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Ana Belén: “No creo en las vallas ni en las fronteras”

Ana Belén fue la ganadora del Goya de Honor 2017
(Autor: EP)

Este es el año de Ana Belén, una artista que se ha ganado a pulso el título de leyenda en nuestro país. Por su voz, internacionalmente conocida, por pasar la vida sobre el escenario y por sumar cinco décadas deslumbrando desde la gran pantalla. Una mujer comprometida que no tiene miedo a decir lo que piensa, ni si quiera a arrepentirse; que reivindica la igualdad de oportunidades, entre hombres y mujeres, entre personas de todas las naciones. Tras hacerse con el Goya de Honor, después de estar cuatro veces nominada a la mejor actriz, hoy recoge en Melilla el premio que lleva el nombre de José Sacristán, un compañero al que, asegura, admira como artista y como persona. -Esta no es su primera vez en la ciudad, ¿cierto?
-No, ni mucho menos. Estuve hace muchos años, cuando estaba empezando con el Teatro Español y hacíamos giras por todo el país. No recuerdo bien qué dos funciones que representamos allí, creo que una era ‘El rufián Castrucho’, de Lope de Vega. También hemos estado cantando Víctor y yo un par de veces. Hacía años que no venía, pero sí conozco Melilla y tengo un recuerdo estupendo de ella. Cuando voy a trabajar lo disfruto mucho porque la gente muestra mucho interés, es muy generosa y muy efusiva. El recuerdo que tengo de la ciudad es muy bueno.
-¿Cómo se siente al recibir un premio que lleva el nombre de José Sacristán?
-Me siento muy feliz, muy honrada y muy agradecida. Primero por el hecho de que me hayan dado un premio, eso siempre hay que agradecerlo. Y, luego, porque ese premio lleva el nombre de José Sacristán, un actor con el que he trabajado tanto en cine como en teatro. Con él he compartido muchísimas cosas, no solo profesionales, sino muchas cosas de la vida. Y es una persona con la que coincido en muchas cuestiones importantes. Se le admira muchísimo. Todo esto hace que este sea un premio muy especial. Imagino que Pepe estará también muy contento de que el premio lleve su nombre.
-Él, como usted, es una persona que no tiene pelos en la lengua. ¿Alguna vez se ha arrepentido por decir lo que pensaba?
-Yo creo que todos nos arrepentimos mucho de muchas cosas a lo largo de nuestra vida, afortunadamente (ríe). Si no nos arrepintiésemos sería terrible. Significaría que estamos en posesión de la verdad más absoluta y que somos los únicos depositarios de esa verdad. Yo siempre he respondido a lo que me han preguntado porque eso forma parte de la libertad individual de cada uno. Todos deberíamos ser capaces de ejercer esa libertad individual de pensamiento. Hay que arriesgarse, aunque luego nos podamos arrepentir.
-Usted es una artista en todos los palos: música, cine, teatro. ¿Cuál de ellos lo está pasando peor?
-Pues mire, todos. La música desde hace bastantes años. La gente ha sentido que la música, no sé por qué razón, debía ser gratis. Luego, obviamente, ha ocurrido lo mismo con el cine. Y el teatro ha estado en crisis desde mucho antes de que yo pensase dedicarme a ello (ríe). No obstante, yo creo que no debemos dar por sentado que nos movemos en una profesión en crisis, sino tratar de superarlo y trabajar en las mejores condiciones, que eso es algo que se ha ido perdiendo en los últimos años. Se ha perdido el trabajar con unas mínimas garantías de calidad. Sobre todo, tenemos que luchar para que el paro, que en esta profesión que es tan tremendo, empiece a bajar.
-¿Cree que los gobernantes llevan años castigando a los artistas por posicionarse en un momento dado?
-Lo que creo es que hay un desdén desde hace mucho, mucho tiempo, con respecto a la cultura. La palabra es desdén. No se considera a la cultura necesaria. Sólo se la considera para momentos determinados y puntuales. Y no. La cultura es necesaria para un país, muy necesaria. Y de cara al mundo es el espejo de un país. Imagínese usted si es necesaria.
-En su discurso al recibir el Goya hizo una mención especial al papel de las mujeres en el cine. ¿A qué distancia se encuentra la industria de conseguir la paridad?
-Estamos a menos distancia de la que está la sociedad en general. Pero también formamos parte de esta sociedad, que en general es bastante machista, aunque se hayan dado pasos y hayamos avanzado en el reconocimiento. Se ha avanzado porque las mujeres hemos luchado y arañado mucho para conseguirlo, pero seguimos sin estar al mismo nivel. Lo vemos en los telediarios, en las noticias de mujeres que son víctimas de crímenes machistas. Esa es la prueba más palpable de que no estamos al mismo nivel.
-¿Qué opinión le merece el panorama político en el que nos encontramos?
-Pues… a ver, yo soy una persona con una cierta dosis de esperanza, pero esperanza dentro de la realidad. Digo esperanza porque creo en la gente, somos los que finalmente tenemos la capacidad de hacer que las cosas cambien. En ese sentido sí creo mucho en la capacidad de la gente y en la fuerza de la gente. Quizá la sociedad nos está llevando a estar un poco más adormecidos, aunque creo que tenemos todavía mucha capacidad para hacer que las cosas cambien hacia otra manera.
-España apenas ha recibido el 7 por cierto de los refugiados que estableció que iba a acoger. ¿Estamos ante una crisis de refugiados o crisis de valores?
-Este es un dato que nos debería llenar de vergüenza, a los españoles y a muchos países de la Unión Europea. Cuando veo las imágenes de estas personas, de cómo lo están pasando mal y de cómo se están acostumbrando a ello, cuando pasarlo mal debería ser una excepción para todo ser humano… Es terrible. Lo estamos viendo desde nuestras casas, desde los telediarios, y ya estamos adormecidos ante esta tragedia. Me produce mucha vergüenza como española, como europea, como persona que vive en Occidente, donde se supone que tenemos muchos valores. Es terrible que estemos contemplando esas barbaridades. Por otro lado, me llena de admiración y de agradecimiento el gran trabajo que están haciendo para que los refugiados no lo pasen tan mal desde organizaciones como Open Arms o Médicos Sin Fronteras. Son dos emociones muy encontradas.
-Habla de personas que lo pasan mal. Precisamente Melilla, como Frontera Sur, acoge muchas historias de sufrimiento.
-Sí… La Unión Europea obliga a un país a que se convierta en guardián de la frontera. Y, en fin, eso es tremendo. No podemos dar la espalda al dolor sin más.
-Si por usted fuera, ¿qué haría con las vallas de Ceuta y Melilla?
-Siempre he dicho que no creo en las vallas ni en las fronteras. Todos hemos puesto el grito en el cielo cuando hemos oído a Trump hablar sobre el muro que quiere construir para continuar el que ya existe con respecto a México. Y resulta que tenemos uno aquí, en España. Es muy doloroso. Hay que caer en la cuenta de que la gente no abandona su casa, su familia, sus raíces porque quiera venir a tener un teléfono móvil mejor o para irse a las discotecas a bailar. La gente huye del terror, de la violencia, del hambre. Huyen de países en los que no es que no existan los derechos humanos, es que ni si quiera saben en qué consisten. Nos debería hacer pensar mucho a todos. Yo imagino que las personas que están en la frontera y en la valla están obedeciendo órdenes que tienen que cumplirse. Pero me resulta muy doloroso, cuando vemos que hay un salto y hay personas que se quedan subidas a la valla durante horas, rasgándose el cuerpo, aguantando porque quieren una vida mejor. Hay que tener mucha fuerza interior para aguantar eso.

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Irene Quirante

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