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El rincón de Aranda

Uno que quiso votar por correo

melillahoy.cibeles.net fotos 1461 Juan Aranda web

Aunque parezca el título de un chiste, les puedo garantizar que es verídico. Durante las cuatro décadas que he prestado mis servicios en el Cuerpo de Correos y Telégrafos, como habrán imaginado, dieron para muchas anécdotas: Unas tristonas, feas y desgraciadas, y otras menos alegres; pero la gran mayoría, a pesar de lo grisáceo del antiguo régimen, muchos las …

…convertíamos en divertidas; como cuando pasábamos revista de uniforme, en plan militar, delante de nuestros jefes, y decían: “Cepillo y plancha, zapatos no lustrosos, barba de una semana, etc…”. Cuando yo estaba ya en puertas de despedirme de esos gloriosos cuarenta años postales, encontrándome un día en el rincón del aparato “telex”, transmitiendo un “giro urgente”, a la ventanilla de admisión y entrega, se acercó un señor, muy encopetado, que mi compañero Miguelito muy solícito, como siempre, le preguntó qué deseaba. El encopetado le dijo que quería votar, (estábamos en puertas de Elecciones Generales) así, sin más, sin rellenar el impreso reglamentario, en el que se solicita el certificado de inscripción en el Censo, que con posterioridad la Delegación del Censo le enviaría a su domicilio, por correo certificado, toda la documentación electoral. Pero lo más singular, por decirlo de alguna forma, es que presentaba una fotocopia de su DNI, cuando debe ser el original, y en vigor, el que debe mostrar al funcionario postal de la ventanilla. Apenas Miguelito le informó de los pasos a seguir, y advertirle que la fotocopia de su documento de identidad no servía, que solo era válido el original, el hombre cambió de color, pareciéndose al personaje de la película aquélla en que se transformaba un pacífico hombre en el “Increíble Hulk”. Miguelito, hombre tranquilo, y con los cojones similares a los del “Caballo de Espartero”, se acercó a mí, y en voz baja me dice: “Juan, lo siento, yo no puedo, mira tú si logras convencer a este energúmeno”. Y allá va Juanito, con cara de canónigo santurrón, como jefe de la estafeta postal, a ver si puede llegar a un acuerdo con aquél “hombre verde”: ¡Nada!, ni por activa, ni por pasiva, “que no hay tu tía”. No me hizo ni puto caso, y como el público que estaba en la cola se mantenía educadamente en silencio, y con sus miradas de conmiseración hacia los “pobres funcionarios de Correos” yo, para zanjar la cuestión, le ofrecí una hoja de reclamaciones, donde podría manifestar todo lo que él creyera más conveniente. Su contestación fue, que con la hoja de reclamaciones primero, se la “pasaba por los cojones, y luego se limpiaba el culo, pero por si acaso deme una”. Entonces este “Santo Job”, después de beberme un buchito de agua de “Bezoya”, le dije que esperase un segundo, que le traería algo que le podía servir para ambos menesteres. Fui al cuarto de baño, cogí un rollo, sin empezar, de papel higiénico, y por la abertura de la pantalla de metacrilato donde se entregaban los objetos, como cartas y paquetitos pequeños, se lo lancé al suelo, pareciendo el anuncio del perrito blanco y lanoso, que corría, por toda la casa, detrás del papel higiénico “Scottex”. Así que tenía: Papel para escribir sus quejas, y también para asearse el ojete. El hombre, con el color cárdeno de su fea cara, y las venas del pescuezo, gordas a punto de estallarles, dió media vuelta y “si te he visto no me acuerdo”. ¿Qué querían que hiciera?.

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