Muchos de ustedes, sabrán que el 9.07.1909, también murieron asesinados por los moros, varios obreros de la Compañía de Minas del Rif. Uno de ellos fue Manuel Delgado Páez; pero mejor que sea él mismo quien os diga cómo fue, y el lugar donde cayó mortalmente herido, y dice así:
“Queridos melillenses: soy Manuel Delgado Páez. Mi muerte acaeció a las seis de la mañana del 9.07.1909, cuando nuestro capataz, Gregorio Otero, disponía la entrega de herramientas para la construcción de un puente, cercano a la 2ª Caseta, junto a mis compañeros: Cristóbal Sánchez, Emilio Esteban, y un cubano, muy simpático, que se llamaba Tomás Almeida; que creo que ya se han dirigido a ustedes por medio de este periódico. En el mismo lugar, y sin previo aviso, un grupo de moros dispararon contra nosotros, donde caímos mortalmente heridos, menos algunos, que huyendo, lograron llegar a Melilla en una maquinita de tren de nuestra compañía, gracias a un moro pastor que les indicó donde estaba ese tren. Tengo que decir que tengo 28 años, y soy carpintero, como mi padre. Él se quedó en el pueblo junto a mi madre, cuando yo tuve que venir a Melilla a trabajar, ya que solicitaban carpinteros, herreros, y muchos braceros. Bueno, aún no os he dicho donde nací, y fue en Alhaurín El Grande, en la provincia de Málaga; pero no confundirlo con Alhaurín de la Torre, el que nosotros llamamos: El Chico. Junto a mí tengo a dos muchchos, que fueron educandos de la Banda de Música del Batallón de Las Navas nº 10. Uno es Felipe Torralba García, nacido en la comarca de la Vera, en la provincia de Cáceres, pero su pueblo, del que está muy orgulloso, de llama: Madrigal de la Vera. El otro se llama Eustaquio Corrales Esteban, y anda el pobre sin saber decir donde lo parió su madre; vamos, que ignora el nombre de su pueblo. Algunos días, entre Felipe y yo comentamos, que por su acento debe ser gallego, pero también podría haber nacido entre Barallo, de Lugo, y Ponferrada, de León, que él nombra a cada momento. El caso es que siempre anda, el pobre un poco tristón. Al único que le permiten llamarles: Turutas, es a mí, porque dicen: que suena como a algo despectivo. Yo no les hago ni caso, porque no saben ustedes el tostón que me dan con la dichosa cornetita, y más si Felipe agarra el cornetín de orden, y se lía a tocar: Firmes, derecha, sobre el hombro, etc.. Pero si les digo la verdad, en el fondo me agradan, y sobre todo el de retreta, o el de oración. El de diana es con el que más disfrutan, y además se ríen, porque hacen levantarse a todo quisque. Los dos cayeron el 27 de julio a consecuencias de heridas de balas, en el Barranco del Lobo. Tristemente yo fui el que se hizo cargo de sus restos, ya que todo el mundo andaba muy atareado de aquí para allá, y como los vi tan solillos a los dos: “Venga, muchachos, venid conmigo que como os quedéis aquí parados vais a estarlo para toda la eternidad”. Y así fue como me los traje, casi a rastras, al Panteón de Margallo, que es el lugar donde nos encontramos desde entonces. Esta carta que os escribo lo estoy haciendo en nombre ellos, y mío propio. Solamente os ruego que en cada visita que hagáis a vuestros deudos, no se os olvide saludarnos. Nos conformamos con una simple sonrisa, y creedme si os digo que os vemos desde el fondo de nuestros corazones. Muchas gracias, y un abrazo muy fuerte”.
A veces, queridos lectores, si miramos dentro de nuestros corazones, podremos encontrar una abierta sonrisa de agradecimiento, por las visitas que les hacemos, nunca de amargura. Debo decir que estas Cartas de La Purísima, para mí, no son fogonazos de mi imaginación, porque si nos introducimos en aquéllos años tan trágicos, observaremos siempre un bosque de caras, de jóvenes españoles caídos como héroes en esos campos de batalla. Y para tener encendida la llama de mi perenne petición, repito que el Cementerio de La Purísima, debe denominarse: “CEMENTRERIO NACIONAL DE HÉROES”. También si desean leer el “Pedimento de la Virgen de la Victoria”, solo deben escribir: http://.pedimento.blogspot.com.es/
