida, muchas las barbaridades que circulan por las redes sociales y que, según mi opinión refutada por estudios de gran calado, no tienen ninguna razón de ser, pues carecen de un rigor científico y experimental tan necesario en estos tiempos. Al parecer, es más sencillo destruir que crear. Podemos debatir desde la formación un problema tan grave como es el riesgo de ser atropellado y los daños derivados del mismo, o dejar pasar la oportunidad sufriendo finalmente sus consecuencias.
Ciertas ideas que algunos sectores de la sociedad utilizan como un mantra tibetano, y que no se ajusta en nada a la realidad de nuestras calles, serán rebatidas hoy. La velocidad media en las ciudades (#Ciudad50) ronda los 18-22 km/h, mientras que a una velocidad máxima de 30 km/h (#Ciudad30), descendería sensiblemente hasta los 16-20 km/h, es decir apenas 2km/h. Con esto lograremos una serie de factores muy positivos, como una circulación más fluida, al asemejar la velocidad de circulación de automóviles y otro tipo de usuarios de la vía, permitiendo, además, alcanzar la velocidad máxima (30Km/h) durante más tiempo.
La DGT pone el ejemplo de ciudades en las que se han efectuado medidas similares, como Estocolmo o Londres. En esta última, la implantación de zonas a 20 millas por hora (32 km/h) redujo la congestión del tráfico en aproximadamente un 15%. Otro valor añadido sería que el transporte público sería más funcional por disminuir los atascos derivados de una circulación más nerviosa, al ser esta más calmada y constante, sin ese parar y frenar tan recurrente, lo que convertirá conducir en una experiencia más “gratificante”.
En estos tiempos de zozobra deberíamos valorar la capacidad de esta medida no solo en lo referente a la reducción de los G.E.I. (gases de efecto invernadero), en favor de la lucha contra la crisis climática, sino en la siempre bienvenida eliminación de partículas contaminantes, en esa mejora tan demandada de la salud pública. Esta afirmación se desprende del confinamiento, el cual ha ayudado a reducir los niveles de contaminación atmosférica.
Los últimos estudios de 2019 demuestran que la polución afecta al 94% de la población española, y el tráfico urbano es una de las principales causas. Limitando la velocidad media de la vía, se reduciría en gran medida la emisión de gases nocivos, como el dióxido de nitrógeno (en Berlín los niveles han bajado en torno al 10-15%), y el ruido del tráfico rodado (alrededor de un 27%). Además, lograríamos que la violencia vial que amenaza el desarrollo de los VMPE fuera eliminada de forma definitiva, pues al limitar la velocidad de los vehículos a 30 km/h en la ciudad se incrementaría la seguridad vial, creando un espacio de convivencia entre los coches, las bicis, los patinetes eléctricos y otros Vehículos de Movilidad Personal (VMPE), logrando así que se desplazaran a la calzada, dejando un mayor espacio para los peatones. Los niños y las personas con problemas de movilidad son los que más se beneficiarán de esta propuesta tan “radical”.
En resumen, logramos reducir el tiempo de desplazamiento, la contaminación, la siniestralidad, la violencia vial, el consumo energético, el ruido, la resuspensión de las partículas contaminantes que se nutren de la velocidad del aire al hacerlas menos persistentes en aquellas zonas donde nos afectan más gravemente. Destacable también es la mejora en los niveles de estrés de los involucrados, reduce el gasto sanitario, la gravedad de los daños en especial hacia los más vulnerables, los cuales quedan postrados definitivamente en sus casas en muchos de los casos al ser objeto de un siniestro vial. Esta Ley permite una conducción eficiente logrando ahorros medios del 10% en carburante, según la guía de Conducción eficiente de vehículos industriales del IDAE (Instituto para la Diversificación y Ahorro de la Energía de España).

El papel de los políticos
Espero que esta nueva oportunidad que nos ofrece una legislación obligada sea cuidada con mimo por los responsables involucrados, y la aprovechemos, además, para compilar esos datos tan difíciles de obtener en un escenario petrificado durante décadas y que ahora por fin decide moverse.
Como nos decía Turiel (Doctor en física teórica y licenciado en matemáticas), los políticos deben promover los planes que son necesarios según los datos, esos que, tras años de estudio, presentan los expertos de manera irrefutable. Y aún cuando siempre es necesario tener una visión global de la ciudad a través de la participación y sensibilidad de los distintos grupos que la conforman, la obligación de los mismos consiste en dejar de lado la ponderación de las distintas opiniones para primar la solución que es necesaria a cada problema, evitando ese balance permanente que intenta contentar a todos y que nos deja igualmente fríos.
Si la normativa nacional nos obliga a reducir la velocidad en carriles amplios con rectas kilométricas, sería lógico pensar que, no tardando demasiado, deberemos proteger igualmente las zonas residenciales, aquellas donde se le dio de lado a la infancia hace años, pacificando la velocidad a unos asumibles 20Km/h o 10Km/h según sea el caso; aunque es cierto que la pacificación del tráfico no consiste únicamente en moderar la velocidad, sino también en reducir la intensidad del tráfico, algo que los políticos actuales ni se plantean.

Las entidades
Mi entidad, junto con otras imprescindibles de nuestra ciudad, propusimos hace años lo que hoy es de obligado cumplimiento. Entonces se nos tachó de radicales, de extremistas cuando presentamos un plan global de ciudad en referencia a la reducción de la velocidad de todo el viario urbano. Hemos tenido que observar de nuevo cómo los responsables deben ser obligados a hacer cumplir unos derechos sociales que para nosotros eran innegociables, pues la salud en pos de una mejora de la seguridad vial es un derecho básico por encima del siempre recurrente “cada uno tiene derecho a desplazarse como quiera”, tan en boca de los complacientes.
Puede que una frágil memoria haya borrado las discusiones y las horas de trabajo que desarrollo mi entidad en favor de una ciudad más inclusiva. Incluso dudo que alguien hoy recuerde cómo en el Foro por la Movilidad presentamos este mismo plan (junto con otras entidades), conformando los carriles 30 y 40, haciendo desaparecer definitivamente las calles 50 por ser contrarias al desarrollo de la vida. Desde aquí quiero FELICITAR A TOD@s LAS ENTIDADES locales y nacionales que lucharon contrarios a la adversidad reinante. Hoy es día para congratularse, pues con esta “simple medida” hemos salvado a muchas personas de sufrir unas terribles consecuencias. Espero, sinceramente, que los responsables políticos traigan de FITUR algo más que paquetes vacacionales y obras faraónicas, observando por fin que son esas pequeñas actuaciones que demandamos a diario las que mejoran realmente nuestra vida y no esos proyectos millonarios que nunca lo harán.

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