Buscar
Cerrar este cuadro de búsqueda.
Logo de Melilla hoy

“Animales humanos” o la banalidad del mal

vergUEnza

Por Abdelkader Mohamed Alí

 

Tras la Segunda Guerra mundial, en Europa, lugar donde la historia documenta las mayores atrocidades de la humanidad, (cerca de cien millones de víctimas entre la 1ª y 2ª Gran Guerra) se alcanzaron unos consensos como sociedad ‘civilizada’ para emprender una nueva andadura basada en los derechos fundamentales del hombre. Las barbaridades a las que estamos asistiendo estos días de puesta en práctica de un genocidio realizado sin el más mínimo rubor en la salvajemente asediada Franja de Gaza, evidencia a todas luces la quiebra de aquel oneroso consenso. Así lo certifica la complicidad de la Unión Europea, ampliamente escenificada en esas idas y venidas al ‘santuario’ de Israel. Complicidad con el genocidio de palestinos que abarca en su extensión Cisjordania, si bien las matanzas indiscriminadas, especialmente de niños, adquieren mayor énfasis dramático en la siempre sufrida población gazatí.

Lo diremos tantas veces sea oportuno. Nuestro desconcierto y, el de la inmensa mayoría de gente de bien, –que han nutrido las multitudinarias manifestaciones celebradas en todo el mundo–, es asistir a estas atrocidades cometidas por el ejército sionista del estado racista de Israel con la anuencia de esa Unión Europea renacida de las cenizas de la Gran Guerra. Hoy día equiparar sionismo y fascismo no precisa de grandes esfuerzos argumentales, las evidencias cantan. Y cantan, impunemente, por boca y gatillo de todos los integrantes del gobierno del ente israelí: “He ordenado un asedio total sobre la Franja de Gaza. No habrá electricidad, ni alimentos, ni gas, todo está cerrado. Estamos luchando contra animales humanos y actuamos en consecuencia”. Dijo ese gran “demócrata” llamado Yoav Gallant, ministro de Defensa israelí (‘demócrata’ según se ha escrito en estas mismas páginas: “Israel tiene un sistema político democrático, mientras que el sistema político de Gaza es una teocracia”). Ergo el asesinato de una población, la de Gaza, por esta supuesta “democracia” llamada Israel tiene, según parece, encaje doctrinal.

Pero claro, Israel no es una teocracia, aunque repitan una y mil veces que sus fundamentos doctrinales se asientan en su condición “bíblica” de ser “el pueblo elegido”.  Consúltese el libro del polaco israelí Israel Shahak, “Historia judía, religión judía” (Edit. Círculo de Lectores, Barcelona, 2004). Shahak estuvo recluido en los campos nazis de Poniatowo y Bergen-Pelsen. Posteriormente emigró a Palestina, donde trabajó como profesor de la Universidad Hebrea de Jerusalén. Es muy comprometido transcribir aquí cualquier cita que se extraiga de las más de 219 páginas que contiene el libro. Preferiblemente consultar libremente. El libro puede conseguirse fácilmente, ha sido editado nuevamente por otra editorial en el año 2016.

Sin embargo, nuestra desolación adquiere mayores proporciones, si cabe, al ser testigos presenciales de la aplicación selectiva de la solidaridad. Lo que se denuncia y condena contra miembros de las milicias armadas palestinas, se edulcora o silencia gravemente al tratarse de matanzas masivas ejecutadas por el ejército sionista. Europa, a día de hoy, es firme cancerbero del genocidio del pueblo palestino. Ha interiorizado lo que Hannah Arendt denomina la “banalización del mal”. Arendt inventó este concepto para referirse a nuestra relación contemporizadora con el mal, llegando a asumirlo con toda naturalidad. Estudió para ello a Eichmann, el asesino nazi, a través de sus declaraciones en el juicio celebrado en Jerusalén. Cuando el mal más ignominioso se asume pasivamente, el asesinato y sus formas colectivas más ‘perfeccionadas’, como el genocidio, el exterminio…, se origina la ‘banalización del mal’. Es lo que todo el mundo está viendo, clara y repetidamente, en estos interminables días en Gaza a través de los medios alternativos que mediatizan las nuevas tecnologías. Los medios masivos de confusión, salvo honrosas excepciones, están al servicio de la narrativa imperial. Medios que a su vez, en no pocos casos, actúan como voceros pasivos del genocidio retransmitido tímidamente en un diferido vergonzante. El culmen de esta banalización, se origina cuando el Estado asume ese genocidio en una inacción cómplice, criminal, aceptando la normalización de los hechos. Es la quiebra total y vergonzosa del Derecho y la legalidad implantada en la posguerra. Hoy papel mojado. Sin duda ya nada será igual.

Esta quiebra del sueño ilustrado nos plantea nuevamente aquella pregunta que atormentó al gran George Steiner: “¿Cómo se puede ser un intelectual sensible a la cultura y un ferviente defensor del nazismo a un mismo tiempo?”. Es decir, y a instancias de lo que nuestros ojos observan en estos días aciagos, “se puede tocar a Schubert por la noche, leer a Rilke por la mañana y torturar al mediodía [matar, asesinar]”, precisamente porque torturar y matar sirve para salvaguardarlos. Es una de las monstruosidades más aberrantes defendidas, explícitamente, estas últimas semanas de festival de sadismo genocida en Gaza.

Que siga la fiesta pues, tenga continuidad este amplio consenso ideológico. Con esta derecha, la de siempre, tradicionalmente antisemita (consúltese la hemeroteca) y hoy felizmente reconvertida al calor de las ínfulas anti agarenas. Al fin y al cabo sólo se trata de palestinos, “animales humanos”. Qué pena no ser someramente rubios como los sufridos ucranianos, o tener algo más clara la tez, que pudiera interceder en este altar de la hoguera de las vanidades etnocéntricas. Pero, ya lo aseguraba también otro distinguido judío (todas las citas aquí vertidas son de insignes intelectuales de ascendencia judía): “El mundo no será destruído por los que hacen el mal, sino por aquellos que miran sin hacer nada para impedirlo”, Albert Einstein dixit.

 

 

Loading

Más información

Scroll al inicio

¿Todavía no eres Premium?

Disfruta de todas
las ventajas de ser
Premium por 1€