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El rincón de Aranda

¡Ay!, subconsciente traidor

Y yo que hace tiempo enterré el “hacha de guerra”, que usaba contra este poeta chirle, antiguo “correveidile sindical” y “cambiante de chaqueta”, y mira por donde leo en este diario que otra vez anda el “garlocho”, con su barroquismo de baratillo, poniéndome como “chupa de dómine”.

La verdad “Candilero”, que tu subconsciente te ha dejado con el anillo de cuero, o tancaylo, al aire, pero si miras hacia este “Rincón”, la fotito, con la sonrisa cachondona que me parió mi madre, te digo: “¡Candileeeero, que no era para ti, “so-ca-ra-jáu-la”, que parece que has patinado con una mierda de perro. Verás, para que quepa esta humildísima réplica que te hago en una sola página, te voy a responder a los epítetos que me has endiñado: “Desconsiderado escritor de verbo ligero, adusto y poco socarrón”. Que desde la Purísima quiero ser un “zombi” de moda; porque crees que aunque escribo sobre los Héroes, no debo tocarte tus gónadas, que en Román Paladino, lisa y llanamente, son tus cojones cosa, que por la edad, te aconsejo que los cuides como oro en paño, y con mimo, mucho mimo ¡eh!, y también a la castaña prostática, válvula que gradúa el meódromo uretral. Me aconsejas tener un poco de cordura y frenar tanta ordinariez quevediana, porque padezco de alucinación permanente. ¡Joder!, tío ¿así me ves tú?. Que soy un basto varón y debiera escoger la mejor parte del madrileño Quevedo. O sea que para ti soy basto: vulgar, grosero, ordinario, soez y tosco. ¡Ahí! , todo de un tirón, ¡qué coño!. También que debo “respetar el sentido de la prosa, para envidia de los que hablan de gónadas ovoides con desvergüenza, por escroto vacío y sin badajo suficiente al que proveer para dar alguna campanada, complejo de perdedor permanente”: ¡Ohú qué lío has “liao” “Candilero!, con tu borrominesco, churrigueresco, y gilipollesco barroquismo, del que haces gala, cuando solo eres un adocenado y mediocre escritor y poeta chirle, porque creo que con solo decir que hay que tener dos cojones para saber escribir: punto y pelota, y ya está, y al que le pese que se joda. Más adelante me llamas “paco camuflado”, que baleo al confiado ciudadano, como tú, “agrado que tiene el de A ¿de Duero?, segundón que es primero por pacto con “podemos” que morado me veré bajo bandera de triple color, sin ser jamás aún glorioso comunero digo de la Purísima Concepción”. Verás “Candilero”, aunque al parecer te explicas con el culo, te diré que yo jamás he sido un francotirador, y tú bien que lo sabes, como tampoco un pusilánime. Ahora que esta vez te has lucido, ya que tu subconsciente te ha hecho una mala pasada. Yo te aconsejo que antes de atacar tan desaforadamente, le cambies la torcida de algodón a tu crisuelo, para que te alumbre, y te proporcione luz suficiente, y puedas entender las figuras retóricas de pensamientos, que yo procuro expresar por medio de la realidad, o de conceptos diferentes con los que guarda relación o alguna semejanza. Y cuando quieras escribir mi nombre no pongas solo la A y preguntes si es del prueblo burgalés de Aranda de Duero; escribe bien clarito: Aranda y López, y de nombre Juan Jesús, que es como figura en mi partida de nacimiento.

Y al final, me conviertes en un reo, que estoy “visto para sentencia, y castigado a escribir sin ordinariez y de cara a la pared”. Y que me olvide de “aquélla época de la que el propio Quevedo se avergonzaba por borde, tosco y grosero que fue”. Bueno, pues qué quieres que te diga, que mi menda seguirá escribiendo tal y como me salga de mis gónadas ovoidales o escroto, ergo cojones; y si no te agrada, me importa un carajo, que me pongas de cara o de frente a la pared. Sobre esto te recomiendo leas: “Quevedo”, de Antonio Papell (Editorial Barna. 1947).

También te sugiero que cuando te sientes a escribir, no seas prosopopéyico con tu falso empaque y absurdo engolamiento, y vigiles la prosodia, con su pronunciación y acentuación correctas; y aún más si pretendes hacer una réplica en plan barroca como has pretendido hacerme a mí, sin motivo alguno; porque la verdad es que has quedado como “Cagancho en las Ventas”, como solían decir los taurinos de la época a alguien que se jiñaba “patasabajo” (leer seguido).

Y como dices que soy muy adicto a Quevedo yo, con todo el afecto, te dedico los seis pedos que el gran renco, tu paisano, se refiere en “Gracias y Desgracias del ojo del Culo”, y son: Pedo Brutal, Disminuido, Almibarado, Albardado, Musical y Tímido. Te lo digo porque, “Spirácula culi foctida el iterata juvent ventrem”, que si lo traduces quiere decir: “Las respiraciones hediondas del culo reiteradas alivian el vientre”, te puedo asegurar que así, poco más o menos, es como he quedado al término de esta humilde réplica. Y ahora a escuchar el “Himno del Batallón de Llerena nº 11”, que me encanta. ¡Hale!, y si no quieres hacerme réplica, por mí encantado; y cuídate “demócrata”.

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