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El rincón de Aranda

Cartas desde la Purísima Nº 3

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En la pág. nº 5 de un librito, (“La Joyita”, como lo bautizamos José Luís Blasco y yo), impreso en 1923, en la imprenta del Rgto. de Caballería, Alcántara 14, figura el nombre de D. José Campoy Irigoyen, Capellán 2º, de dicho Rgto., junto con todos los nombres de los jefes y oficiales del mismo.

Este Capellán, antes perteneció al Rgto. de Infantería nº 11. Sobre este sacerdote dice lo siguiente: “D. José Campoy Irigoyen, muerto en la evacuación de Arruit; cuando pasados los primeros días empezaron a acentuarse las bajas de individuos, pidió y reiteró tanto al General Navarro, como al Tte. Col. Pérez Ortiz, que le dejaran preparar espiritualmente a todos los defensores de la posición, logrando efectuarlo así, sin reparar en riesgo, ni peligro alguno, acudiendo para ello a los lugares donde se encontraban aquéllos”.

La “Carta” de éste Capellán dice así: “Queridos melillenses: Desde la 2ª tumba del Clero Castrense, en La Purísima, junto a varios compañeros religiosos, como son: Francisco María del Valle, del Bon. de Infantería, muerto en Zeluán el 4.07.1921; Modesto Bengoa Cereceda, del Bon. de África, muerto en Axdir, el 3.11.1925; José Álvarez Abad, de la 2ª Expedición de Infantería de Marina, 2ª Armada, muerto también en Axdir, el 23 de ese mismo mes; el Caballero Laureado, Jacinto Martínez Verdasco, del San Fernando nº 9. Según el periódico “La Vanguardia” de Barcelona, de 9.10.1927, en este mes de julio, va a ser ahora más de noventa años, que me degollaron los moros en Monte Arruit, junto a los alféreces veterinarios, José Montero, Vidal Platón y Eduardo Caballero. También cayeron trece muchachos, educandos de la banda del Regimiento, que eran casi unos niños. Toda esta barbarie ocurrió, mientras nuestros soldados, después del cruel calvario del asedio, sin agua, ni comida alguna, durante varios meses, entregaban las armas, y el General Navarro, se dirigía, prisionero, junto al intérprete, Antonio Mellado, y los jefes y oficiales de su Cuartel General, a la estación de ferrocarril. En la confusión, tras la ignominiosa traición de los asaltantes, que no respetaron rendición alguna, que nos mataban a todos los que nos encontrábamos indefensos, dentro de la posición el médico, Felipe Peña, pudo salvar muchas vidas de heridos de gravedad, mientras estaban en las camillas; pero fue cosa inútil, porque los moros -convertidos en chusma asaltante-, no respetaron a ningún herido. Sé que más tarde, una vez reconquistado el campamento, se encontraron a la gran mayoría de cadáveres profanados y mutilados, siendo casi imposible la identificación de los mismos, y trasladados a la gran fosa que se abrió para tan penoso, y honroso, cometido. Luego me contaron que algunos de los Hermanos de la Doctrina Cristiana, de La Salle, mientras se encontraban de retiro en la Península, al enterarse de estos graves sucesos, se personaron en la ciudad, y ofrecieron su colegio como hospital para los heridos en el campo de batalla, marchando, junto a los Padres Capuchinos, para recoger los cadáveres insepultos de todos nuestros héroes que, en aquéllos tristísimos días, ofrecieron sus vidas por la Patria. El 5 de agosto, tras cinco días de agonía, y en los brazos de la cantinera de la posición, fallecía el Teniente Coronel D. Fernando Primo de Rivera, al mando de 50 hombres, en la puerta principal de la posición. Decían que a su caballo le llamaba: “Vendimiar”, nombre muy propio de su origen jerezano”.

Todos estos datos históricos, después de varias lecturas, corregidas y contrastadas, por el historiador e historiógrafo, D. José Luís Blasco López, gran hombre, y mejor persona; y lo digo porque gracias a él, muchos datos históricos sobre el Ejército y el Clero Castrense, destinado en Melilla, muchos libros escritos por historiadores de prestigio, y personas, como este que les escribe, jamás podríamos haber publicado nada al respecto.

También debo decir que muchos datos que figuran en esta nueva serie de “Cartas”, me han sido proporcionados por mi gran “Mecenas”, D. Jesús Rodríguez, Comandante Jefe de la Biblioteca Militar, del que le estoy profundamente agradecido.

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