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La cáscara y el fruto

Adiós a Juan Goytisolo, hasta siempre…

Goytisolo abriendo la puerta de su casa de Marrakech

El pasado domingo, inesperadamente, como siempre ocurre con la muerte, nos sorprendía la triste noticia del fallecimiento del escritor barcelonés Juan Goytisolo. Personalmente tuve que dejar pasar unos instantes para asimilar la noticia objetivamente. Siempre tenemos la sensación que nuestros referentes contemporáneos, en la medida que hemos madurado y envejecido casi paralelamente a estos, no pueden desaparecer, súbitamente, sin previo aviso. Pero la muerte aplica su ley inexorablemente.

La relación de Goytisolo con el mundo musulmán le viene, según contaba, de muy niño a través de una niñera que para asustarlos a él y a sus hermanos les decía: “¡Que viene el moro, que viene el moro!”. Curiosamente aquella advertencia surtió el efecto contrario ya que muchos años después se marcharía a vivir a la medina de Marrakech, entre “moros”. Decía ser una de las mejores ciudades del mundo. Así mismo se erigiría en un gran defensor de la cultura árabe e islámica, centrando su preocupación contra el racismo y la xenofobia. Se identificó, claramente, con el movimiento musulmán de Melilla de los años ochenta del siglo pasado a favor de los derechos de ciudadanía y contra la Ley de Extranjería, que se pretendía aplicar a los musulmanes melillenses. Siempre sostuvo que no volvería a España y mantuvo su coherencia hasta su muerte.

Juan Goytisolo ha sido particularmente un referente, un símbolo, que me aportó los mecanismos necesarios para entender determinadas complejidades, sociales, culturales, políticas, que se abrían ante mis ojos cuando apenas empezaba a esbozar los inicios de una curiosidad intelectual. Era a finales de los años setenta e inicios de los ochenta del siglo pasado, con algo más de veintidós años cuando empezó a interesarme sus ensayos y reflexiones, más que su propia literatura narrativa que, paradójicamente, en aquellos tiempos me parecía mucho más complicada su asimilación.

Para mí fue esclarecedor y memorable leer por primera vez su obra “Crónicas sarracinas” publicado en 1982 por la editorial Ruedo Ibérico. Descubrir aquel texto significó el inicio en la corrección de mis erráticos pasos que enfocaría como luminaria incandescente mi búsqueda vital. De los diez ensayos que configuran este singular libro, lo inicia Goytisolo con el titulado “Cara y cruz del moro en nuestra literatura”, cuyo primer párrafo empieza diciendo: “El puesto central que ocupa el Islam en la escenografía mental hispana no puede escapar a la atención de ningún observador, incluso superficial, de nuestra literatura. Temido, envidiado, combatido, denostado, el musulmán –sarraceno, morisco, turco o marroquí– alimenta desde hace diez siglos leyendas y fantasías, motiva cantares y poemas, protagoniza dramas y novelas, estimula poderosamente los mecanismos de nuestra imaginación…”.

De la mano de Juan Goytisolo, que actuaría como llave maestra, conocería a sus autores de referencia de los cuales destacaría a Edwar Said y Amércio Castro. Estos dos autores serían primordiales para ir desmontando el andamiaje argumental del orientalismo por una parte, y de la España de Claudio Sánchez Albornoz contrario a la España de las tres castas: judía, cristiana y musulmana. Goytisolo me aportó las respuestas necesarias para repeler ese complejo de inferioridad que por aquellos tiempos implicaba una identificación con lo “moro”, lo islámico. Paradojas de la vida, treinta y cinco años después de aquel hallazgo intelectual, todo vuelve a sus inicios con una islamofobia diseminada urbi et orbi, globalizando sus efectos.

Conocí personalmente a Goytisolo, en los años noventa, en una programada escala en Madrid mientras viajaba con destino a la capital europea. Me acerqué a su mesa en el lugar que impartió una interesante conferencia y me presenté. Cruzamos una breve conversación, pero percibí inmediatamente mi error al hacerle partícipe de mi ocupación política en el parlamento europeo en esos momentos. Creía que le congratularía saber directamente que un musulmán crítico ocupaba un escaño precisamente en la capital del eurocentrismo. Un eurocentrismo que tanto había criticado y que seguiría denostando. Sin embargo, Goytisolo siempre ha sido muy reacio a los oropeles y veleidades institucionales.

Contra el wahabismo

A todas luces Goytisolo no sólo era cercano al mundo musulmán, sino que lo amaba vivamente. Su fallecimiento y entierro en tierras islámicas así lo sellan definitivamente. Sin embargo eso jamás le impedía ser claro en sus indicaciones cuando se trataba de identificar los enemigos internos del mundo musulmán. Así lo hizo en muchos de sus artículos publicados en el diario “El País”. Merece la pena traer a colación lo que decía en uno de aquellos artículos intitulado “El caldo de cultivo del fanatismo” publicado el 26 de octubre de 2014 y que en el párrafo final decía: “Recuerdo que un tiempo después de mi fracaso recibí una invitación de Riad para asistir allí a un coloquio sobre el diálogo intercultural. Pero en un país en donde Ibn Rush (Averroes) está prohibido por ser racionalista, Ibn Arabi por místico y Las mil y una noches por “licenciosa”, me dije para mis adentros, ¿de qué clase de cultura estarían hablando?”
Pero también dejó escrito en su colaboración “Convivencia con el Islam” en la Revista de Occidente de Abril de 2003 lo siguiente: “En realidad, como nadie puede ignorar, el fanatismo se halla muy bien repartido en la especie humana y ninguno de los tres credos religiosos de las «gentes del Libro» se halla libre de él. Sin remontarnos a épocas lejanas, la pasada década nos procuró ejemplos sobrecogedores no sólo en Afganistán, Sudán y Argelia, sino en la mismísima Europa. Yo mismo fui testigo directo del genocidio de más de cien mil personas por Karadzic y sus gentes por el simple hecho de ser sociológicamente musulmanes; y esas matanzas, metódicamente programadas, valieron a su autor el título de Hijo Predilecto de Jesucristo otorgado por las jerarquías de la Iglesia ortodoxa serbia.”
Sin duda Juan Goytisolo fue un intelectual comprometido, honesto…, y buena persona. Hasta siempre, querido amigo Goytisolo. Nunca te olvidaremos. Adiós…

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