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El Rincón de Aranda

Al Cuerpo de Bomberos de Melilla

El domingo 2.12.2001, leía yo que el Ayuntamiento de Melilla tenía 133 vehículos, a disposición de todas las áreas; y su plantilla era de 16 mecánicos-conductores, y 10 como personal laboral. También que cuidaban, como una reliquia, un Mercedes 220-S, de 1955. Al leer todo esto y comprobar que en el año 2001, el jefe del Parque era Juan Verdejo, no pude sustraerme la tentación de sacar del cajón de los papeles color sepia, unos documentos, con gratos recuerdos de mi niñez.

De uno de ellos se observa, en una nómina del Ayuntamiento, varios nombres de conductores, soldadores y ayudantes, correspondiente a agosto de 1944. Por ejemplo: los conductores Felipe Díaz, Francisco Aranda (mi padre) y Mariano Benitez (conductor del camión de la carne), cobraban al mes la “friolera” de 403 ptas., descontándoles 12,50 para la Caja de Previsión. José Castillo y los hermanos Francisco y José Toré, como en esa época eran ayudantes, cobraban diez duros menos, o sea 350, menos 9,40 de descuento. Años mas tarde, los hermanos Toré, fueron conductores; y Cristóbal Verdejo, que era soldador, y el tornero Francisco Lorca, como especialistas cobraban 2 ptas. más que el grupo de los conductores, o sea 405 siendo el descuento el mismo. Lorca conducía una regadera en la que yo me subía, cuando el turno era el de mi padre. También Juan Imbroda, tío del actual Presidente de la Ciudad, me trae el recuerdo de un señor, compañero y amigo de todos los que he nombrado, que también era conductor en aquéllos tiempos. Tengo un oficio, también de color sepia, en el que se felicita al bombero Miguel Ramírez Vargas, y al conductor Francisco Aranda Anaya, (éste cumpliría 65 años, a punto de su jubilación), quienes estando francos de servicio se presentaron voluntarios para ayudar a la extinción de un incendio en el bosque cerca de Tres Forcas: anécdota que registrada por oficio en el Ngdo. de Personal el 11.11.1967; pero las que no se registraron ni mencionaron, que hubo centenares y variadas en tantos años, como llevar agua a muchos vecinos de Cabrerizas o el mío, Callejón del Aceitero-Calle de Castellón, en los que en una casa no y en otra tampoco había agua corriente. O las salidas nocturnas que debían realizar para socorrer a muchos vecinos del Industrial, Hipódromo o Del Real, de sus casas inundadas por las lluvias; también los viajes al Puerto, junto a su amigo “Frasquito”, patrón de la lancha del Práctico, a llevar agua a los barcos allí atracados. En el patio de Tracción Mecánica, cuyo jefe era Manuel Añón, formaban la pista de baile en la Feria del Tesorillo, donde la gente en “edad de merecer”, se marcaban sus bailoteos, bebiendo Kist y cerveza ceutí, África Star. Los padres, que solían ser los currantes de esos mismos talleres, también disfrutaban con los pasodobles, que más bien parecían desfilar con paso de marcha ordinaria. Recuerdo que mas de uno, vestido con la “sahariana”, uniforme de conductor o de bombero, y estando de servicio, se despistaba un rato para estar con la familia y tomarse una cerveza juntos, mientras los niños correteábamos por la calle Fernández Cuevas o la plaza de Daoíz y Velarde, a montarnos en los “cacharritos”. Otra anécdota que mucha gente recordará es que en la tapia que linda con el río Oro, atraparon a unos ladrones que robaron el cáliz y cosas del Culto de la Iglesia de Santa María Micaela, que entonces estaba en Polavieja. En esa tapia construyeron una gran cruz donde mucha gente peregrinaba con sus rezos por el sacrilegio cometido. También había una regadera que prestaba servicios de incendio, creo que era un Leyland, con la dirección “desasistida”, y el volante de casi 80 cms. de diámetro, que para conducirlo había que tener los brazos como los que entonces tenía mi padre, cuando conducía por la adoquinada Padre Lerchundy, que era un acontecimiento para los chaveas del barrio; y otro, (creo que era un Chevrolet), con las ruedas macizas, fuera de uso, arrumbado en los almacenes. Yo preguntaba entonces, si el señor Verdejo tenía a mano un archivo del Parque de Bomberos de aquéllos tiempos, para que me rectificase en mis errores, que me hubiese encantado; ya que si aún existiese aquél famoso Leyland, sería una verdadera pieza de museo, y le “echaría la pata” al Mercedes 220-S, por su antigüedad, claro está. Yo entonces, intenté explicar, con toda mi modestia, e inmenso cariño, en recuerdo a la memoria de aquéllos abnegados hombres, que les tocó vivir varias páginas de la historia de España, y por ende de Melilla, llenas de guerras, postguerras, silencios políticos y calamidades; para se les hiciera un pequeño homenaje a su memoria, creo que no se perdería nada; aunque apostaría que ellos sonreirían comentándolo en el bar Casablanca o en el de La Parada, junto al Puente de Camellos, tomándose un café en medio de una partida de dominó, junto al camarero pelirrojo, ya que cada uno de ellos era un maestro de ese juego.

Queridos, y actuales, compañeros de aquéllos viejos, que hoy pasarían el siglo en edad (mi padre cumpliría 115 años): por simple curiosidad, comparen los sueldos, los uniformes, el material de trabajo, y la calidad de vida de antaño y la de hogaño. Solamente sonrían, por favor, porque con eso me sobra para saber que ellos, junto a ustedes, aún están prestando sus servicios en nuestra querida Melilla.

Reciban un cordial saludo de un niño, hijo del cuerpo, de aquéllos años.

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