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A sangre fría. Los despidos que vienen

Por: J.B.

A sangre fría (título original: In Cold Blood) es una novela testimonio (publicada en 1966) del periodista y escritor estadounidense Truman Capote. Fue, en su día, un éxito instantáneo y es el segundo libro sobre crímenes reales más vendido en la historia. El autor realizó un exhaustivo trabajo de campo para escribir una novela que explica cómo una familia de un pueblo rural de Estados Unidos es asesinada sin ningún sentido y cómo los asesinos son capturados y sentenciados a la pena de muerte.

En la citada novela, uno de los asesinos tenía un diario personal dónde apuntaba una miscelánea de palabras que le parecían “bonitas”, “útiles” o “dignas de recordar”. Algunas de esas palabras: nesciencia, facineroso, dispatía y tanatoico.

Las antes citadas palabras son, por desgracia, aplicables a situaciones, personas o personajillos que afectan muy directamente a los españoles, a los melillenses y a mí mismo:

Nesciencia: sinónimo de ignorancia. La que tienen nuestros políticos gobernantes, tanto nacionales como locales, sobre qué problemas tenemos y cómo solucionarlos; o la que tiene la AEAT sobre el daño que provocan sus, muchas veces injustas, actuaciones; o la de algún juez de lo Social que ignora qué daños hace y a quién y que actúa en base a, me temo, prejuicios y una soberbia impropia de cualquier poder razonable (dictaduras aparte).

Facineroso: sinónimo de perverso. Me viene a la cabeza Pinocho Sánchez y sus facinerosas concesiones a los nacionalistas (Guardia Civil fuera de Navarra, sedición fuera, castellano fuera) o lo facineroso que es que algún juez (por mucho poder que crea tener), al que pagamos todos los españoles, decida a la ligera sobre cuestiones vitales para la existencia de una empresa o sus trabajadores.

Tanatoico: parecido a la muerte. La situación a la que nos está llevando Sánchez y compañía es tanatoica. Con tanto impuesto, con tanta subida de la seguridad social, con tanto fomentar el enfrentamiento social con el fin de sacar rédito electoral, con tanto prohibir, etc.; nos quedaremos sin trabajo, sin casa, sin negocio y en un estado tanatoico. Pasará si en las próximas elecciones no botamos a los botarates que nos gobiernan.

Dispatía: carente de simpatía, de calor humano. Se echa mucho en falta la dispatía en muchas de las actuaciones de los empleados públicos. Los ciudadanos somos números que molestamos y que, cual vacas a las que ordeñar. Sólo valemos para pagar impuestos y callar; Si quieres reclamar no hay teléfono al que llamar y te pueden dar cita para dentro de un mes o más, si te reclama la administración debes demostrar de inmediato que eres inocente o pagar (o te caen encima todas las maldiciones bíblicas), si tú reclamas tendrás que pasar un calvario de años y gastos, si te avasallan con su poder (aunque no tengan razón) y no quieres dejarte tendrás que sufrir el martirio de la lucha de Goliat (que juega con medios y dinero público) contra David (que juega con sus escasos medios, pero que, ya les gustaría a algunos, no tiene miedo).

En resumen, muchos a los que otorgamos el poder creen que pueden pisotearnos, como los dos asesinos de la novela “A sangre fría” hicieron con una familia, pero no debemos dejar que lo hagan. ¡Luchemos y nos callemos!, o nos matarán poco a poco sin dispatía.

Los despidos que vienen

Toda acción tiene una reacción. La tercera ley de Newton dice que: “Para cada acción hay una reacción igual y en el sentido opuesto”.

Las acciones de nuestro gobierno: Nuevo impuesto que entra en vigor el 1 de enero de 2023, el Mecanismo de Equidad Intergeneracional (MEI), que gravará a los trabajadores y, en mayor medida, a las empresas; Subida de las cotizaciones que tendrán que pagar los autónomos (algunos pagarán menos, pero la gran mayoría pagará bastante más); mantenimiento del IVA en los carburantes para recaudar más (a mayor precio mayor recaudación); Posible nueva subida del salario mínimo (que ahogará aún más a las empresas); Subidas en los salarios y percepciones de los pensionistas y empleados públicos que harán que el resto de los trabajadores (los del sector privado) digan: ¿qué hay de lo mío?; No rebaja del IRPF (que podría compensar parte de la subida de los precios); Gasto público creciente junto con inversión en empresas decreciente; Impuestos a la banca y a las plataformas de internet; Topes a los precios de los alquileres (en vez de hacer más viviendas sociales..), etc.

Las reacciones:

1) Concursos de acreedores (situación en la que se declaran las sociedades en crisis y que acaba, en cerca del 90 % de las ocasiones, en la liquidación de la sociedad y con todos los trabajadores en el paro): Su tendencia va en aumento trimestre a trimestre, y eso que se encontraban inmersos en una moratoria cuyo punto final fue el pasado 30 de junio. La moratoria, que permitía a las empresas en situación de insolvencia no declararse en concurso para ahuyentar una posible liquidación por una tensión puntual, ha ejercido, pese a todo, de muro de contención y evitado una verdadera avalancha de liquidaciones que podría haber colapsado los Juzgados de lo Mercantil.

2) Despidos objetivos: El Despido Objetivo es entendido en nuestra normativa laboral como aquel despido que se produce por causas económicas, organizativas, productivas o de organización, debido a la situación que atraviesa una empresa en un momento determinado.

Todo hace pensar que se van a producir una gran cantidad de despidos objetivos, al verse las empresas afectadas por falta de suministros y elevación en los costes de las materias primas. Sin embargo, desde la entrada en vigor de la última reforma laboral el 6 de abril, estos despidos podrían ser declarados improcedentes (sobre todo si las empresas afectadas han recibido subvenciones).

Hace algunos meses dijo la ministra de Trabajo, Yolanda Díaz: “no es el momento de despedir”. Aunque la ministra no quiera/no le venga bien y la nueva legislación ponga palos en las ruedas, los despidos se producirán (si no pueden ser objetivos, serán improcedentes) porque muchas empresas no podrán subsistir si no reducen su personal.

Muchas de las acciones de nuestro gobierno, antes mencionadas, van a tener una incidencia trágica sobre las empresas privadas (las públicas, ya se encarga Pinocho, no las sufrirán). Algunas, desgraciadamente, desaparecerán, otras muchas tendrán que despedir a algunos trabajadores para poder continuar con la actividad (y para que el resto de trabajadores puedan mantener su trabajo). Habrá empresas (grandes empresas) que aprovecharán la coyuntura para reducir sus plantillas y ganar más, algo que no es ético, pero la gran mayoría lo harán para sobrevivir y para que el resto de los trabajadores pueda conservar su empleo. No son las empresas las que despiden, es el gobierno con sus acciones.

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