Hubo alguien, hace ya muchos años, que al referirse a los Héroes que se encuentran en nuestro Camposanto, decía que las ramas de sus almas cada día siguen creciendo en nuestros corazones, y es imposible que se derramen en los jardines abandonados. Por eso es mi deseo que estas “ráfagas” desordenadas, sirvan de centelleantes luces en cada “Carta” que ellos nos envían desde sus sepulcros y panteones.
La de hoy la escribe un Soldado, y dice así: “Queridos melillenses: “Me llamo Manuel Fuertes González, y pertenezco a la Brigada Disciplinaria de Melilla; tengo 25 años, y estoy soltero. Mi oficio es cantero, y también hago algunos pinitos en la escultura, cosas sin mucha importancia, pero que a mí me agrada y me siento muy bien. Nací en Alfaro, un pueblo vinícola, de La Rioja. El 23.07.1909 los moros me mataron en Sidi Musa, y en el parte médico dice que fallecí a consecuencias de arma de fuego. Desde esa fecha estoy en el Osario del Panteón de Margallo. El día 22.07.1921, tuve el honor de conocer a su llegada, a los Capitanes: D. Eduardo Guzmán Ruiz, y a D. Ramón Moreno de Guerra Alonso; ambos del Grupo de Fuerzas de Regulares nº 2. Apenas despidieron sus féretros en las sepulturas, me acerqué a ellos, y con un marcial saludo, me puse a sus órdenes. Ellos, con la sencillez, y la humildad, característica de todo Héroe, me dijeron que como ya estaríamos juntos para toda la eternidad, y los tres perdimos nuestras vidas en aras de la Patria, y por ende, para que Melilla siguiera siendo España, con su cultura occidental, sería conveniente que, junto a los grados de cada uno, fuésemos amigos para siempre. Cuando les conté que a mí me mataron los moros en Sidi Musa, ellos me explicaron que el 21, un día antes de sus entierros, los dos murieron en el Hospital Docker a consecuencias de las heridas de guerra. Al entierro asistieron el Comandante General, y el General 2º Jefe, con el Jefe, y la oficialidad, del Grupo de Regulares nº 2. Contaban que desde las diez y media de la mañana, que salió su cortejo fúnebre del Hospital Militar Docker, hasta el Cementerio, donde los despidieron con todos los honores sus almas, agradecidas, lloraban con el honor de hijos de la Patria. Yo siempre les digo que aquéllas honras fúnebres fueron tan merecidas como las de cualquiera que ha dado su vida por España. El Capitán Guzmán, se sonríe, y mira al Capitán Moreno. De vez en cuando, por las escaleras del “Ángel”, se acerca muy sonriente, el Teniente D. Pedro Ledesma Gracián, perteneciente al mismo Grupo de Regulares. Este Teniente llegó aquí el 19 del mismo mes y año. Como yo llevo más tiempo que ellos por estos panteones, sé que cuando dieron sepultura al Teniente, cerraron todas las tiendas de Melilla, y una Sección de Regulares fue la que le rindió los honores, al mando de su compañero el teniente Barragán, con la Banda y Música del Rgto. de San Fernando. La verdad es que fue tan solemne y emotivo que cuando lo recuerdo, aún mis lágrimas queman mi rostro. Y como nos hemos puesto un poco tristes, solo me resta decirles que cuando paseen por estos patios, visitando a sus deudos, recuerden rezar una pequeña oración por nuestras almas; pero por favor: háganlo con una sonrisa, que nosotros se la devolvemos siempre con todo nuestro cariño. Reciban un fuerte abrazo.”
El edificio de mi humilde erudición, conseguida por los años de lectura, de autores, como: Neruda, Machado, Erasmo, Cervantes, Quevedo, y tantos otros, han sido los materiales que me han servido para saber que a la poesía hay que vestirla de lozanía y con las mejores galas, e inundarla con luz natural; sin recargarla de follaje, ni abrumarla de tinieblas. Yo, sin ser poeta, ni mucho menos, les digo: Lean estas “Cartas” con amor, ya que con sentimiento salen de mi humilde pluma; y sirvan sus luces de antorchas para alumbrar algunos corazones ciegos.
